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Los presos del penal de Ocaña forman en el patio

Los presos del penal de Ocaña forman en el patioJaime Pato / EFE

Fuerte Alfonso XII, 1938: la mayor fuga de presos en España

La dimensión de la fuga, resultado de un motín y sus momentáneas consecuencias, fueron algo asombroso

Muy cerca de Pamplona, municipio de Berrioplano, se alza el monte San Cristóbal. Tuvo un castillo medieval y sobre sus raíces se encuentra el Fuerte Rey Alfonso XII, que debía proteger a la capital navarra de los arriscados carlistas, batidos periódicamente, pero nunca del todo. En el siglo XX estas sugerentes fortalezas fueron dejando de tener la utilidad militar original, –aunque no del todo si el frente pasa cerca, como recordamos del Monasterio de Montecassino–, por el desarrollo de la aviación, pasando a ser prisión.

Creemos poder decir que fue el escenario de la mayor fuga de la historia penal española, si descartamos otras como consecuencia de una fuerte intervención exterior o una revolución política. La dimensión de la fuga, resultado de un motín exitoso, y sus momentáneas consecuencias, fueron algo asombroso.

Vista aérea del monte de San Cristóbal y el fuerte de Alfonso XII

Vista aérea del monte de San Cristóbal y el fuerte de Alfonso XII

Ocurrió el 22 de mayo de 1938. Las prisiones ya antes de la guerra presentaban unas condiciones de higiene insalubres. Por ello el penal civil fue cerrado en 1935 y de forma definitiva en 1945. Llegó la guerra, con el protagonismo de la Navarra de Mola y el Requeté, seguido del avance de los nacionales. Pongámonos en el hacinamiento imaginable de 2000 prisioneros. Del 36 al 45 pasaron por el castillo 6.000 presos; en su libro de registro figuraban algo menos de 5.000. No pocos murieron dentro de sus muros, por enfermedad o paredón: 25 fusilados en el 1936, y de 50 a 60 presos por enfermedad cada año. Ese hacinamiento pasaba a significar comunión de pulgas y piojos, tuberculosis –estaba clasificado como «sanatorio penitenciario» por ello– y tifus. Desnutrición y frío, que alcanzaba a casi toda España, pero lógicamente más aún al cautivo que al captor.

Ese hacinamiento pasaba a significar comunión de pulgas y piojos, tuberculosis –estaba clasificado como «sanatorio penitenciario» por ello– y tifus

En mayo de 1938 había 2.487 reclusos: dirigentes y militantes de las organizaciones de izquierda políticas y sindicales, exmilicianos...

La gran evasión: 795 hombres a la fuga

Un grupo de 25 ó 30 presos, más preparados y concienciados, y con poco que perder, se conjuraron para la fuga. Los espacios eran pequeños y las distancias, cortas. No podrían fácilmente mantener el secreto del plan ante los guardias o un compañero potencial delator; si alguno usaba el vascuence, también lo sabría algún requeté y lo mismo sucedería con el francés. Pero no con el esperanto, un idioma inventado con fines universalistas que habían estudiado algunos anarquistas y masones, como el célebre, en otro escenario, general Mangada.

Un día a la hora de la cena, diversos grupos se repartieron a los guardias. Un soldado murió al resistirse, golpeado por una barra de hierro. El que haya un muerto en una fuga la hace ipso facto más irreversible. En media hora se habían tomado todas las garitas y la puerta, con sus respectivas armas: 795 hombres salieron corriendo, aunque muchos fueron capturados de inmediato por camiones militares con focos.

Una captura rápida

Esta reacción rápida pudo darse por que entre los que salieron en todas direcciones, se encontraba un falangista, enjuto y ágil, que había sido torero, poeta y agente personal de José Antonio en el Oviedo de 1934, pero eso daría para otra historia.

Su condena se debía al haber sido «hedillista» en 1937, oponiéndose al Decreto de Unificación en los incidentes localizados en Salamanca. El asunto es que este corrió en dirección a Pamplona dando la alerta temprana. Al día siguiente fueron 259 los capturados. Quedaban 500 con la esperanza de llegar a Francia, al frente de Hueca, o de esconderse como topos especulando con alguna guerrilla futura.

El día 24 la cifra de capturados había ascendido a 445. Se detuvo al último el 14 de agosto. Hay que recordar que estaban mal vestidos y calzados. Armados sólo algunos, lo suficientes para que no hubiese demasiados miramientos, pero insuficientes para hacer frente a las partidas de persecución. En total cayeron 585 de los cuales 187 cadáveres identificados y 20 que no lo fueron. El resto volvió al castillo. 17 cabecillas supervivientes fueron encausados. El 8 de septiembre 14 fueron fusilados y uno de ellos enviado al manicomio. Sólo tres cautivos lograron llegar a la frontera francesa.

Ángel Alcázar y otros 60 presos que no se fugaron, vieron reducida su pena. Alcázar tendría luego una asombrosa carrera como agente de Serrano Suñer, expulsado de Inglaterra y curiosamente más relacionado con Japón que con Alemania. El director, Alfonso de Rojas, fue destituido. El fuerte sigue perteneciendo al Ministerio de Defensa, que dejó de custodiarlo en 1991. No vayan después del anochecer, si creen en los fantasmas.

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