El lado más personal de Pilar Miró: sus problemas de corazón, su huida del altar y el gran amor de su vida

La mañana del 19 de octubre de 1997, Pilar Miró fue encontrada muerta por su hijo Gonzalo. Él mismo contó que su madre subió al piso superior del chalé que tenían en una conocida urbanización a las afueras de Madrid y allí se desplomó. Desaparecía así una de las mujeres más prolíficas del cine español. Famosa tanto por su trayectoria en Televisión Española como por sus éxitos en la pantalla, como El crimen de cuenca o El perro del hortelano, luchó contra los convencionalismos de la época hasta convertirse en una auténtica fuerza de la industria audiovisual española.

Sin embargo, aquel fatídico domingo de 1997 su corazón no pudo más. Llevaba más de dos décadas bombeando a contrarreloj debido a una insuficiencia cardiaca y que le hizo pasar por quirófano en dos ocasiones. Su primera vez a corazón abierto fue el 14 de julio de 1975. El resultado fue una prolongación de su esperanza de vida y una cicatriz que le atravesaba el pecho y denostaba cierta resistencia inquebrantable. En la segunda operación, que duró cinco horas, tuvieron que sustituirle las válvulas encontradas años atrás. Desde entonces, su salud se debilitaba a pasos agigantados.

Tanto que Manuel Román certificó ante la prensa que el declive físico que terminó con aquel infarto se debió al estrés causado por la realización televisiva del enlace de Urdangarin y la Infanta Cristina y que fue justo dos semanas antes de su fallecimiento.

Sin embargo, las verdaderas cicatrices que arrastraba no siempre fueron físicas. Siempre discreta, nunca quiso que su vida personal estuviera en la primera plana de las revistas del corazón. Sin embargo, cuanto más hermética se mostraba más interesaban sus idilios personales.

Su primer gran amor fue Claudio Guerín, con quien vivió un romance que terminó de forma abrupta cuando el director de cine falleció en el rodaje de la película La campana del infierno. Fue en la localidad gallega de Noia. Cayó desde la torre de una iglesia cuando daba instrucciones a su equipo técnico para rodar la última escena de la película.

Su desaparición causó a Pilar Miró un comprensible dolor. Poco después, vivió un intenso noviazgo con el actor Álvaro de Luna, un especialista de cine que terminó siendo popular por la serie Curro Jiménez. La cineasta alquiló un apartamento en la zona norte de Madrid, en la calle Doctor Fleming, que convirtió en su nidito de amor. Álvaro y ella encontraron, después, un piso donde residir en el madrileño Parque de las Avenidas. Tanto que fijaron fecha para su boda, pero un mes antes de que se produjese, Pilar le dejó plantado y acabó la relación.

Notables también fueron sus romances con Adolfo Marsillach, Mario Camus o Eduardo Sotillos. Aunque la crónica popular siempre recordará su idilio con José Luis Balbín. En muchos de sus guiones, de hecho, reflejaba sus propias vivencias con algunos de ellos. Poco antes de comenzar a rodar Gary Cooper que estás en los cielos se quedó embarazada. Su hijo Gonzalo, al que consideró el gran amor de su vida, nació un 13 de febrero de 1981 y nunca revelaría la identidad del padre.

Su amiga Fiorella Faltoyano contaba en sus memorias que «no mantenía una relación estable, no quiso saber nada del tema y Pilar nombró ante notario unos tutores para su hijo por si a ella le ocurría algo»: Blanca Álvarez, Jesús Martín, que fue director de Televisión Española durante la etapa de Pilar como directora general, y Felipe González, con quien mantuvo una relación de amistad de décadas. «Nos planteamos incluso que Gonzalo viniese a mi casa», cuenta González. Sin embargo, la idea no llegó a buen puerto «para Gonzalo no tenía ningún sentido, él no quería ni estar bajo tutela».