Campesinos contra Felipe IV: la revuelta que tiñó de sangre Cataluña
El año 1640 fue un año decisivo y de graves consecuencias, sobre todo a partir del mes de mayo, en el que se produciría un alzamiento generalizado de toda la población de los condados catalanes contra la movilización y permanencia en la región de los tercios
Era un 7 de junio de 1640. Por una Barcelona amurallada entraban 400 segadores para no ser controlados. Eran trabajadores eventuales y procedentes del Delta del Llobregat. En un primer momento la tranquilidad fue la tónica de aquella concentración. Sin embargo, a las 9 de la mañana uno de los segadores tuvo un altercado con un servidor de uno de los alguaciles reales. Como consecuencia de ello, el segador quedó herido. Aquello provocó que el resto de los segadores se amotinaran, intentando quemar el palacio del virrey, quemaron varias casas nobles y de juristas de la Audiencia. Además, mataron a 11 personas. Entre ellas a Dalmau de Queralt y Codina, conde de Santa Colom de Queralt.
Aquellos hombres protestaban contra el régimen señorial, el asentamiento de tropas y el incremento de impuestos. Delante del palacio del virrey gritaron vivas al Rey y muerte al mal gobierno. El virrey, en su huida, fue interceptado por los segadores en una playa, delante del castillo de Montjuic donde, herido y extenuado, fue apuñalado sin poder huir.
Hubieran podido perdonar el levantamiento de los segadores, pero no la venganza contra el virrey de Cataluña
El 11 de junio de 1640 las autoridades consiguieron que abandonara Barcelona bajo el pretexto que Gerona estaba a punto de ser atacada por los tercios –tropas que estaban luchado contra Francia desde el 1635– y se tenía que defender. Los tercios, como consecuencia de la guerra se movían por el Principado, pero en son de paz. No luchaban contra los catalanes. Sólo buscaban cobijo. Encontraron cerradas las puertas de Sant Feliu de Pallerols y Santa Coloma de Farners. Aquel rechazo hizo que uno de los alguaciles muriera. Los tercios represaliaron aquella muerte el 3 de mayo de1640 en Riudarenes y el 14 de mayo en Santa Coloma de Farners. Lo que era un acto pacífico se convirtió en un alzamiento armado de los campesinos de Gerona, Ampurdán, Valles, Osona y Ripollés.
Si, como hemos visto al hablar del impuesto quinto y la Unión de Armas, la relación del Principado con la Monarquía estaba rota, aquellos actos aún marcaron más el distanciamiento. La Corona no les perdonaba la muerte del conde de Santa Coloma. Hubieran podido perdonar el levantamiento de los segadores, pero no la venganza contra el virrey de Cataluña.
Los hechos ocurridos el 7 de junio del 1640 podía haber pasado sin pena ni gloria. El Rey hubiera ajusticiado a los asesinos del conde de Santa Coloma y todo habría pasado sin pena ni gloria. Sin embargo, como ocurre muchas veces, aquellos hechos se ensalzaron en la segunda mitad del siglo XIX. Una serie de obras mitificaron aquel día. ¿Cuáles? La novela El Corpus de Sang de Manuel Angelón (1857), el poema Nit de Sang de mosén Cinto Verdaguer (1866), el drama Els Segadors de Frederic Soler Pitarra (1876), o el folleto El Corpus de Sang de Antonio Rovira y Virgili (1932).
La guinda de pastel fue Els Segadors. Un himno reivindicativo y guerrero. Existen dos letras. La primera es la de un romance del siglo XVII que recogió Manuel Milà i Fontanals en su Romancillo catalán (1882). La letra actual es de Emili Guayavents, que la escribió para un concurso convocado por la Unión Catalanista. Este fue organizado para buscar una letra adaptada al romance. De todas las obras presentadas ganó la de Guayavents. Esto ocurría en el 1882. En el 1892 el compositor Francesc Alió adaptó una melodía ya existente. El himno no tuvo el recibimiento esperado. Valentí Almirall dijo que era un canto de odio y fanatismo. Sin embargo, cuando lo cantó el Orfeó Català se convirtió en un himno nacional del incipiente nacionalismo de finales del siglo XIX. El 25 de febrero de 1993 el Parlament de Cataluña lo declaró himno nacional.
El odio y fanatismo que decía Valentí Almirall lo encontramos en el siguiente texto. La letra actual dice: «Bon cop de falç! Bon cop de falç defensors de la terra! Bon cop de falç!» (¡Buen golpe de hoz! ¡Buen golpe de hoz defensores de la tierra! ¡Buen golpe de hoz!). El romance original decía: «Segueu arran. Segueu arran que la palla va cara. Segueu arran» (Segad de raíz. Segad de raíz que la paja va cara. Segad de raíz). Guanyavents cambió el sentido de la frase y lo convirtió en un acto revolucionario.
Como hemos visto el espíritu revolucionario estuvo marcado por varias muertes y los desplazamientos de los tercios. Al respecto John H. Elliot escribe que «los historiadores catalanes de tendencia nacionalista han tendido a cargar sobre el comportamiento de las tropas, toda la culpa de los incidentes. Esto es simplificar en exceso, tanto los incidentes en sí, como los motivos de los que participaron en ellos». Y Jaume Vicens Vives concluye diciendo que «hasta hace no mucho, sólo poseíamos una interpretación romántica, exclusivamente política, del alzamiento catalán de 1640». Hoy conocemos la verdad.