Por qué Alfonso XIII fue el mejor hotelero de la historia de España
El monarca creó la Red de Paradores e impulsó algunos de los mejores hoteles del país, como los madrileños Ritz y Palace, el Real de Santander o la gran dama de Sevilla
La biografía hotelera de Alfonso XIII está por escribir. En la mente del viajero refinado, la figura del monarca está ligada a la gran dama de la hostelería sevillana, cuya construcción patrocinó y quiso además que llevara su propio nombre; pero su huella va mucho más allá. Hombre cosmopolita y de gustos refinados, viajado y bien conectado con las elites europeas, sus años de reinado coinciden con el desarrollo de un incipiente turismo todavía reservado a las clases altas y con el auge del hotel palacio, con César Ritz como máximo artífice. Fue Alfonso XIII quien promovió la construcción del Hotel Ritz en la capital de España, un hecho de singular relevancia teniendo en cuenta que «el rey de los hoteleros y el hotelero de los reyes», como se conocía a César Ritz, solamente hizo tres hoteles en todo el mundo antes de enfermar: París, Londres y Madrid. El abuelo de Juan Carlos I era fiel a las lentejas del lujoso hotel de la Plaza de la Lealtad todos los jueves, y la tradición se siguen manteniendo hoy en día en su honor. Tras las elecciones municipales de abril de 1931, que fueron tomadas como un plebiscito entre monarquía o república, el rey abandonó Madrid para no volver nunca ni al Palacio Real, donde residía, ni al Ritz, donde gustaba comer, pero no se despidió de la vida en los buenos hoteles, por los que siempre sintió debilidad.
Tras llegar a Marsella desde Cartagena, el Rey Alfonso XIII pasó su primera noche en el exilio en el Hotel de París, en Mónaco, que todavía conserva hoy ese inconfundible sello de la grandeur parisina que el empresario Francois Blanc le dio al por entonces paupérrimo principado. De allí marchó a París, donde por un tiempo se alojó con su familia y su «pequeña corte» en el hotel Le Meurice. En manos del Sultán del Brunei hoy en día, sigue siendo una de las mejores direcciones de la capital francesa. El monarca se acomodó en la suite presidencial 106-108, la misma que, años después, ocuparía durante largas temporadas Salvador Dalí. Pero la estancia frente a los jardines de Las Tullerías resultaba demasiado onerosa y el rey decidió trasladarse al Hotel Savoy de Fontainebleau, hoy desaparecido.
Cuando el matrimonio real abandona Francia, separado de facto, la Reina se instala en el Hôtel Royal de Lausana y Alfonso XIII lo hará en el Gran Hotel de Roma, rebautizado hace años como St Regis, donde vivió durante años. Falleció en la misma Suite Real en la que había transcurrido su exilio italiano, una estancia de unos 300 metros cuadrados que fue remodelada en 2014 y en la que se colocó un busto del monarca, donado por el Hotel Palace de Madrid, hotel de especiales vínculos con Alfonso XIII. El hotel junto a la fuente de Neptuno fue construido por el empresario hostelero de origen belga George Marquet por sugerencia personal de Alfonso XIII, dos años después de que promoviera la construcción del hotel Ritz.
Su periplo en el extranjero nos llevaría a otros elegantes hoteles como el Claridge de Londres y en cierto modo recuerda ese deambular de egregios huéspedes despojados de sus tronos, como Eduardo VIII. La diferencia entre ambos es que antes de abandonar la jefatura del Estado, el monarca español impulsó personalmente la construcción de algunos de los mejores hoteles del país, sentando el germen de la hostelería de calidad en un país que tenía fama, según les gustaba escribir a los viajeros románticos que nos visitamos a finales del siglo XIX, de pésimas infraestructuras y hospedajes indignos de un país con tantos atractivos culturales y artísticos para el visitante foráneo.
Además de los mencionados Ritz y Palace de Madrid, el monarca respaldó la construcción del Hotel Real de Santander, con el objetivo de que pudiera albergar a ese séquito de personalidades y aristócratas que seguía a los monarcas durante sus temporadas estivales en la capital cántabra. La ciudad carecía de un establecimiento digno al estilo del María Cristina de San Sebastián. Otro de los hoteles emblemáticos que respaldó fue el Alhambra Palace, que inauguró en 1910, dada su amistad con su propietario, Julio Quesada-Cañaveral y Piédrola, auténtico visionario del potencial turístico de la ciudad de Granada e incluso de Sierra Nevada.
Alfonso XIII mostró un gran interés en la consecución de las obras y hasta estableció indicaciones sobre cómo debían de concluirse algunas zonas en el hotel sevillano bautizado con su nombre. Fue inaugurado oficialmente el 28 de abril de 1928, con la celebración de un suntuoso banquete presidido por los monarcas con motivo de la concertación del enlace entre la infanta Isabel Alfonsa con el conde Juan Zamoyski. Como curiosidad, durante la Segunda República, pasó a llamarse Hotel Andalucía Palace, recuperando posteriormente su nombre original.
Pero quizá el apoyo más fecundo y fructífero fue el que dio a su amigo Benigno de la Vega-Inclán, al que concedió el título de marqués de la Vega-Inclán en 1898, artífice de la red de Paradores Nacionales. Una idea realmente revolucionaria para la época, que buscaba identificar elementos singulares del patrimonio español para su aprovechamiento hostelero y turístico y especialmente promover el empleo en zonas rurales deprimidas económicamente, dando nuevas oportunidades profesionales a la población local, evitando así la despoblación y su inserción con lo que parecía ser un nuevo y prometedor sector económico: el turismo. Es decir, el visionario vallisoletano hablaba ya de dos pilares fundamentales de lo que hoy se conoce como «turismo sostenible».
El primer establecimiento fue el de Gredos, levantado en la localidad abulense de Navarredonda e inaugurado por Alfonso XIII en 1928. La elección de Gredos para levantar el parador pionero se atribuye precisamente a la vinculación de la zona con el Rey Alfonso XIII, compañero de caza en la zona del marqués de la Vega Inclán, una zona considerada remota en aquella época. Se conserva una carta del aristócrata y visionario dirigida al rey en 1926 en la que afirma haber encontrado en Gredos el lugar perfecto para este primer establecimiento de su ambiciosa red, el más idóneo para mostrar la riqueza natural de España. Los siguientes en abrir sus puertas fueron la Hostería del Estudiante en Alcalá de Henares y el de Ciudad Rodrigo (Salamanca) en 1929, los de Oropesa (Toledo) y Úbeda (Jaén) en 1930, en los que ya se incorpora la idea de rehabilitar y acondicionar patrimonio histórico y cultural para ofrecer establecimientos hoteleros de calidad fuera de las grandes ciudades. Un proyecto vanguardista y muy arriesgado en aquella lejana década de los veinte que sigue despertando admiración en todo el mundo por su carácter pionero.