Crónica Social de la Semana
Lo que se esconde tras el destierro de Anne Igartiburu de TVE
A la niña bonita de la cadena pública le arrebataron primero su programa diario Corazón y ahora prescinden de ella en las Campanadas tras 17 años en lentejuelas en la Puerta del Sol
Uno nunca sabe qué se oculta tras la perenne sonrisa de Anne Igartiburu ante las cámaras. La niña bonita de TVE creó a finales de los noventa un género en sí mismo, el del corazón amable lejos del fango que hoy invade Mediaset. Durante 25 años se coló a diario en los hogares españoles con ese archifamoso «Hola, corazones», programa ya cancelado que solo mantiene su versión de fin de semana. Ahora le arrebatan el puesto más goloso para cualquier presentador y la apartan de las Campanadas tras 17 años en lentejuelas bajo el reloj de la Puerta del Sol. TVE ha firmado el destierro de Anne Igartiburu. La presentadora se embolsaba unos 300.000 euros anuales por su contrato, Campanadas y patrocinios aparte.
A la hora de buscar las causas, la sencilla sería coger las audiencias del último año cuando la cadena pública firmó su peor dato frente al exhibicionismo marca Pedroche. Parece que hay más.
El coqueteo de Igartiburu con otras cadenas, especialmente Antena 3, parece no haber sentado bien. Se ocultó tras la máscara en la última edición de Mask Singer y suena como concursante de la próxima edición de Tu cara me suena. En Telemadrid conduce el espacio 10 momentos, que ha renovado por una segunda temporada. Ahora bien, ¿qué fue antes los huevos o la gallina? Hay quien sostiene que no le quedó otra que buscarse la vida fuera de TVE, ante los constantes desplantes de la cadena pública.
El victimismo de los Sussex
Aplaudo la decisión del ministro de Empleo británico, Guy Opperman, al pedir un boicot a la serie del Príncipe Harry y Meghan Markle en Netflix para que no se consuma y se despeñe en las audiencias. Me temo que no lo va a conseguir porque la campaña publicitaria ha sido atronadora y muchos la hemos visto ya, pero hace bien en calificar a la pareja como irrelevantes para el país y sin duda, dos personas muy problemáticas. El Rey Carlos III está tardando en retirarles sus títulos de duques de Sussex.
Durante tres horas, vemos a un matrimonio quejica, explotando su victimismo por el supuesto acoso de la prensa y el eterno fantasma de Lady Di sobrevolando. Y si tantas ganas tienen de que les dejen en paz y que nos olvidemos de ellos, ¿para qué graban una serie para Netflix? Meghan intenta responder esta cuestión al principio del primer episodio, alegando que como los que no les conocen tratan de contar su verdad, lo van a hacer ellos en primera persona. Quizá hubiera sido más sincera hablando de los cien millones de dólares que se han embolsado por arremeter contra la Familia Real, dibujándola como una institución anacrónica y racista.
La actriz de segunda roza el ridículo y la ignorancia vanagloriándose de que tuvo que buscar el himno británico en Google. Pero quizá la escena más lamentable sea la que escenifica cómo fue su primer encuentro con la Reina Isabel II, burlándose de la reverencia e inclinando la cabeza prácticamente hasta el suelo. Por lo demás, poca novedad, porque aquí la campanada la dio Oprah Winfrey con su entrevista dejando para Netflix los restos de un material que solo incide en sus lamentos de siempre.
Victoria Federica, lejos de Zarzuela
Victoria Federica de Marichalar forma parte de esa generación nini que ni estudia ni trabaja. La universidad no la pisa y aún me cuesta creer que ir a fiestas y compartirlo en Instagram pueda llamarse trabajo, independientemente de los ingresos que pueda generar. Esta semana se ha publicado que se había mudado a La Zarzuela con su abuela Doña Sofía ante la mala relación con su madre, la Infanta Elena.
La información sonaba un tanto inverosímil como efectivamente se confirmó unas horas más tarde. Desde Casa Real desmentían a El Debate que hubiese abandonado la casa de su madre, en el barrio del Niño Jesús, para instalarse en Zarzuela. Mientras, al margen de la polémica, ella se calza los esquís y baja laderas en Andorra.