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Félix de la Caridad Carvajal y Soto

Félix de la Caridad Carvajal y Soto

Picotazos de historia

Perdió el maratón de 1904 por unas manzanas verdes

Félix de la Caridad Carvajal y Soto se puso en cabeza y mantuvo una holgada distancia con el segundo, pero llevaba unas 40 horas sin comer y empezó a desfallecer. Un manzano sobre un ribazo junto a la carretera le pareció su salvación y se llevó cinco manzanas que devoró

La prueba de Maratón de los Juegos Olímpicos de 1904 de Saint Louis está considerada como de las más disparatadas de la historia y hablaré de ello en otro artículo, aquí quiero presentarles a uno de los participantes que merece atención aparte.

Félix de la Caridad Carvajal y Soto nació en Cuba en 1875, siempre vivió a medio camino entre la pobreza y la miseria, malviviendo en trabajos esporádicos como portero de hotel, cartero, hombre anuncio, etc. Pero fue un gran andarín, un atleta nato. Ya con 15 años derrotó a Mariano Buelsa, famoso corredor pedestre y pionero en España de estas actividades. A Félix le animaron a participar en los Juegos Olímpicos, consiguió el dinero de donaciones privadas paseándose por La Habana con una camisa que ponía: Coopere con un atleta que quiere participar en la Olimpiada de San Luis (un error muy común es confundir Juegos Olímpicos con Olimpiada. La Olimpiada u Olimpiadas es el periodo de tiempo existente entre dos Juegos Olímpicos).

Con el dinero se embarcó y partió hacia Estados Unidos. Parece que la ciudad de Nueva Orleans, llena de casas de juego y tentaciones de todo tipo, le dejó sin blanca, por lo que tuvo que hacer el trayecto a St. Louis a pie (unos 1100 kilómetros). Llegó justo a tiempo para inscribirse. Se presentó en la línea de salida con ropa normal y botas de cuero (las que le habían llevado hasta allí), ya que no tenía ropa de competición. Afortunadamente, alguien se apiadó de él y con unas tijeras le dejaron más o menos aceptables.

Félix rápidamente se puso en cabeza y mantuvo una holgada distancia con el segundo, pero llevaba unas 40 horas sin comer y empezó a desfallecer. Un manzano sobre un ribazo junto a la carretera le pareció su salvación y se llevó cinco manzanas que devoró. Lamentablemente, estaban verdes y le provocaron unos terribles cólicos con diarrea que le pusieron al borde de la inconsciencia. A pesar de todo consiguió llegar en cuarta posición. Su aventura para volver a Cuba, como diría Kipling, «Eso ya es otra historia».

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