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Suite del hotel Brach

Suite del hotel Brach, del grupo parisino EvokGuillaume de Laubier

Madrid estrena su hotel de lujo más parisino en el edificio donde vivió Víctor Hugo

La marca francesa Brach elige la Gran Vía de la capital española para su debut internacional, con diseño de Philippe Starck

Madrid suma y sigue en su particular y brillante boom hotelero. Tras la llegada de las grandes marcas internacionales de referencia en el sector del lujo, como Four Seasons, Mandarin Oriental o Rosewood, le toca el turno a esos nombres menos conocidos, peroqque se desenvuelven especialmente bien en el interesante segmento de los hoteles boutique, con numerosos adeptos. Edificios más pequeños, menor número de habitaciones, ambiente más familiar y gran atención al diseño y a los detalles. Es el caso del grupo parisino Evok, que desembarca en España con su marca más exitosa, Brach, inaugurada en París en 2018 y que da ahora así su primer salto internacional.

Las señas de identidad de la nueva dirección madrileña de cinco estrellas son similares a las que tan buenas críticas ha cosechado en estos años el hotel del elegante distrito XVI de la ciudad del Sena, con un ADN marcado por el trabajo del diseñador parisino Philippe Starck, responsable del interiorismo de ambos. Los parecidos son notables especialmente en el uso de colores cálidos, materiales naturales, muebles de formas orgánicas y una concepción de los espacios, tanto públicos como privados, que resulta actual, pero sin excesos vanguardistas, fresca, acogedora, muy cuidada y familiar. Quienes teman toparse con ese Stark de gustos dramáticos, formas algo extravagantes y colores estridentes y aún recuerden el viejo Teatriz, pueden estar tranquilos, porque no es el caso en absoluto. Stark dejó hace años de ser «ese» Starck.

Brach Madrid

Brach MadridGuillaume de Laubier

Lo primero que llama la atención al paseante de la icónica Gran Vía madrileña que pasa junto al escaparate del número 20 es la nueva vitrina de un establecimiento sin nombre que luce espléndidos pasteles. Brach desembarca con la artillería pesada de la pastelería francesa a modo de dulce presentación: éclairs, clafoutis, Paris-Brest, la tarta Ópera, el Saint-Honoré, babas y otros clásicos como tartaletas de fresas, limón y merengue encuentran ahora su sitio en una de las calles más transitadas de España.

El interior del espacio destinado a la pastelería tiene cierto aire chic francés y las amplias zonas gastronómicos para desayunos, comidas y cenas, de huéspedes y clientes no alojados, recuerdan el ambiente de los elegantes y animados bistrós. El hotel, con 57 habitaciones, abrirá en fechas próximas otro espacio gastronómico y de eventos en esa azotea de soberbias vistas de la que gozan también las mejores suites. Pero es en el sótano donde encontramos tal vez la mayor sorpresa: Le Capsule, un espacio de estética muy diferente, en tonos blancos y dorados, de aspecto futurista, con uno de los spas tecnológicamente más avanzados de España, con aparatos como una cámara de oxígeno hiperbárico, baños de hielo y flotación y una sauna de infrarrojos, entre otros.

Habitación del hotel Brach

Habitación del hotel BrachGuillaume de Laubier

El ambiente futurista de este subsuelo insospechado sorprende aún más si se conoce la historia del edificio y se echa la vista atrás y deja que recorra todos los avatares de este solar que en otro tiempo albergó el lujoso palacio de Masserano, así llamado por ser la residencia madrileña del príncipe de ese nombre, embajador de Carlos III en Londres y París. En dicho palacio vivió de niño el escritor Víctor Hugo en 1811 y 1812, por ser el alojamiento de su padre, militar de alto rango destinado en Madrid durante el reinado de José I Bonaparte. Y no es este el único vínculo con Francia del flamante Brach. Más tarde, el solar albergó La Fonda de Genieys, uno de los primeros establecimientos españoles en servir gastronomía francesa. Algunos historiadores le atribuyen haber introducido las croquetas en España. Se cita en escritos de importantes escritores y periodistas españoles, como Mariano José de Larra o José de Espronceda. El edificio actual, propiedad por entero de Evok, fue edificado por el arquitecto madrileño Jerónimo Pedro Mathet a primeros de los años 20 por encargo de Seguros la Estrella.

Brach

Hotel BrachGuillaume de Laubier

En septiembre de 1922 se instaló en su planta calle el American Bar Pidoux, publicitado como el primer «auténtico» bar americano de Madrid por la casa Viuda de H. Pidoux. Su marido, Hipólito Pidoux, había sido un conocido hostelero francés cuyo negocio incluía el restaurante del Real Tiro de Pichón de la Casa de Campo, además de poseer una tienda de vinos galos y licores y disponer en exclusiva de algunas codiciadas marcas de champagne y burdeos, además de la nueva bebida de moda, el Grand Manier. Su viuda se hizo cargo del negocio y abrió el elegante bar de la Gran Vía (entonces llamada Conde de Peñalver) que trajo una novedad nunca vista en España: su mostrador estaba asistido de altas banquetas al uso americano. De su decoración e inauguración hablaron los periódicos de la época, dada una modernidad chic muy parisina que contrastaba con los bares y cafés tradicionales de Madrid.

La que pasa por ser la primera coctelería de Madrid, y algunos estudiosos del tema consideran que de España, tuvo tras su comentada y novedosa barra americana durante 6 años al barman más famoso de nuestro país, Pedro Chicote, «Perico» Chicote. Abandonó el famoso Pidoux para acometer su sueño, abrir una coctelería con su propio nombre, Chicote, a escasos metros de su anterior trabajo, y donde hoy continúa.

Suite Armando Brach

Suite Armando BrachGuillaume de Laubier

Otro de los célebres inquilinos de Gran Vía, 20 fue el Estudio fotográfico Alfonso, que ocupó el segundo piso del edificio desde 1939 hasta su cierre, en 1990. Gracias al trabajo de esta saga de gran retratistas y fotorreporteros, somos capaces de ver con nuestros propios ojos como era el Madrid de fin de siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. Una época especialmente convulsa, algunos de cuyos más tristes episodios fueron captados por los objetivos de Alfonso padre e hijo, que también dejaron inolvidables retratos de grandes personalidades patrias, como Antonio Machado o Joaquín Sorolla o de esos españolitos anónimos que se buscaban la vida en la Gran Vía madrileña y sus aledaños vendiendo pavos vivos, miel de la Alcarria o tostando café sobre las aceras.

Hoy se venden en estas calles sofisticados éclairs y clafoutis y sus entrañas esconden cámaras de aspecto galáctico que aportan más oxígeno a nuestras venas o nos procuran sensación de ingravidez. Fiel a su historia, la Gran Vía renueva su vocación permanente de modernidad. Bienvenida sea. Pero es una lástima que en este viaje Monsieur Starck no haya hecho ni un solo guiño a los extraordinarios personajes de aquí y de allá que antes habitaron el inmueble y a sus particulares contribuciones a esta gran ciudad. Madrid, qué bien tu nombre suena. Por aquello de recordar la célebre frase de uno de tantos hombres ilustres relacionados con el histórico inmueble convertido hoy en el hotel más parisino de la villa y corte.

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