¿Por qué Pedro de Sotomayor no es Cristóbal Colón?
Se trata del aristócrata gallego más importante de su época. Perfectamente conocido, así como su esposa, no solo por toda la aristocracia gallega y portuguesa, ¿cómo el gran valedor y amigo personal de Alfonso V se iba a presentar en la corte de su hijo Juan II con otra personalidad?
«¡Viva la palma, viva la flor, viva Pedro Madruga de Sotomayor!» y la copla retumbaba con fuerza cantada al unísono por la ebria concurrencia de la taberna mientras hacían chocar las jarras de cerveza. Una escena repetida generación tras generación en Pontevedra desde la edad media, como señala Otero Pedrayo. ¿Pero quién era ese Pedro de Sotomayor al que algunos identifican nada más y nada menos que con Cristóbal Colón? ¿Por qué le apodaban Madruga? ¿Por qué fue tan célebre en Galicia? Y sobre todo, ¿por qué no tiene nada que ver con el descubridor de América?
¿Por qué le apodan Madruga?
Dicen que el canto del gallo, con las primeras luces de la aurora, sirvió un día de la segunda mitad del siglo XV a dos aristócratas gallegos como punto de partida para delimitar los lindes de sus respectivos territorios cabalgando hasta el lugar del encuentro. Según cuenta la tradición, Sotomayor tenía amaestrado a su gallo por lo que al oír dos palmadas cantó de noche mucho antes del alba, por lo que Pedro se plantó a las puertas del castillo del Conde de Rivadavia antes del amanecer. «Madrugas Pedro, madrugas…» dicen que le espetó el Conde, Bernardino Pérez. Aunque posiblemente el mote no proceda de esta anécdota si no, como dice García Cotarelo, por la costumbre de apiolar a aquellos infelices que fueron «madrugados» por sus cabalgadas.
Pedro Madruga es el más loco de los que Cunqueiro bautizó como «condes locos», (Pardo de Cela, Lemos, Andrade, Sánchez de Moscoso y su tío Sánchez de Ulloa y los Sotomayor, Pedro y su pariente Suero). Un noble profundamente ambicioso que según Victoria Armesto incluso «en su momento de máxima euforia» consideró posible reconstruir el antiguo Reino de Galicia, «desde el Cantábrico al Douro». Fue también un personaje de frontera entre dos épocas, en su carácter se descubren rasgos de la barbarie medieval y del maquiavelismo renacentista. Excesivo, cruel, pero al mismo tiempo osado, carismático y burlón. Como señaló Cunqueiro, «a Massó, como antes a Victoria Armesto, al canónigo López Ferreiro, a Vasco da Ponte, se ve que le cae simpático, como a todos sus cronistas, este gran gamberro de las enormes carcajadas, de la Galicia del siglo XV».
¿Por qué fue tan célebre en Galicia?
Pedro, hijo bastardo de Fernán Yáñez de Sotomayor, heredó todos los dominios de la casa paterna al morir su hermanastro Álvaro Páez sin descendencia. Vizconde de Tuy y Mariscal de Bayona en Castilla, agregaría también el título de Conde de Camiña concedido por el Rey Alfonso V de Portugal.
Sus andanzas, muy bien documentadas, por cierto, por el cronista Vasco da Ponte, contemporáneo al Conde, darían para un extenso libro. Haciendo un esfuerzo de síntesis diríamos que tras el fallecimiento de Álvaro durante la revuelta irmandiña, Pedro se convertirá en el azote de campesinos e hidalgos que componían aquella variopinta santa hermandad. «El estratega de esta rápida conquista nobiliaria fue Pedro Madruga. Lo afirma sin vacilación Vasco da Ponte y lo confirman los documentos» escribe Gaspar Massó en su imprescindible «Pedro Madruga de Soutomayor. Caudillo feudal».
El fin de la revuelta, sin embargo, no trajo la paz y los señores feudales encabezados por Madruga y que habían conseguido derrotar a los irmandiños con la ayuda del arzobispo Fonseca acabaron enfrentándose a éste por los dominios recuperados. Alonso Fonseca II, religioso a la antigua usanza, de los de cruz y espada, había retenido a su contingente mercenario con los que ocupó las fortalezas de Muxia y Vimianzo y que desembocó en la batalla de Altamira en junio de 1471, entre los «condes locos» por un lado y la Iglesia de Santiago, por otro. El señor de Altamira, Lopo Sánchez de Moscoso no quiso empezar la batalla hasta la llegada de Madruga y éste, al hacer su aparición precedido por trompeteros, jinetes y peones, agradeció la deferencia diciendo: «parientes y amigos, tales bodas como aquestas no eran razón que se ficiesen sin mi». Fonseca sufrirá la primera de una serie de derrotas y el de Sotomayor acabara erigiéndose en el más poderoso de aquellos nobles, que en cierta medida manejaban un estado totalmente autónomo dentro de la Castilla del pusilánime Enrique IV. La muerte de éste y la guerra civil que seguiría al fallecimiento del monarca castellano trastoca por completo el panorama. Sus grandes enemigos, los prelados de Santiago y Tuy, así como algunos señores feudales de menor rango abrazan el partido isabelino, mientras que los «locos» se situarán del lado de Alfonso V y la Beltraneja.
Los años siguientes, la guerra será constante y sin cuartel, sucediéndose victorias y contragolpes. Sufriría prisión por la traición del Conde de Benavente, pero una vez liberado con la intercesión del Rey Alfonso V, a su vez, asaltará el obispado de Tuy, robando todos los tesoros y prendiendo fuego a la obispalía. Al obispo, Diego de Muros lo encadenaron a un burro y acabo metido en un aljibe con agua, dentro de una mazmorra del castillo de Fornelos, en donde lo tuvieron a remojo durante trece días, al cabo de los cuales al pobre prelado se le cayeron los dientes.
¿Por qué no son la misma persona?
Podríamos seguir con muchas batallas y anécdotas de este tipo, pero nos alejaríamos de la respuesta a nuestra pregunta principal y es que, en 1977, el marino vigués Alfonso Philippot publicó una curiosa tesis según la cual Cristóbal sería un alias de Pedro y Colón el apellido materno. Siendo ambos la misma persona. Philippot se basaba en ciertos paralelismos vitales y cronológicos, por ejemplo, el año que Madruga desaparece, en extrañas circunstancias, en un intento de entrevista con los Reyes Católicos, sería el mismo año que Colón se presenta en la corte castellano-aragonesa. Sus seguidores añadirían a la tesis aparentes similitudes grafológicas entre ambos.
A mi juicio esta tesis no tiene ningún sentido. Álvarez de Sotomayor no era un oscuro hidalgo, desconocido y de un lugar remoto que pudiese suplantar, delante de la corte, otra identidad. Se trata del aristócrata gallego más importante de su época. Perfectamente conocido, así como su esposa, no solo por toda la aristocracia gallega y portuguesa, (¿cómo el gran valedor y amigo personal de Alfonso V se iba a presentar en la corte de su hijo Juan II con otra personalidad?), pero también castellana. De hecho, Vasco da Ponte señala que era amigo personal del duque de Alba. Por otra parte, Pedro Madruga, desde el propio Vasco, ha tenido una autentica legión de cronistas, algunos de enorme prestigio. (Fray Felipe de la Gándara, Isabel Beceiro, José Millán, Cotarelo, Armesto, Cunqueiro, Massó… y podríamos seguir), ni uno solo de ellos, grandes expertos en el personaje, planteó, ni remotamente, tal posibilidad.
Por último, hay numerosas pruebas documentales que ponen en evidencia esta teoría. Señalaré solamente un par de ellas muy significativas. El testamento de su hijo Álvaro reclamando el cuerpo de su padre en 1491 o el propio testamento de Colón en 1506 pidiendo misas para su difunta esposa. La esposa de Madruga, Teresa de Tábora, falleció en 1509, la de Colón, Felipa Moniz en 1485.
Si la tesis gallega presenta cierta solidez en algunos aspectos, como señalé en mi artículo anterior, esta otra, en cambio, socava los puntos interesantes y positivos de la primera y le hace un flaco favor. El Colón de Celso de la Riega pertenecía a una familia de mareantes y comerciantes marítimos, avezados marinos de la costa atlántica. Madruga, en cambio, era un señor feudal, hombre de armas y de guerra, de cuyas crónicas se deduce que lo más cerca que estuvo del agua, fue de la del aljibe del pobre obispo.