Los restaurantes favoritos de Pepe Domingo Castaño
Este viernes los lectores de El Debate echarán en falta su columna Vete de mi parte, que publicó hasta el último día
Exprimió la vida hasta el final y saboreó con arte y gracia la gastronomía española. A Pepe Domingo Castaño le fascinaba sentarse a una buena mesa, acompañado de su pandilla Los Cabritos, para degustar una cocina auténtica, sin esferificaciones o imposturas. Pepe amaba la cocina de verdad, la clásica, la que se guisa a fuego lento a lo largo de los años, cimentada en una materia prima excelente y un servicio impecable. Para él siempre había una mesa, con el mantel bien planchado, porque contagiaba a todos con su alegría, desde el camarero al pinche de cocina. Muchos de los cocineros devinieron en grandes amigos, encantados de recibirle.
Este viernes los lectores de El Debate echarán en falta su columna Vete de mi parte, que publicó hasta el último día, unas horas antes de morir. Puntual y cumplidor, la pasada semana, por primera vez en dos años, se retrasó en el envío del artículo. Algo pasaba. Al reclamárselo, se mostró dispuesto a enviarlo, sin mencionar que se encontraba ingresado.
A través de sus columnas, se embarcó en un apasionante viaje por España en busca de restaurantes auténticos, templos históricos de la gastronomía clásica como Casa Lucio, con sus famosos huevos estrellados, Casa Carola y su cocido, o el mítico Lhardy.
Arrancó su serie de artículos con La Portada del Mediodía, un restaurante asador ubicado en Torrecaballeros, Segovia, y la cerró con el Urogallo de Pozuelo, en Madrid, donde subrayaba la calidad de su cocina asturiana. Orgulloso de sus raíces, nació en la aldea de Lestrove (La Coruña) y fue hijo adoptivo de Padrón, por lo que la cocina gallega siempre la mimó en sus críticas.
Galicia en el corazón
Le apasionaba el marisco de D'Berto y documentó el despegue turístico de O Grove centro neurálgico de una zona bellísima, con enclaves de categoría como Sanxenxo, San Vicente Do Mar, Portonovo y la sublime Isla Da Toxa. En la carta de Pepe Do Coxo, en Freixo, encontraba todo lo que uno puede desear cuando viaja a Galicia; las famosas almejas de la ría, y Viña Mein, su ribeiro favorito. Tampoco faltaban las cigalas del día, cocidas y frías, que le sabían a gloria bendita.
Los mejores pimientos de Padrón los preparaban son sus amigos José y Lydia en la Pulpería Rial, siempre recién hechos, calientes y fritos en un buen aceite. Imprescindible también su pulpo á feira o la empanada de maíz, un homenaje a la harina de este humilde cereal mezclado con berberechos. Un restaurante ubicado en la plaza Das Travesas de Padrón que el Ayuntamiento renombró como plaza de Pepe Domingo Castaño, a principios de este año.
En Tira do playa, en La Coruña, encontraba la sonrisa cómplice de Crispi. Probó el mejor salpicón de bogavante, una de las mejores tortillas de España y una extraordinaria lubina a la parrilla. Por las noches, le gustaba tomar un cóctel en El Pirata, un bar situado en el centro neurálgico de la movida nocturna, en Santa Cristina, regentado por el gran Manolo Arias, un mago de la coctelería y los copazos desde 1978.
En Madrid, destacó el milagro que supuso el florecer de la calle Jorge Juan; Amazónico, La Máquina, Lobito de mar, Ultramarinos Quintín o la Taberna Los Gallos. Cerca de su casa en Aravaca, sucumbió a las ostras y el buen ambiente de Barbillón.
En el sur
En Marbella, le gustaba pasear por la plaza de Los Naranjos y sus callejuelas hermosas cubiertas de flores y de bares. Lo pasaba bien en La Tirana degustando sus arenques con patatas y cebolla morada. De Málaga, se quedaba con la magia de El Pimpi, en Conil con el atún de El timón de Roche y en Sevilla, con la Taberna Morales.
También disfrutaba del buen vino y de las jaranas que montaba con la guitarra su buen amigo José Moro, quien le abrió las puertas de su bodega Cepa 21, para pasear entre viñedos.
Hasta siempre, Pepe.