Vete de mi parte
La Posada de la Villa, el templo de los callos y los torreznos
En este templo del buen comer hay altura de miras, desde su decoración hasta su carta, pasando por un personal currado en muchas batallas de platos y sabores
Me gusta el Madrid castizo de la Cava Baja, esa calle misteriosa y dicharachera, en la que la vida es otra cosa. Hace un montón de años, únicamente estaban Casa Lucio, Esteban, La Chata, el antiguo Schotis como ejemplos de una manera de entender las cosas del comer que tenían mucho que ver con el Madrid más puro.
Luego, el abanico se fue abriendo y aparecieron El viejo Madrid (también propiedad de Lucio Blázquez), El tempranillo, más tarde Los huevos de Lucio, que hoy ocupan el lugar en el que estaba El viejo Madrid, Julián de Tolosa y últimamente La perejilla, Los secretos de Lola, Castizos, La posada del León, La taberna de Alatriste son ejemplos claros de que lo madrileño vende y vende muy bien en la geografía gastronómica de Madrid y, en concreto, de la Cava Baja.
Es un placer indescriptible disfrutar de un Latinazo total en esta calle, de taberna en taberna, de tasca en tasca, de sabor en sabor, de caña en caña, compartiendo con quien tú quieras una manera de vivir que solo esta ciudad es capaz de dar a los que la visitan.
Creo que el ayuntamiento de la Capital debería cuidar con mimo esta calle única, de la que quedan pocas, apoyando los negocios que van y vienen, mejorando la vida de sus habitantes y convirtiendo este lugar en una joya de Madrid a todos los niveles. De las autoridades, y también de los propios madrileños de la Cava Baja, depende que esta calle no se vaya muriendo poco a poco, como mueren los sueños incumplidos.
Uno de los grandes atractivos de la Cava más castiza del mundo es La posada de la Villa, una de esas casas de comida de la vieja escuela, la que yo llamo escuela de siempre, que nunca te defrauda y que ha sabido mantener su autenticidad y su madrileñismo por encima de modas y caprichos de nuevas cocinas.
Cuando Félix Colomo y su familia se hicieron cargo de La Posada de la Villa, todo cambió a mejor. En este templo del buen comer hay altura de miras, desde su decoración hasta su carta, pasando por un personal currado en muchas batallas de platos y sabores, que bajo la batuta del gran Tino convierten una comida en una lección de felicidad.
Hay mucho donde elegir, pero, si me hacen caso, van a disfrutar de un menú inolvidable. Los torreznos son un estupendo aperitivo. Inmejorable la sopa de ajo con huevo, marca de la casa. Es obligatorio probar los callos, de lo mejorcito de Madrid y el pisto manchego, que se encuentra ya en tan pocos sitios hecho a conciencia como en La Posada.
Con esto ya tienen suficiente para ir entrando en calor. Y luego, atrévanse con los asados, el cordero, el cabrito, el cochinillo… No van a encontrar en Madrid un lugar mejor para saborear los asados castellanos hechos como hay que hacerlos, en horno de leña y con una buena ración de cariño. Y no me olvido del cocido de puchero, lo sirven por encargo y, como su nombre indica, está hecho en puchero a la vista de los comensales. Una exhibición de sabor y calidad. Son muchos los motivos que me animan a sugerirles una visita a la Cava Baja y a la Posada de la Villa, la joya de Félix Colomo, un orgullo para Madrid y una prueba de que lo auténtico, lo puro, lo castizo es una apuesta segura. Saluden a Tino de mi parte cuando vayan. Gracias.
La posada de la Villa
28005 – Madrid
Tfno. 913 66 18 60