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Drakkar según el tapiz de Bayeux

Drakkar según el tapiz de BayeuxWikimedia Commons

¿Cómo eran las batallas navales durante la Edad Media y qué barcos se usaban?

A pesar de ser menos conocidas, también se dieron varias batallas navales, y fueron tan sangrientas o más que las terrestres

Las batallas navales son menos conocidas por ser menos frecuentes, ya que normalmente se intentaba detener al enemigo tras dejar su embarcación, lo que demuestra un gran retraso en este aspecto, pues ya los egipcios descubrieron la eficacia de detener a los enemigos por el mar. Sin embargo, también se dieron varias batallas navales, y fueron tan sangrientas o más que las terrestres. Al principio de la Edad Media, los árabes tenían un gran poder naval, asolaron Sicilia en el 652 y derrotaron a la armada bizantina en el 655.

El Imperio bizantino fue famoso por su superioridad naval. Su flota, tras la caída del Imperio romano de Occidente, controló el mar Mediterráneo, especialmente durante la Edad de Oro de Justiniano I, además de disponer de una flota que patrullaba el Danubio. Hay que entender que tener una importante flota era crucial para defender Constantinopla, la capital, pues tenía el puerto más importante de Europa, posiblemente del mundo, en su época de esplendor.

Sin embargo, sufrió una temprana derrota contra tropas árabes en el 655. La capital la salvaron gracias a un invento secreto que solo ellos conocían, el fuego griego, una mezcla de diferentes compuestos químicos que al entrar en contacto con el agua, ardía y prendía así los barcos enemigos. El navío modelo de la flota bizantina era el dromon, evolución de los trirremes clásicos. Es un barco de remo, similar a la galera, de un solo mástil. El velamen era latino –de vela cuadrada– como herencia de las técnicas de navegación precedentes.

Con el renacimiento macedónico que tuvo lugar en el siglo XI, la flota volvió a recuperar su papel predominante en el Mediterráneo Oriental, aunque no alcanzó su anterior poder. En los últimos estertores del imperio, ya reducido a un puñado de ciudades portuarias, los restos de su poder naval fueron clave para conservar dichas posiciones hasta el último sitio de Constantinopla.

Cuando el poder árabe en el Mediterráneo empezó a declinar, las ciudades comerciales italianas de Génova, Pisa y Venecia fundaron redes comerciales y construyeron armadas para protegerlas y ser la nueva potencia naval. Al principio las armadas lucharon contra los árabes –en Bari en 1004, en Mesina en 1005–, pero después se encontraron peleando contra los normandos que habían llegado hasta Sicilia, y finalmente el uno contra el otro. Los genoveses y los venecianos tuvieron cuatro guerras navales, en 1253–1284, 1293–1299, 1350–1355 y en 1371–1378. La última guerra finalizó con una victoria decisiva para Venecia, lo que le permitió disfrutar durante casi un siglo de la dominación comercial del Mediterráneo antes de que otros países europeos comenzasen a explorar hacia el sur y el oeste.

Los vikingos, que asolaron Europa con sus drakkar, embarcaciones largas, estrechas, livianas y con poco calado y con remos en casi toda la longitud del casco –con una vela en versiones más modernas–, no es que sus barcos fueran poderosos, pero eran muy maniobrables, y por ello podían internarse y atacar poblaciones remontando ríos como el Sena, el Támesis o el Tajo. Los nórdicos también lucharon en muchas batallas navales entre ellos mismos.

Esto se hacía normalmente atando los barcos de ambos bandos uno contra el otro, luchando así esencialmente una batalla terrestre sobre el mar. Sin embargo, el hecho de que el lado perdedor no podía escapar fácilmente, significaba que las batallas tendían a ser muy duras y sangrientas. La batalla de Svolder es quizás de las más famosas. El Rey inglés Alfredo el Grande construyó una flota con la que les derrotó.

En el norte de Europa, por otro lado, por la Guerra de los Cien Años, el casi continuo conflicto entre Inglaterra y Francia raramente conlleva una actividad naval más sofisticada que el transporte de los caballeros a través del canal de la Mancha, y quizás el tratar de atacar esos transportes. La batalla de Dover en el 1217, entre una flota francesa de 80 barcos bajo el mando de Eustaquio el Monje y una flota inglesa de 40 bajo el mando de Hubert de Burgh, es notable por ser la primera batalla registrada usando las tácticas de los barcos de vela, con la victoria del primero en la misma, que sin embargo fue derrotado después.

La flota castellana nace en el siglo XIII, en paralelo con la reconquista de las regiones meridionales y con el afianzamiento del poder real. Sus primeras operaciones de envergadura corresponden a la ocupación de Cartagena (1245) y Sevilla (1248), realizadas por naves y marinos procedentes del Cantábrico.

La eficacia de este medio movió al Rey Alfonso X a dotarse de recursos propios de carácter permanente. Las vías para lograrlo fueron la construcción de arsenales y la creación de un cuerpo de oficiales –cómitres– para su dirección.

En aquel periodo se distinguía claramente entre flota y armada. Se conocía como flota al conjunto de galeras y naves que servían al Rey con gran cantidad de gente. Se conocía como armada al corto número de embarcaciones aprestadas para la ocasión.

Por lo que respecta a los rangos de cada una de estas galeras y naves, a las órdenes del almirante y el cómitres –capitán de mar que se embarcaba para mandar el buque donde iba el almirante, siendo este cargo de nombramiento real– se encontraban los tripulantes, entre los que distingue a naocheros o pilotos y los sobresalientes u hombres de armas. Por debajo de ellos se encontraban los galeotes, remeros y, llegado el caso, soldados.

En las galeras y naves se cargaba cal, para cegar a los enemigos; jabón, para hacerlos caer; fuego de alquitrán, para quemar los navíos; trancas con cadenas, para prenderlos. De víveres se cargaba bizcocho –los elaboraban con frutas y podían durar meses– carne salada, legumbres y queso, a los que se añaden ajos para evitar su corrupción. Se bebía agua, sidra y vino. El vinagre se empleaba para condimentar los alimentos y para mejorar el agua en caso de necesidad.

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