
Kitty Spencer, este jueves, en un evento en Madrid
Por qué calló Lady Kitty, en Madrid, al oír el nombre de su tía Diana de Gales
Fue mencionar a su tía y se le cerraron los labios, hay quién sugirió que les han pedido que no hablen de la Royal Family
A la hora que más llovía en Madrid, Lady Kitty Spencer, modelo y sobrina de Diana de Gales, le entregaba una luna de cerámica a la mujer más poderosa de la prensa española, Benedetta Poletti. Rayos, truenos y el río Manzanares desbordado a su paso por el monte del Pardo, donde viven los parientes de sus primos hermanos Guillermo y Harry, los Reyes de España. Ella fue la madrina de la entrega de los diez reconocimientos del llamado Reto Pelayo, a personas comprometidas con la investigación y la visibilidad del cáncer.
Cuando murió su tía Diana Spencer, Lady Di, Kitty tenía seis años pero dicen que era su sobrina favorita, al ser la primera de los siete hijos de tres matrimonios diferentes, que tiene su hermano, de los que sólo conoció a los tres primeros. Fue mencionar a su tía y se le cerraron los labios, hay quién sugirió que les han pedido que no hablen de la Royal Family. No le importó comentarme que el traje era un diseño de sus amigos Dolce & Gabbana, que acababa de llegar de Milán, que no pasaba el fin de semana en Madrid, aunque volverá pronto, que le encanta España, pero no supo decirme qué concretamente y que no tenía frío con el etéreo traje que le cubría su estupendo cuerpo.
El lugar elegido para el evento, Ovillo, una antigua fábrica de marroquinería en el madrileño barrio de Ciudad Jardín, no fue baladí porque su cocinero Javier Muñoz-Calero, que va por libre en los menús y se guía por lo que haya en el mercado, emplea a jóvenes de la fundación Raíces. Y por cierto, estaba colmado de orgullo y satisfacción porque el lunes en Tenerife le entregaron un Sol de la Guía Repsol.

Kitty Spencer, en Madrid

La Princesa Lady Di
Éramos unos setenta invitados con las conversaciones más variopintas. En mi mesa, por ejemplo, con Ana, una hija del entrenador Radomir Antić, se habló de fútbol y el maquillador de las estrellas, Moncho Moreno, el único hombre, no podía estar más feliz, dentro de su sufrimiento por ser del atlético de Madrid. Él y Anabel Martín, otra de las comensales, saben que han nacido para sufrir. Marta Barroso, sin embargo, estaba más sensible con el tema. De hecho iba con un traje en la gama de la bandera de su equipo como apoyo en la debacle. Con la llegada de la ensalada de bogavante, Moncho nos contó cómo fue maquillar a las princesas de la Casa Real jordana para la boda de una de ellas. Fue por un día, en el avión privado, y se quedó siete. Luego, se casó con Berta Martí, la creadora de la marca Pôete, empezaron a tener hijos, van por cuatro y ya se ha retirado. Es un matrimonio hiperactivo, no por los hijos, que también, sino por la visión de negocio. Ahora están triunfando con su propia línea de cuidados para el pelo y en especial, en la mesa, se habló del Bond, que, por lo que contaban, debe de ser la bomba.
En fin, una noche muy solidaria, muy elegante, muy llovida, con el Manzanares desbordado y con el espíritu de Lady Di en el ambiente. Y con Lady Kitty recomendándonos la promoción del ejercicio físico y de los hábitos de vida saludables durante el tratamiento y también después. «La importancia de las revisiones médicas periódicas para facilitar la detección temprana de la enfermedad. El valor del trabajo en equipo».
Y, por último, pero no menos importante: El mensaje de esperanza de que, tras sobrevivir al cáncer, la vida no ha hecho sino comenzar. Era relajante escucharla con su perfecta dicción inglesa, tan «lovely» y con Zeus, el señor del rayo y el trueno provocando la cólera del cielo.