Federación de Asociaciones de Familias Católicas en Europa
Vincenzo Bassi, presidente de FAFCE: «La enfermedad más grave de la familia es la soledad»
Conversamos en El Debate con el presidente de la Federación de Familias Católicas sobre los principales problemas y obstáculos que han de afrontar los hogares hoy
Con la caída del muro de Berlín, las asociaciones católicas de familias se unieron para crear una plataforma europea que las protegiese y defendiese ante las instituciones. En 1997, se registró en Estrasburgo la Federación de Asociaciones de Familias Católicas en Europa (FAFCE) y posteriormente, en 2001, el Consejo de Europa la reconoció como una organización no gubernamental con estatus participativo.
La familia es el centro y el punto de inicio de toda comunidad, al igual que el núcleo de su visión. Vincenzo Bassi, del Foro de las Asociaciones Familiares de Italia, es actualmente su presidente. En conversación con El Debate, revela su opinión sobre la reforma del Código Penal español que aprueba penas de cárcel para los provida o la iniciativa de Macron de incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
–¿Cuáles son los principales objetivos de la federación?
–Tenemos dos. El primero es intentar llevar ante a las instituciones europeas las necesidades de la familia, la fuerza de la familia y también su función. Cuando se habla de instituciones europeas se habla del Consejo de Europa en Estrasburgo y también las instituciones de la Unión Europea. Tenemos contacto con el Parlamento Europeo, con la Comisión Europea, y también con el Consejo Europeo. Otro objetivo muy importante para nosotros es el desarrollo de las asociaciones familiares nacionales. Representamos a organizaciones de dieciocho países en Europa. Esperamos ampliar este número, porque las familias y las asociaciones familiares pueden jugar una función muy importante en las instituciones, que han de interesarse por ellas.
El problema más grande, más importante, que realmente puede significar algo para el futuro de Europa, es el invierno demográfico
–Y ante las instituciones europeas, ¿cuáles son sus principales líneas de acción?
–Es importante convencer de que la familia está en el medio de la sociedad. Por eso que todas las políticas familiares que interesan a Europa tienen que interesar también a la familia. El problema más grande, más importante, que realmente puede significar algo para el futuro de Europa, es el invierno demográfico. La tasa demográfica es muy baja y tenemos que sensibilizar a las instituciones europeas y a las nacionales, de que no podemos pensar en un futuro sin una solución a la cuestión demográfica. No es posible un desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional. Partiendo de la demografía, se puede hablar de todo, de economía, de cuestiones sociales... Es también una oportunidad para hablar de la familia. No es bastante hacerlo de demografía para resolver el invierno demográfico.
–¿Qué ha de tener una política familiar para que sea realmente beneficiosa?
–Cada país tiene que desarrollar una propia política familiar. Sabemos que la familia es también una cuestión de tradición y de cultura nacional. Debemos reflexionar sobre el significado de estas políticas. Normalmente se piensa en ellas como medidas sociales, como políticas para reducir la pobreza. Para nosotros son de inversión, porque la familia es un sujeto también económico. La palabra `economía´, del griego antiguo, significa gestión del hogar familiar. No se puede imaginar una familia sin organización, sin capacidad profesional y sin capacidad también económica. Por ello es importante hablar de la familia como la cura de una enfermedad y no como una institución enferma. Puede tener problemas, pero si nosotros estamos aquí es porque la familia funciona. Lo hay que hacer es reconocer su función. Ese ha de ser el objetivo de cada política familiar.
–Se está asociando la familia, como concepto, a la tradición, al conservadurismo, y por tanto, a veces se ha llegado a ideologizar y politizar.
–La familia no puede ser una institución ideológica porque es una realidad. Está en nosotros demostrar cómo la familia trabaja, cómo es su día a día, que es una institución central. No hay sociedad sin familia. Luchamos sobre ideas que algunas veces son ideológicas, de una parte y de otra, pero si hablamos de la función de la familia, hablamos de la realidad.
–¿Cuáles son las dificultades u obstáculos que han de afrontar las familias ahora?
–La enfermedad más grave de la familia es la soledad. Durante este tiempo de pandemia lo hemos visto. Más que la falta de dinero y la falta de trabajo, en la soledad nosotros tenemos que cuidar y curar. Las redes de familias son la solución. Las que están solas, que no tienen amigos y en las que los padres no pueden hablar de los problemas, son familias que tienen siempre más dificultades. Al contrario, las familias que están en las redes resuelven más fácilmente sus problemas. Las redes de familias han de ser la primera comunidad de la sociedad. No es una institución abstracta, sino una realidad constituida por familias y estas redes. Estas son familias amigas, que permanecen juntas, que comparten y se ayudan. Podemos hablar de política familiar para resolver la cuestión demográfica, pero si no se anima a las familias a engendrar no se va a solucionar.
–Antes comentaba que uno de los grandes problemas que viven ahora las familias es el invierno demográfico. ¿Qué consecuencias va a traer esto a largo plazo?
–Los mayores no pueden vivir sin los hijos, no pueden vivir bien sin la familia. Los hijos son las personas que nos permiten hacernos mayores sin estar solos. El invierno demográfico tiene consecuencias muy malas a nivel económico, pero también a nivel ambiental. Las corrientes neomalthusianas afirman que no se pueden generar más hijos porque la tierra no sostiene más población. Esto no es verdad. El problema real no son los niños, es el consumismo, tal y como se dice en la encíclica del Papa Francisco Laudato si´. Este consumismo fuerte no es posible dentro de la familia, porque tenemos que cuidar el dinero del que disponemos.
–Recientemente, Macron ha propuesto que el aborto sea incluido en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. ¿Qué opina al respecto?
–Es una iniciativa ideológica, que no mira a las necesidades de las mujeres, donde no se encuentra el deseo de abortar, sino el de realizarse como mujer, como trabajadora. Si un jefe de estado se ocupa de as necesidades de las personas, se tiene que hablar de otros temas, no del aborto, que es siempre una tragedia. El derecho a abortar no puede ser una prioridad en Europa. Ni las instituciones europeas ni los políticos están cercanos al pueblo, que mira a las políticas como algo que no interesa.
Hay más obstáculos a engendrar. Si tenemos que luchar por algo hoy es por la libertad de elegir tener hijos. El aborto es una práctica que vive, está en muchos países europeos. Casi todos estos ponen obstáculos para las mujeres que quieren ser madres. Macron debería hablar de estos problemas y no del aborto. El derecho al aborto es muy formal, muy abstracto, cuando el aborto es sufrimiento, una tragedia para la mujer.
–¿Qué piensa de la nueva ley aprobada en Francia que condena a los padres que impiden que sus hijos menores se sometan a cambios de sexo?
–Es una brutalidad. No se puede hablar de derechos cuando se refiere a un niño que no tiene la capacidad de elegir. Se debería apelar a la responsabilidad de la comunidad, no del Estado, y la familia es la primera comunidad. Es un derecho y un deber. Los padres conocen mejor que nadie a sus hijos. Estos temas tan delicados no se pueden decidir de manera tan formal a través de una ley. Espero que no sea más que una provocación, solo para incentivar el debate y la discusión de la opinión pública. En el medio tiempo la verdad va a coincidir con la realidad, que dice que el niño no puede pensar en su identidad sexual, sino que solo quiere pensar en ser niño.
Vidas salvadas en solo unas horas
«Por amor a la vida»: un día en la lucha de las asociaciones contra el aborto
–Aquí en España, se ha reformado el Código Penal para introducir penas de cárcel para aquellas personas que acuden a los centros abortistas a rezar o dar información a las mujeres que acuden a poner fin a su embarazo.
–No se trata de un derecho, porque significaría también una responsabilidad de la mujer que quiere abortar. La mujer que recibe una ayuda debería estar contenta. Es importante que las personas que dan ayuda respeten a la mujer y creo que lo hacen. Es increíble que se viole una norma del Código penal por ayudar a otra persona que está tomando una decisión que va a comprometer su propia vida. Si hay respeto no se puede condenar. Estoy convencido de que las asociaciones provida quieren prestar este servicio por amor a al vida, porque la respetan, y porque saben que la mujer que está tomando esa decisión es normalmente una mujer sola que tiene la necesidad de ser ayudada.