Polvo de gusano
Garzón aprueba cuatro nuevos alimentos humanos: grillos, saltamontes, larvas de escarabajo y polvo de gusano
Hace meses que se sospechaba, y por fin ha llegado la noticia: ese ministro al que le pirra el jamón ha tenido la desfachatez de aprobar una ley destinada a la promoción de nuevos alimentos para personas. Gracias a ella, y a la permisividad de la Unión Europea desde enero de este año, usted mismo podrá degustar alegremente grillos, saltamontes, larvas de escarabajo y polvo de gusano.
Bajo justificaciones imposibles, y porqué no decirlo, burdas, este Gobierno aprueba el consumo de insectos en su titánica tarea de hacer involucionar a la población española. Es evidente. Fíjense como es una auténtica campaña bien orquestada, están atacando por todos los frentes, y el de la alimentación no es inferior al resto. Desde el contenido de los libros de historia para escolares en los que el tirano Sánchez hace publicidad de sus campañas electorales sin recato, haciendo desaparecer de un plumazo la historia anterior a 1812, a la despenalización de insultos a la corona. De la pasividad contra la violencia que no les interesa denunciar, a la generación de un brutesco concepto de sexo. Y por supuesto, la falta de exigencia para formar a generaciones mejores, bajo el terrible lema de «se lo merecen todo». Y no, nadie se merece nada a no ser que haga algo por merecerlo. Estudiar cuesta, trabajar cuesta, ganarse la vida cuesta, y a veces, hasta respirar cuesta. Así que la vida es esfuerzo, y si le dicen otra cosa, le engañan. Pero ese es justamente el esfuerzo por el que la vida merece la pena.
Desde luego, la intención es evidente: no quieren que subamos a hombros de gigantes, quieren que cabalguemos sobre gusanos. Así se acorta el horizonte, así se piensa menos, así se nos domina mejor.
Y sí, admito que me digan que si las hormigas culonas (perdón) en Brasil, que si las langostas en Egipto, que si los ricos gusanos en Pekín… lo sé, lo sé, lo he visto con mis propios ojos. Todo eso es cierto. En muchos pueblos aún se siguen consumiendo insectos, ya sea a modo de tradición o como complemento de la dieta. Sin embargo, y debido a que Occidente hace milenios dejó este hábito, quizás la última vez fuera incluso en pleno Paleolítico, tengo algunos reparos que poner a esta ley.
Primero: en Europa el consumo de insectos no es una tradición. Segundo: culturalmente su consumo supone una regresión. De forma natural llevamos rechazando el consumo de insectos miles de años mediante una estrategia que es la del asco. Y el asco es esa desagradable sensación que nos protege de los posibles efectos dañinos de algunos productos. Así que si eliminamos una barrera que nos protege, nos sometemos a bajar el listón de la defensa, involucionamos.
Tercero, comer insectos puede presentar riesgos para la salud. Aunque ahora los interesados en venderlos traten de acallar los estudios anteriores, sepan ustedes que los insectos representan un riesgo muy real. Porque una cosa es que una tribu consuma en el marco de su dieta tradicional algunos gusanos que recolectan en la naturaleza, y otra que se produzcan masivamente en granjas.
Estos pobres bichos se crían en macro granjas, pero ¡qué sorpresa! Aún no he visto a nadie protestar por ello. Es la primera vez en la historia que se crían insectos masivamente y para el consumo humano, y ¿no se le ha ocurrido al ministro que también las supergranjas de gusanos o grillos ponen al gusano mismo en la terrible situación de sufrir maltrato animal? Porque se amontonarán, no lo duden, y hasta quizás no reciban luz suficiente o un adecuado aire limpio. Todo eso les puede pasar a los pobres animales. La evaluación del Comité científico de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) es demoledora al respecto: reflexiona y alerta sobre los riesgos microbiológicos, alergias, resistencias antimicrobianas, reacciones cruzadas con otros alimentos, transmisión de patógenos víricos, bacterianos, hongos, parásitos e incluso priones (agentes que causan enfermedad en los mamíferos como la enfermedad de las vacas locas).
Pero continuo, cuarto: no son tan ricos en aminoácidos esenciales como la carne, a pesar de que tengan proteínas. Es decir, no son la panacea a pesar de que traten de engañarnos con todo tipo de justificaciones. Y quinto, pero aquí no me explayo, porque me entenderán muy bien: ¿Imaginan el gustito que debe dar comerse un gusano, regodearse en un grillo o chupar un saltamontes? Seguro que es un factor cultural, pero no es ni un ápice menos importante.
Pues sí, que Garzón se dé al aperitivo de polvo de gusano untado sobre un crujiente canapé de saltamontes ojipláticos a la pimienta, pero ojo, que no pase la bandeja, que en este sector todavía defendemos, cultivamos y nos movemos en el ámbito de la civilización occidental. Todavía una buena chuleta sigue representando un auténtico regocijo en la mesa.