Agapito García Atadell: de asesino chequista a converso
Detenido durante la Guerra Civil, Agapito García Atadell, jefe de la Milicia Popular de Investigación, encontró la fe en los últimos meses de su vida y fue ejecutado tras pedir perdón por sus faltas
«Alto, de buena complexión» y con «buenas amistades», como la de Indalecio Prieto, son algunas de las cualidades de Agapito García Atadell que constan en la transcripción del consejo de guerra. Rosario Queipo de Llano lo describe como «un hombre de unos 36 a 40 años, fofo y grasiento. Llevaba grandes gafas de imitación de concha. Su aspecto y su calmosa manera de hablar no hacían sospechar los malvados instintos que se ocultaban bajo la capa hipócrita de aquel hombre perverso».
De profesión tipógrafo, Agapito trabaja en el Heraldo de Vivero, en la agencia Rostan y en los talleres de El Sol, La Voz y ABC, de donde es despedido por subversivo y agitador, escribiendo en El Proletario y La Antorcha. Entre el 17 de enero de 1922 y el 11 de septiembre de 1927 es detenido 8 veces, ingresando en prisión en varias ocasiones. Pero su actividad más conocida es la que lo sitúa en el entramado de las checas madrileñas, entre las que destaca la checa socialista de las Milicias Populares de Investigación de García Atadell, donde fueron «muy numerosos los asesinatos cometidos y los robos de importancia, acumulando un verdadero tesoro». Fue responsable de más de 50 asesinatos en su checa, a los que habría que sumar otros muchos de detenidos en ella pero ejecutados en otro lugar.
Piedad, «la monja» que se casó con Agapito
Agapito nace en Vivero en 1902 y es bautizado en la parroquia de Santa María de dicha ciudad. De joven toca el clarinete en una orquesta que actúa por las aldeas de la zona. En Vilaestrofe, en una de esas fiestas, conoce a Piedad, que estudia interna en el colegio de monjas Cristo Rey de Vivero, y empieza a cortejarla. A raíz de la relación con Agapito, a la que se opone la familia de Piedad, ella es enviada a Granada, Villanueva del Duque y Villanueva de Córdoba, a sendos centros de las religiosas de Cristo Rey. Piedad no llega a profesar como religiosa, si bien en su familia se alude a ella como «la monja». Agapito «rescata» a Piedad del convento y contraen matrimonio civil en Jove, el 11 de junio de 1934. Él tiene 32 años y ella 29.
Durante su matrimonio con Agapito, «Piedaíña», como él la llama según Agustín de Foxá, se mantiene fiel a sus principios religiosos, asistiendo a misa diaria, en ocasiones acompañada por su marido hasta la puerta de la iglesia. Pero ni en cuestiones religiosas ni en cuestiones políticas parece que coinciden entonces: Piedad vota a José María Gil-Robles (CEDA o Confederación Española de Derechas Autónomas) y Agapito pasa del socialismo al comunismo y de nuevo al socialismo.
La huida y detención de Agapito
A pesar de todo el poder y de los beneficios que le devenga su actividad de chequista, Agapito huye de España con Piedad en noviembre de 1936, llevándose todo el dinero y las joyas que pudo. Largo Caballero tiene idea de terminar con las actividades incontroladas como la suya, las tropas nacionales se aproximaban a Madrid y se repiten sus enfrentamientos con los comunistas, que quieren participar de sus robos y lo acusan de contrarrevolucionario por salvar en embajadas a gente de la derecha («liberaciones» que solían deberse al pago de cantidades de dinero por parte de los allegados de los detenidos).
Con documentación falsa, Agapito y Piedad embarcan, el 12 de noviembre en Santa Pola, en el crucero argentino 25 de Mayo con rumbo a Marsella, desde donde viajan en tren a Saint Nazaire, en la costa atlántica, para embarcar el 19 de noviembre en el Mexique. Tras hacer escala en Vigo y en La Coruña, el día 24 arriban al puerto de Santa Cruz de La Palma. Y aquí es detenido Agapito. Minutos antes de desembarcar, Piedad le entrega un crucifijo.
Agapito ingresa en la cárcel de Santa Cruz de Tenerife el día 24 de noviembre, siendo trasladado al ala de máxima seguridad de la prisión de Sevilla el 19 de diciembre. Piedad sigue sola hasta La Habana, para ir desde allí a Francia, donde vive un exilio de 19 años.
Cuando la fe se encuentra en la cárcel
El 30 de junio de 1937 y desde la cárcel de Sevilla, Agapito da consentimiento y poder de representación para contraer matrimonio religioso con Piedad, una «deuda pendiente» que tiene con ella. El 4 de julio, cuatro días después de conocer su sentencia a muerte por un delito de rebelión militar, le escribe a Piedad: «Ya sabes, pues, mis intenciones. Si algo ocurriese te dejo la más completa libertad para que adoptes el estado que más convenga a tus inclinaciones y sentimientos». Y Piedad opta por el matrimonio religioso in articulo mortis. En la misma carta Agapito reconoce su cambio: «Ayer sábado, me confesé y hace apenas dos horas que he recibido la Santa Comunión. En mis cartas nunca te dije nada, pero escucha, creo y tengo Fe. Algo emocionado te escribo. No es para menos. Desde hace ocho meses, rezo y pido a Dios por ti. (…) Felices hemos sido en esta vida y espero que Dios nos de mayor felicidad en la otra».
Del mismo día es su rectificación pública: «Como públicos ha sido mis ataques a la Santa Madre Iglesia y a su ministerio (…) quiero que sea mi retractación justo castigo a un pasado el cual detesto, si bien en la penitencia he encontrado saber morir en paz de religión, de salud espiritual y de bienaventuranza. Son muchas las ofensas por mi cometida contra las autoridades legítimas de Dios en la tierra. A todas ellas les pido perdón y con el perdón la bendición que me redima en la vida y en la muerte del pasado, harto agitado para la paz del espíritu y la salud del alma, que solo se puede encontrar abrazando como abrazo la verdadera religión, que no es otra que la de Jesucristo a quien ofrezco mis actos en el porvenir, redimido por su divina voluntad en mi pasado».
El 15 de julio, 10 días después del matrimonio religioso por poderes, Agapito es ejecutado. Con el referente de Piedad y de los sacerdotes que lo asistieron durante el cautiverio –el franciscano Carlos Villacampa y el padre Cabrera–, Atadell escribe dos cartas más antes de su ejecución, una dirigida a Indalecio Prieto, diciéndole que «Ya no soy socialista. Muero siendo católico», y otra para Piedad donde, entre otras cosas, le habla del bálsamo de la resignación y de su estado de ánimo: «(…) soy feliz. Creo y me basta. Pues bien, tú has forjado tu espíritu, tu vida y tu alma en esa fe que remueve montañas. Aprovéchala, anímate, busca en la ocasión el consuelo y espera tranquila hasta que Él te llame (…)». Acompañado de dos sacerdotes hasta el patíbulo, allí pronuncia sus últimas palabras: «(…) declaro que abomino y detesto las erróneas y perniciosas doctrinas que he practicado. ¡Pido de todo corazón perdón por mis enormes delitos! ¡Ruego a los que he arrastrado al error y al mal con mis palabras y ejemplo que, ahora que aún es tiempo, los abandonen y se conviertan; no hay más que una verdad, que es Dios; no hay más que un maestro, Jesucristo; no hay más que una luz, la de la Iglesia católica. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!».