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Un padre con sus hijas en brazos

Un padre con sus hijas en brazosUnsplash

Por qué no es bueno sobreproteger a los hijos y sí que corran ciertos riesgos

Explorando el mundo es como los niños aprenden conceptos tan básicos como el peso, la velocidad o el tiempo y la manera más sencilla en que suelen hacerlo es el juego

Padre helicóptero: dicho de aquel que sobrevuela a su hijo en todo momento. No le permite dar un paso sin controlar que ningún fenómeno externo pueda influirle y esto, al final, termina afectando al desarrollo emocional de los más pequeños. Así, los hijos de los progenitores que adoptan estos comportamientos han carecido de la exploración mediante los sentidos que les abre las puertas a conocer el mundo que les rodea mediante la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato.

Explica el profesor de Logopedia y Psicología de la Universidad Internacional de Valencia, Alejandro Cano Villagrasa que «la inteligencia se desarrolla a partir de las acciones cotidianas realizadas en el entorno en el que viven (las personas)». Para llegar a ello, los niños «atienden, perciben y retienen información de su entorno a través de la continua exploración», incide el profesor. Al mismo tiempo, escribe en The Conversation, aprenden a usar sus sentidos y fortalecen sus habilidades motoras, perceptivas y sensoriales.

El papel del juego

Explorando el mundo es como los niños aprenden conceptos tan básicos como el peso, la velocidad o el tiempo y la manera más sencilla en que suelen hacerlo es el juego. «Estos procesos resultan fundamentales para el desarrollo del razonamiento, la lógica, la imaginación, la creatividad y la confianza», explica Cano, a lo que añade que los más pequeños necesitan años de juego tanto con juguetes como con objetos reales «para comprender el simbolismo entre el mundo real y el abstracto».

Además, él es partidario de que los juegos dinámicos con objetos del entorno que impliquen cierto riesgo pueden resultar beneficiosos. «Pueden ayudarles a aumentar sus competencias e hitos del desarrollo», indica y enumera entre estos beneficios la mejora en la percepción del tamaño, la forma, el movimiento y la profundidad. «Asumir cierto riesgo en las actividades lúdicas permite a los menores poner a prueba sus habilidades y estrategias perceptivas, motoras o cognitivas», afirma. Ello genera en los menores una adaptación al medio y una mejor resolución de las situaciones problemáticas que se les plantearán a medida que van creciendo.

Dejar que corra riesgos

En su opinión, la sobreprotección viene de «una concepción errónea del mundo por parte del niño». El experto ahonda sobre esto explicando que las preocupaciones excesivas del entorno familiar indican al menor que el mundo está lleno de peligros. Esto, por un lado, y por el otro, la «privación de oportunidades para superar las dificultades resulta en unos niños carentes de autoconfianza». Por ello, Cano concluye que los hijos deben asumir riesgos –«conductas exploratorias», las denomina–, con el fin de obtener un desarrollo óptimo.

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