Serie histórica (III)
La Sentencia Arbitral de Guadalupe: el fin de las guerras remensas
Este pacto es uno de los más importantes de la Edad Media tanto en España como en Europa. Es un antes y un después en la manera de relacionarse los señores con los campesinos
La Sentencia Arbitral de Guadalupe es uno de los pactos más importantes de la Edad Media, ya no solo en España, sino a nivel Europeo. Es un antes y un después en la manera de relacionarse los señores con los payeses. Se puede considerar como el inicio de la Edad Moderna, por lo que respecta a los cambios que se producirían en esta época. Debemos considerarla un hecho muy importante históricamente hablando y que cambió el futuro.
Con la Sentencia Arbitral el rey Fernando el Católico daba por extinguidos los malos usos, los abusos consuetudinarios y otros que perjudicaban a los remensas. Los liberó de la adscripción a la tierra y se les permitió disponer de los bienes muebles, y que se mantuvieran en las tierras como enfiteutas. Seguían sujetos a los censos, laudemios, diezmos, primicias y particiones sobre el fruto de las cosechas. Se podían redimir los malos usos mediante compensaciones económicas a los señores. La sentencia amnistiaba los agricultores de su participación en los desórdenes anteriores. La sentencia posibilitó un aumento de las explotaciones agrícolas y dejó las manos libres a los agricultores para dedicarse a otras tareas relacionadas con la industria y el comercio.
Las guerras remensas no fueron una guerra de clases
Se tomaron una serie de medidas para compensar las pérdidas económicas que sufrirían los señores feudales. Fernando el Católico ordenó que los remensas pagarían 50.000 libras barcelonesas pagaderas a lo largo de 10 años. Con esto se compensaba a los señores y se hacía justicia.
La Sentencia tenía una trampa. Poco tiempo después de firmar la sentencia el rey Fernando el Católico hizo llegar a Cataluña una cédula que contenía el nombre de los condenados a muerte por descuartizamiento y en confiscación de bienes. Si bien la sentencia eximía a los remensas, no así a sus jefes. Es decir, los caudillos de la rebelión, los que habían matado, robado, habían encarcelado a gente y quemaron iglesias, así como los que les dieron favor, consejo y ayuda, tenían que morir. El rey tenía el privilegio de poder conmutar la pena. En total 70 personas tenían que pagar sus culpas. Los remensas protestaron y, tras largas discusiones, sólo se consumó la muerte de dos: Joan Serinyà y Pere Joan Tria.
Si bien es cierto que lograron la abolición de los malos usos y una incipiente libertad, aun dependían de los señores feudales
Una vez firmada la sentencia los síndicos volvieron a Cataluña y comenzaron a convencer a los remensas para que la firmaran. No fue una tarea fácil. Ahora bien, se puede decir que en el año 1488 todos lo habían aceptado y entró en vigor. Ahora bien, ¿qué ganaron los remensas con la sentencia? Una estabilidad. Si bien es cierto que lograron la abolición de los malos usos y una incipiente libertad, aun dependían de los señores feudales. La tierra era de ellos. Podían comerciar con los productos. Se equilibraron los poderes. Sin embargo, el estamento político seguía siendo el mismo y no se entregarían del yugo señorial hasta muchos años después. Como escribe Ferran Soldevila: «En la lucha de tendencias democráticas y urbanas que hacía siglos pugnaban con éxito para sobreponerse al fondo aristocrático y feudal de la primitiva Cataluña, la liberación de los payeses es una de las últimas pero de las más importantes conquistas».
La redención de los remensas es uno de los hechos más trascendentales de la historia de Cataluña
Gracias a la Sentencia Arbitral de Guadalupe Cataluña se convirtió en la primera región de Europa –donde el régimen feudal había imperado plenamente– que rompía los lazos de ignominia en que se debatía una parte de sus clases rurales. Rovira i Virgili sobre el particular escribió: «La redención de los remensas es uno de los hechos más trascendentales de la historia de Cataluña, que influyó en su prosperidad posterior. Cataluña fue el único país de la Península que tuvo una clase rural con arraigo en la gleba, un payesia rica, libre y culta».
Por lo que respecta a las instituciones políticas las cosas no fueron mejor. La Diputación del General sufrió un fuerte desprestigio al acabar la guerra, no tan solo por haber sido el bando perdedor, sino porque concentró las críticas de todos los sectores. Económicamente, la Diputación del General estaba exhausta y no pudo devolver los préstamos que le habían concedido el Consejo de Ciento y también particulares. Cataluña, con una estructura social malograda, con un Estado que no podía competir con otras potencias europeas y con la potenciación de Castilla por la conquista y comercio en América, quedó en desventaja. A partir del siglo XVI Barcelona no continuaría siendo una ciudad grande e importante en el nuevo marco político y comercial, ni la potencia decisoria del periodo medieval. Como vemos las guerras remensas fueron algo más que un enfrentamiento entre payeses y señores feudales.
Las guerras remensas no fueron una guerra de clases. Fue una lucha como consecuencia de dos hechos diferenciados, pero unidos en el tiempo. Por una parte el sistema feudal había quedado desestabilizado por dos factores: una profunda crisis económica y la peste que diezmó a miles de europeos. Por otra parte, tanto Juan II como Fernando el Católico, necesitaban desairarse de los límites políticos que le imponían el pactismo y afirmar su potestad en un territorio fragmentado en un sinfín de jurisdicciones señoriales. De ahí la importancia de las guerras remensas dentro de la historia de España y Europa.