Las 5 confesiones más íntimas de Isabel Preysler en su documental
Leyenda viva del papel cuché, abre las puertas de su casa de Puerta de Hierro para un especial navideño de Disney+
Cuando Isabel Preysler pisa un photocall, el murmullo de redactores y fotógrafos se silencia para dar voz a una mujer que durante más de medio siglo ha disparado la venta de revistas. Anfitriona de fiestas, imagen de varias marcas y dueña de su propia línea de belleza, nunca ha dejado de ser noticia.
Este lunes, atendía a la prensa en el hotel Ritz de Madrid para presentar su documental de Disney+, grabado en su casa de Puerta de Hierro. «Se han metido literalmente hasta en la cocina», declaraba. Isabel ha confesado que no tiene la misma destreza que sus hijos al ponerse frente a las cámaras de televisión. Una percepción personal que realmente no se traslada a la realidad.
Durante los 80 minutos de programa, vemos a Isabel tomando el desayuno, a base de pomelo y agua de Jamaica, y sí confiesa abiertamente que se maquilló para grabar esta escena, aunque estaba recién levantada. Aparece practicando yoga con su entrenador personal, llamado Blas, o de camino al centro de belleza Massumeh. Sus hijas Ana Boyer y Tamara Falcó aparecen directamente en escena, mientras que Chábeli y Julio José Iglesias entran por videollamada. De sus tres maridos, es Miguel Boyer el que más protagonismo acapara, ya que relata cómo fueron sus últimas Navidades en Puerta de Hierro, ya enfermo.
- Sobre el paso del tiempo. «Es un horror envejecer, pierdes facultades y pierdes agilidad, no solo física, también mental. Lo que no me importa es morir, porque eso lo comprendo, pero envejecer es una lata».
- Ante la adversidad. «Intento hacerme la fuerte y creo que lo soy. Hay momentos en la vida en los que pienso en que no sé cómo hacerlo, como cuando Miguel (Boyer) enfermó. En unos segundos, tu vida cambia. Recuerdo dormir por la noche y despertar sin creer que eso estuviera pasándome».
- Relación con el servicio. «Ramona es la cocinera de mi casa y sabe todo de todos, es el corazón de la casa. El chófer es muy importante; Rafael es de mi confianza absoluta. Elías es otro asistente, vino más tarde, se integró perfectamente y le queremos muchísimo. Son parte de la familia y hacen que tenga buen ambiente la casa. La gente que viene me lo dice».
- Su llegada a España. «Vine con 18 años sin ganas, porque yo tenía un noviete filipino que a mis padres no les gustaba absolutamente nada. Había un cura que venía a casa todas las semanas y mi madre le hizo hablar conmigo porque mis padres habían decidido mandarme a Madrid. Me dijo 'si dentro de dos años sigues enamorada y te quieres casar con él, yo lo haré, pero primero vete a España'. Y así hice».
- La importancia de la soledad. «Busco y necesito siempre esa soledad. No es fácil y algunas parejas no lo comprenden, pero para mí es una cosa imprescindible. Llegas a una edad en la que dices 'mira, voy a disfrutar solo las cosas que verdaderamente encuentro que merecen la pena».