Picotazos de historia
La desgraciada vida de Caterina Cornaro, la veneciana Reina de Chipre
Chipre quedó bajo influencia veneciana y la joven Reina gobernó Chipre asistida por un Consejo y como «compensación» se le otorgó el título de «Hija adoptiva de la República», un honor nunca antes concedido a ninguna mujer antes que ella
En un picotazo anterior les hablé a ustedes de la hermana de Ricardo Corazón de León. De como una tormenta empujó sus naves a Chipre y, allí, el gobernante local saqueó los barcos de Ricardo y trató de secuestrar a la hermana y a la prometida de este. La reacción del temperamental Rey inglés, que estaba de camino a Tierra Santa, fue apropiándose de la isla. Ricardo no tenía ningún interés en mantener ese lejano reino que le distraía de su objetivo de la Tercera Cruzada y que estaba muy lejos de sus ricas posesiones en Francia e Inglaterra.
Por ello vendió la isla al torpe de Guido de Lusignan, a quien Saladino había arrebatado su reino de Jerusalén y la muerte de su esposa Sibila (hermana de Balduino V el Rey leproso) el derecho a una corona.
La alianza con la República de Venecia
La casa de Lusignan gobernó la estratégica isla, sobreviviendo a todos los cambios políticos, económicos y militares, durante casi trescientos años. Ahora pónganse ustedes en el año de gracia de 1460, dos años antes ha muerto Juan II dejando una hija –Carlota, casada con Luis de Saboya– y un hijo natural a quien bautizaron como Jacobo y todos llaman «el bastardo». Jacobo demuestra ser más hábil que su hermana y su cuñado y, tras ocho años de luchas e intrigas, se declara Rey de Chipre con el nombre de Jacobo II. El nuevo Rey necesita afianzar su poder y busca una alianza con la república de Venecia, para ello pide –en 1468– la mano de Caterina Corner (o Cornero) hija de un amigo de Jacobo perteneciente a una de las más importantes familias venecianas y que ha dado cuatro Dogos a Venecia. Los Corner, además, tenían importantes intereses comerciales en la isla de Chipre.
Que una veneciana fuera Reina de Chipre cumplía los más delirantes sueños del Gobierno de la Serenísima, así que inmediatamente organizaron el matrimonio por poderes. El 10 de agosto, la novia, de apenas catorce años de edad, salió del palacio Corner acompañada por cuarenta matronas nobles. Fueron al palacio de los Dogos, donde el Dogo Cristóforo Moro entregó un anillo al embajador de Chipre, quien lo colocó en el dedo de la niña. Caterina fue declarada oficialmente Reina de Chipre e «Hija de san Marcos» (hija adoptiva de Venecia), lo que dio pie a que el obispo de Turín hiciera comentarios sarcásticos sobre el estado civil del evangelista y la prolongada fertilidad de su esposa. La chiquilla permaneció en casa de sus padres hasta el 10 de noviembre de 1472 que partió para su reino.
La Reina en el trono y los conspiradores en la horca
La felicidad duró poco para la joven Reina, pues al año siguiente falleció su marido Jacobo. Caterina estaba embarazada, tendría un hijo que sería Jacobo III quien moriría al año de nacer. Preocupada por los intereses del entonces nasciturus Jacobo, el gobierno de Venecia envió al general Pietro Mocenigo, al frente de tropas y flota, con órdenes de proteger los intereses de Venecia. Lo hizo tan bien que en poco tiempo maldecían en todo Chipre el nombre de Venecia. El 13 de noviembre de 1473, un pequeño grupo de nobles encabezado por el obispo de Nicosia, asaltó el palacio de Famagusta. Caterina presenció horrorizada como asesinaban delante suyo a su chambelán, a su médico personal, a su tío Andrea Corner y a su primo Marco Bembo.
Fue obligada a ceder su reino –tras la muerte de su hijo, ella, por voluntad testamentaria de su marido, heredaba Chipre como Reina propietaria– a Alfonso de Aragón, hijo bastardo del Rey de Nápoles. Afortunadamente el general Mocenigo puso las cosas en su sitio: la Reina en el trono y los conspiradores en la horca. Venecia envió patricios que tomaron el mando y control de la isla, pasando a ser Caterina un mero títere sin voluntad alguna. La pobre mujer vivió aislada, vigilada y controlada en su propio reino. Incapaz de tomar decisión alguna pasó a ser un estorbo para todos pero del que no se podía prescindir.
La pobre mujer vivió aislada, vigilada y controlada en su propio reino. Incapaz de tomar decisión alguna
En octubre de 1488 se decidió formalmente incorporar el reino de Chipre al Imperio veneciano. Se obligó a la triste reina a arriar el pendón de los Lusignan y, en su lugar, izar el León de san Marcos. Después, fue embarcada –«por grado o por fuerza» decían las ordenes recibidas– con destino a su ciudad de origen, donde se llevó a cabo una gran ceremonia, llena de pompa y dignidad, donde renunciaba a su reino en favor de la República de Venecia.
La joven ex Reina recibió un pequeño señorío y una generosa pensión que le permitió rodearse de aquello que le agradaba: el arte, la cultura, la música... El merecido premio a sus sufrimientos duró veinte años. En 1509 las tropas del Emperador Maximiliano, que avanzaban contra Venecia, la obligaron a abandonar su etérea corte. Murió en Venecia en 1510, a los cincuenta y seis años. La única «Hija de san Marcos» que ha existido.