Fundado en 1910
Norman Foster y Elena Ochoa, en una imagen de archivo

Norman Foster y Elena Ochoa, en una imagen de archivoGTRES

Gastronomía

El restaurante angloandaluz que frecuenta Norman Foster en Madrid

El arquitecto británico es fiel a la cocina de producto y de corte tradicional

Su americana a juego con su jersey de cuello cisne en tono verde le hace pasar completamente desapercibido tras una mirada fugaz. Son muy pocos los que conocen que detrás de esa apariencia elegante y formal que comparte una copa de vino comiendo se encuentra el arquitecto más internacional de todos los tiempos. Fiel a una manera de pensar, ha redefinido rascacielos, oficinas y museos, incluso en España.

El inglés de 89 años es un apasionado de nuestro país desde su juventud y no solo se encargó de la construcción del Palacio de Congresos de Valencia, sino también de las bodegas Portia de Burgos, la torre de comunicaciones de Collserola y la torre Cepsa, uno de los rascacielos que toman la ciudad de Madrid con más de 200 metros de altura.

La capital es, además, sede de su legado. En 2016 creó la Fundación Norman Foster en un antiguo palacete de 1902 en la calle Monte Esquinza, 48. El edificio reformado alberga ocho salas de exposición, una combinación de galerías, archivo, bibliotecas y espacios de estudio e investigación relacionados con el mundo de la arquitectura. No es de extrañar, por tanto, que el arquitecto elija restaurantes por la zona para sus comidas de trabajo u ocio.

Aunque en más de una ocasión se le ha visto visitar el restaurante italiano Numa Pompilio, el constructor es fiel a La Parra, en pleno barrio de Almagro y en la misma calle de su fundación, a tan solo 12 números de distancia. Pese a estar ubicado en Monte Esquinza, 34, su origen se remonta a Sevilla durante la II Guerra Mundial, donde Brian Walmsley, actor inglés y bohemio, conquista a Teresa Pérez de Guzmán, y se van a vivir a Carvajal, un pequeño pueblo malagueño donde abren el primer restaurante.

El éxito les llevaría a abrir un segundo local en Londres, pero tras años en la capital inglesa deciden instalarse en Sevilla y abrir la tercera parra. Tendrán que pasar veinte años para que la hija de ambos se enamore del madrileño Ginés Sánchez-Rubio, quien traslada el negocio al centro de la Península.

La característica decoración de La Parra

La característica decoración de La Parra

Desde entonces, sus propietarios han mezclado en su decoración el encanto de una taberna andaluza, con azulejos estilo mozárabe y el romanticismo de un club inglés del siglo XIX. «Ofrece un ambiente distinto en cada servicio gracias a su característica iluminación y a la música de fondo, todo ello supervisado por las dueñas, con mucho cariño y dedicación», explican desde el restaurante. Esa versatilidad les convierte en el lugar ideal de las comidas de negocios, durante el día, del rincón perfecto para una velada romántica, por la noche.

En cuanto a la gastronomía, La Parra ofrece cocina de producto, de corte tradicional y fondo anglo-andaluz. Aunque suele haber variaciones cada temporada, mantienen fijos platos característicos como el steak Tartar, el salmorejo o el apple crumble, que confluyen con otros como la taramosalata griega, el roast beef con salsa horseradish o el pollito marrakech. Tampoco faltan otros más tradicionales como el jamón ibérico, las croquetas, la ensaladilla de txangurro o los huevos con patatas panaderas y gamba cristal.

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