Casa Alberto, vivo y palpitante casticismo

Hace algún tiempo, la Comunidad de Madrid declaró como bienes de interés cultural a 12 tabernas típicas de Madrid, cumpliendo de esa manera su deseo de mantener vivo y palpitante el casticismo de una ciudad que ha sabido mantener el estilo, el sabor y la autenticidad de unas tabernas, casi todas centenarias, que forman parte de la historia madrileña del comer y del beber.

Somos admiradores eternos de cada uno de esos templos de lo más puro, donde todavía se puede saborear un menú entroncado en el alma de Madrid. Hace bien poco, venían hasta estas páginas lugares emblemáticos como Sobrinos de Botín, el restaurante más antiguo del mundo, o Casa Ciriaco, allí donde la bomba de Matías Morral casi acaba con la vida de un Rey.

Tenemos en proyecto visitar otros lugares que también merecen comentario, Taberna La Ardosa, La Casa del Abuelo, La Taberna de Antonio Sánchez, La posada de la Villa… Todas estas tabernas tienen ese encanto especial que las hace diferentes, conservan esas barras abiertas a la vida, esa elocuencia laboral de los camareros que hablan de una forma muy peculiar, unas cartas que despiden aromas de Madrid de principio a fin y, sobre todo, sus propietarios están orgullosos de su historia y no quieren perder la esencia de lo que los hace diferentes.

Me gusta viajar por ese Madrid a la vez opulento y profundo, sentir muy cercanas las palabras de todos aquellos grandes personajes que, sentados en el mismo lugar que quizás estemos ocupando nosotros, vienen a demostrar que lo que vale la pena no se pierde mientras haya profesionales de verdad que amen su oficio y entreguen su corazón a Madrid.

Casa Alberto es una de las 12 tabernas típicas convertidas en bien de interés cultural por las autoridades madrileñas. Corría el año 1827 cuando unos segovianos emprendedores fundaron Casa Alberto. Están a punto de celebrar su 200 aniversario y se merecen todo lo bueno que podamos decir de ellos. Mi amigo Juan Carlos Montero me llevó a conocer este restaurante único, donde la historia te sobrecoge en cuanto entras.

Una barra enorme, magníficamente atendida, un local repleto de recuerdos fotográficos, testigos de un tiempo que ha convertido en lugar en un santuario, y un público dicharachero y bullicioso que sólo busca comer y comer bien. Todo sabe a Madrid en Casa Alberto, desde los caracoles y las pencas a la madrileña, pasando por sus famosas albóndigas o su ensaladilla rusa especialidad de la casa. Hay que atreverse luego con los callos, para mí de los mejorcitos que se puede comer ahora mismo en la ciudad.

Hay un plato muy original, que entronca ya con la llamada nueva cocina, que se aparta un poco del madrileñismo de la carta, el pulpo con mollejas y reducción de carne, cuya probatura dejo al gusto del consumidor. No quiero olvidarme de la perdiz escabechada, una de las joyas de la corona de esta taberna, a la que en su día empujaron hacia el éxito Alfonso Delgado y su socio Carlos, que supieron mantener el espíritu de la casa madre hasta convertir Casa Alberto en uno de los 12 templos gastronómicos del Madrid más castizo y más sabroso. Te lo recomiendo de todo corazón, vete de parte y… ¡que aproveche!