Fundado en 1910
Rostros

Rostros

El fascinante descubrimiento de los primeros rostros Tartesos

El Instituto de Arqueología de Mérida ha realizado un importante descubrimiento en el yacimiento de Casas del Turuñuelo, en Badajoz

Hace pocas semanas hablaba de Tartesos y del misterio que ha envuelto a esta civilización, la primera de Occidente, que palpita en nuestros orígenes y en estas tierras. Luz de Occidente… es posible que no terminemos de valorar la antigüedad de nuestros umbrales, la inteligencia de esos pueblos que dieron forma a la primera alianza civilizadora europea, y que posteriormente formaron parte de las bases de la sociedad ibero-romana. Todavía quedan innumerables pistas por descubrir, mucha herencia que rescatar, pero habrá más hallazgos y algún día conoceremos mucho mejor su historia.

Recientemente, el Instituto de Arqueología de Mérida ha realizado un importante descubrimiento en el yacimiento de Casas del Turuñuelo, en Badajoz. Se trata de cinco relieves antropomorfos del s. V a. C. Los rostros tartesios, de sonrisa orientalizante y grandes aretes en las orejas son las primeras imágenes que tenemos de este pueblo, aunque quién sabe si eran sus líderes, sus héroes o incluso sus dioses. Ponerles por fin rostro los incardina en esa historia que les espera, observamos con detenimiento para comprobar cómo los escultores dejaron constancia de la labor de los orfebres, que fabricaban esas arracadas similares a las piezas del Tesoro de Aliseda y que están representados en las esculturas. Todos son pequeños detalles que nos proporcionan una visión más completa de esta cultura que se engalanaba primorosamente.

Estos recién descubiertos rostros humanos tallados en piedra tienen un significado, son la llamada de atención sobre cómo fueron los tartesios; no es un paso baladí, la historia se expresa y se muestra a través de objetos, de textos, de hallazgos que la arqueología se esfuerza por obtener. Dibujar con rasgos propios a un pueblo es un paso importante que nos ayudará a completar el conocimiento sobre ellos. Porque ya conocemos bastantes cuestiones sobre su estilo de vida, aspectos como el tipo de producción, el uso de los recursos naturales y algunos rasgos sobre la historia de su alimentación. De ellos tenemos innumerables restos, como edificios, poblaciones, santuarios y objetos vinculados con la comida, de la que hablan hasta sus leyendas, vinculadas con un pasado agrícola y ganadero. Comprobar la grandeza de Cancho Roano y pasear entre sus paredes, ya fuera santuario o palacio; admirar el Bronce Carriazo en el que la Astarté fenicia agita los brazos, poderosa, o pasear por Tejada la Vieja, en Huelva, son experiencias que se quedan cortas al no poder imaginar cómo eran sus gentes.

Sobre sus alimentos

La historia de Tartesos es un enigma en el que van encajando algunas piezas, conocemos algunos datos sobre sus alimentos y la forma de entender su papel en la sociedad. Y disponemos de un buen número de pistas como lugares de almacenaje, de grandes recipientes para conservar vino y aceite de oliva, e incluso utensilios para cocinar o para comer. Y estas comidas nos conducen de nuevo hacia esos rostros recién descubiertos hablan de quiénes las consumieron, o cultivaron, quiénes criaron ganado y cocinaron. Son la expresión de una sociedad. Ver sus rostros por primera vez es un hito histórico que pone una pieza esencial en nuestra propia historia.

Nos queda la sensación de que algo ha cambiado en nuestro conocimiento de Tartesos. Y no ha sido casual, hay un enorme esfuerzo detrás de este descubrimiento, y desde el CSIC, Sebastián Celestino Pérez y Esther Rodríguez han dirigido exitosamente la excavación de la que disfrutamos.

La sociedad tartesia necesitaba rostros y nosotros necesitamos descifrar sus textos, disponer comida en sus platos, colmar sus copas de vino, pintar las leyendas en la historia, traspapelar a los míticos Gárgoris y Habidis, incluso al rey Argantonio hasta los libros de historia, cohesionar el pasado. Ir más allá de la leyenda y proporcionarles esa pincelada vital, de color, que es la que nos provoca la reflexión sobre las preguntas vitales de la historia ¿Quiénes eran? ¿Porqué eran así? ¿Cómo se desarrolló su cultura? Cuestiones que nos llevan a reflexionar sobre nuestro propio presente, mirando siempre al futuro. Porque el pasado nos muestra un camino, es la experiencia de la sociedad, necesaria y útil para iluminar el hoy. Ellos somos nosotros dos mil quinientos años después, en la misma tierra, con problemas que en el fondo son similares: la sequía, los gobernantes, las jóvenes generaciones, los alimentos. El ciclo de la vida que se hace eterno y que de vez en cuando nos proporciona la alegría de ver rostros detrás de la historia. Aunque sean de piedra.

comentarios
tracking