La Reina Camila y el círculo católico de la monarquía británica
Existió un debate sobre lo que suponía que el heredero a la Corona se casara con una mujer de fe católica
El 18 de diciembre de 2004, dos meses antes de que se anunciara la segunda boda de Carlos de Inglaterra, Boris Johnson, entonces editor de la revista política The Spectator, publicó un editorial titulado «Dejad que se casen» en el que afirmaba que Camila Parker Bowles era católica. En aquellos años existía un debate sobre el problema que suponía que el futuro Rey se casara con una mujer divorciada; el entonces arzobispo de Canterbury era contrario a la boda pues además esa relación le había llevado a la ruptura del matrimonio con Diana. Pero en aquella polémica nada tenía que ver el catolicismo de Camila al que se refería Johnson. El editorial decía textualmente: «hay una cuestión constitucional que resolver. Camila es católica. El Príncipe de Gales, en cambio, sucederá a su madre al frente de la Iglesia de Inglaterra. (…) La integración de un católico romano en la familia real es algo a lo que accederíamos gustosamente.»
La información que veía la luz aquellas Navidades era tan relevante para la Corona, el sistema constitucional y el establishment británico que el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad King´s College London, Robert Blackburn, le envió una carta al Secretario Privado de la Reina dos meses después interesándose por las consecuenticas jurídicas de la catolicidad de Camila. A los pocos días la respuesta «igualmente educada» que obtuvo fue: «La Señora Parker Bowles es miembro de la Iglesia de Inglaterra por lo que la cuestión constitucional sobre la que llama la atención en su carta no se plantea.» Así zanjaba el tema Buckingham Palace en aquel momento pues el llamado «Triángulo de oro»- Downing Street, Consejo de Ministros y Buckingham- ya había dado el visto bueno al matrimonio después de que Carlos manifestara que Camila era un asunto «non negotiable». Curiosamente días más tarde de que el profesor Blackburn enviara la carta y dos meses después de la publicación del editorial en The Spectator, Clarence House anunciaba la boda. Casualidad o no, tras años de campaña de relaciones públicas para cambiar la imagen que los ciudadanos tenían de ella –«Project Queen Camila»-, se evitaba otro nuevo debate de gran calado que hubiera complicado aún más los planes de boda y el deseo del entonces Príncipe de Gales de que Camila llegase a ser Reina.
Años de supuesta inhabilitación
Aunque hasta ese momento el supuesto catolicismo de Mrs. Parker Bowles no había trascendido a la prensa, lo más grave era que le impediría a Carlos acceder al trono, dando argumentos a los que preferían que tras la muerte de Isabel II la Corona recayese directamente en el Príncipe Guillermo. La cuestión constitucional que había que acometer era la derogación de algunas de las cláusulas de la Bill of Rights de 1688 y el Act of Settlement de 1701 que excluían de la Corona a cualquier católico o a quien se casara con un «papista» -como los anglicanos denominan a los apostólicos romanos- y que se aprobaron a raíz de la Revolución Gloriosa que forzó la abdicación del católico Jaime II. Las disposiciones anticatólicas que permanecían en la Constitución no codificada de Reino Unido sólo prohibían al heredero casarse con una católica pero no con una persona de cualquier otra religión.
Pero ¿cuál era el vínculo de Camila con la Iglesia católica? En 1973 contrajo matrimonio apostólico con Andrew Parker Bowles, un oficial del ejército, católico, que había estudiado en Ampleforth College, un colegio benedictino, el Eton de las élites católicas junto a Stonyhurst College de los jesuitas. Los hijos de Camila, Tom y Laura, fueron bautizados en el seno de la Iglesia romana y criados como tales. Posiblemente Camila asistiría a la misa dominical en familia y su hija Laura estudió en el colegio de Santa María de Shaftesbury, en Dorset. No obstante, la catolicidad de quien ha llegado a ser Reina podría haber sido una elucubración de Boris si no hubiera ocurrido un hecho relevante. Ocho años después de la boda de Carlos y Camila, en abril de 2013, cuando el Príncipe Guillermo y Kate Middleton esperaban su primer hijo, el Parlamento aprobó la Ley de Sucesión a la Corona para suprimir la prevalencia del varón sobre la mujer. En ese momento, nueve años antes de que Carlos accediera al trono, de manera extraña se aprovechó la oportunidad para derogar las disposiciones legales que inhabilitaban para la sucesión a la Corona a quienes «se casen con una persona de fe Católica Romana». Además, se hacía con efecto retroactivo, lo que permitía a Carlos reinar en caso de que alguien adujera que Camila era católica.
¿Era una «Ley Camila»?
El pasado mes de enero, cuatro meses antes de la «gloriosa» coronación de Carlos y Camila, como la calificó el Arzobispo de Canterbury, el profesor Blackburn publicó un artículo académico titulado «Dejad que se casen: el curioso caso de la supuesta inhabilitación de Carlos al trono por Camila», donde recogía la tesis de Boris y exponía que el Crown Act de 2013, que incluía la novedad de que el heredero pudiera casarse con una católica, «fue aprobada a toda prisa por el Parlamento. El Gobierno solo permitió dos sesiones en la House of Commons sometiendo a la guillotina su debate y escrutinio». A pesar de la importancia de las fases de segunda lectura y de comisión parlamentarias, ambas «se tramitaron rápidamente el mismo día.» El profesor apuntaba: «el número de personas con posibilidad de suceder en el trono es extremadamente pequeño. ¿Era esta específicamente una «Ley Camila» para evitar cualquier reclamación o barrera a que Carlos se convirtiera en Rey debido a su matrimonio en 2005?»
Durante aquel apresurado debate parlamentario en 2013, el diputado conservador Jacob Rees-Mogg, un católico tradicionalista que más tarde fue ministro del gabinete de Boris Johnson y líder de los comunes, protestó, tal y como hemos podido comprobar en las actas parlamentarias: «estamos debatiendo lo que puede ser la cuestión constitucional más importante a la que la Cámara haya prestado atención jamás, a saber ¿quién será nuestro soberano? ¿Quién será elegible para recibir quizás el cargo más importante del mundo? (…) como si fuera una medida de emergencia para combatir un atentado terrorista o una pandemia». Lo más llamativo es que según la ley anticatólica vigente cuando Carlos contrajo matrimonio con Camila hasta 2013 en que se derogó, pasaron ochos años en los que el entonces Príncipe de Gales hubiera podido ser legalmente inhabilitado para suceder a su madre. No obstante, la monarquía tiene muchos otros recursos porque como dice Blackburn «¿cuál es la prueba legal para ser “papista? (…) Una persona puede decidir su fe con total libertad, ya sea anglicana, musulmana, católica o budista de un día para otro».
Vestigios anticatólicos
Muestra de los vestigios anticatólicos que aún perduraban en Reino Unido es que Boris, aunque había sido bautizado católico, se pasó a la Iglesia de Inglaterra en su etapa de estudiante en Eton posiblemente para facilitar sus aspiraciones políticas. Y Tony Blair prefirió esperar al término de su mandato en 2007 para pedir su admisión en la Iglesia católica, un proceso de conversión que propició su esposa y en el que estuvo acompañado por John Walsh, capellán de la Royal Air Force que durante varios años le había proporcionado al Primer Ministro lecturas del teólogo Ratzinger. Para que el nieto mayor de la Reina Isabel, Peter Phillips, hijo de la Princesa Ana, no perdiera sus derechos al trono, Autumn Kelly, con la que se casó en 2008, tuvo que renunciar a ser católica y hacerse anglicana, aunque años más tarde se divorciaron. En cambio, el Príncipe Michael de Kent, primo hermano de Isabel II, tuvo que renunciar a sus derechos dinásticos al contraer matrimonio en 1978 con la baronesa alemana Marie-Christine von Reibnitz, católica; derechos que le fueron revertidos a partir del cambio de la ley en 2013.
Cuando le preguntamos a Sarah, la sacristana de la Capilla de San Jorge en el castillo de Windsor, si cree que la Reina Camila es católica, se ríe y afirma que «eso sólo pueden saberlo las personas de su círculo más íntimo». Quizás Boris, el único Primer Ministro que durante su mandato se ha casado con una católica, es uno de ellos. En cualquier caso, Camila no sería la única católica de esta monarquía vinculada a un anglicanismo que está en sus horas más bajas. La Duquesa de Kent, Catalina Worsley, esposa de Eduardo, Duque de Kent, primo hermano de Isabel II, se convirtió al catolicismo en 1994. El menor de los tres hijos del matrimonio, Nicolás Windsor, siguió los pasos de su madre y el primogénito, Jorge Windsor, Conde de St. Andrews, está casado con una católica, Sylvana Tomaselli. El Duque de Norfolk, Edward Fitzaland-Howard, que cuenta con la prerrogativa histórica de organizar las grandes ceremonias reales como fueron el funeral de Isabel II y la coronación de Carlos III, pertenece, al igual que sus antepasados, a la Iglesia católica romana. Incluso la hermana de Isabel II, la Princesa Margarita, que pertenecía a la High Church, también llamados anglo-catholics por ser el sector de la Iglesia anglicana más próximo a la Iglesia católica, consideró la posibilidad de convertirse y visitó en numerosas ocasiones al Papa Pío XII. Como recoge Andrew Morton en Elisabeth&Margaret, «la influencia de un alto funcionario, Derek Jennings, que se convirtió al catolicismo y más tarde se hizo sacerdote, estuvo cerca de causar una ruptura real». Y Noel Botham, en su libro Margarita: La última Princesa Real, afirma que no se convirtió al catolicismo por lealtad a su hermana. También un capellán de Isabel II, Gavin Ashenden, se convirtió hace unos años al catolicismo por la deriva de la Iglesia anglicana.
La nueva ley también podría beneficiar a la Princesa de Gales. Aunque Kate Middleton se confirmó en la Iglesia anglicana antes de contraer matrimonio, a los pocos meses de nacer el Príncipe Jorge eligió como cuidadora del heredero a la española María Teresa Turrión Borallo, una mujer de convicciones católicas a la que sus conocidos en Palencia llaman «Coco» y cuyo único hermano es diácono. Si la esposa del monarca y los consortes de los herederos al trono pueden ser católicos, al comprometerse a educar a sus hijos en esta fe, requisito en los matrimonios mixtos, se abren las puertas a que el futuro Rey sea católico. Ser Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra es un título que, aunque tiene una importancia simbólica, tampoco puede ser subestimado. A pesar de que actualmente un católico romano no puede acceder a la Corona, quién sabe si en el futuro se llegue a suprimir ese último vestigio legal y podamos volver a ver a un monarca católico en el Reino de Inglaterra.