90 años
El día que el teatro madrileño de la Comedia vio nacer Falange Española
José Antonio pensó en llamar a su organización Movimiento Español Sindicalista (MES), siglas proclives a las bromas, pero Julio Ruiz de Alda le convencería para que usase el nombre de Falange Española
En octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera busca un local para dar un mitin, presentando un nuevo movimiento. En principio pensó en Burgos, donde espera tener más eco ya que llenar en Madrid sería tarea difícil, pero pronto desecha la idea y se decide por la capital. Hizo bien, porque a las once de la mañana había 1.500 personas en el acto. La fecha elegida originalmente es el 28 de octubre, aniversario de la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini. Pero ese día no pudo ser porque el Teatro de la Comedia estrenaba una obra de Federico García Lorca y el acto tenía que ser en dicho teatro porque su dueño, Tirso, se lo había cedido de forma gratuita debido a su cercanía con los Primo de Rivera. Así se retrasó para el día siguiente, 29 de octubre.
En el cartel de oradores figuran el profesor y diputado Alfonso García Valdecasas, Julio Ruiz de Alda, el más famoso por la hazaña del vuelo Plus Ultra que sustituye a Eugenio Montes, ausente en Alemania, y el propio José Antonio. La presentación del acto corrió a cargo de Narciso Martínez Cabezas, colaborador del general Primo de Rivera y concejal del ayuntamiento de Madrid por la Unión Patriótica, que sería conocido posteriormente en las filas falangistas como «el abuelo» por su avanzada edad.
Como se esperaba la irrupción violenta de organizaciones de izquierda y no existía partido previo alguno para reunir militantes, el servicio de orden y seguridad recaería sobre los elementos tradicionalistas, requetés. En la organización colaboraron miembros del nonato Frente Español. José Antonio pensó en llamar a su organización Movimiento Español Sindicalista (MES), siglas proclives a las bromas, pero Julio Ruiz de Alda le convencería para que usase el nombre de Falange Española.
El piloto no era un gran orador pero sí hombre de acción con buenas ideas. De él surgiría la iniciativa de manifestarse en octubre de 1934 en defensa de la legalidad republicana y contra el golpe de Estado separatista en Cataluña y socialista en Asturias.
Las palabras de José Antonio
El 29 de octubre de 1933 comenzó el mitin. Ruiz de Alda afirmó: «En pocas palabras, los hombres y las colectividades se superan, y esta ansia de superación, esta voluntad de ser y crear, pensando no sólo en uno mismo, sino en la comunidad, en España, es lo que nos es indispensable llevar a nuestro pueblo». Tras los primeros oradores vino el plato fuerte: José Antonio Primo de Rivera que contestó al huracán de aplausos previo a su intervención: «Nada de un párrafo de gracias, escuetamente gracias, como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo», lo cual no dejaba de ser un párrafo de gracias.
Con la precisión del cirujano, José Antonio atacó al nihilismo político del capitalismo liberal que no cree en nada: «En los países donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separaros unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontraros con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. Y os encontraríais trabajadores de los campos que de sol a sol se doblaban sobre la tierra, abrasadas las costillas, y que ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales de tres pesetas. Queremos menos palabrería liberal y más respeto a la libertad profunda del hombre», sentenciaba.
Las injusticias del capitalismo parlamentario, justificaron el nacimiento del socialismo pero sus recetas llevan al mundo al hormiguero asiático, una versión infernal del afán hacia un mundo mejor. Comunismo, que criticó por la pérdida del sentido espiritual de la existencia, aunque reconocía que con hambre es difícil entender la patria. El socialismo nacido como una crítica justa al liberalismo económico nos trajo lo mismo, dijo José Antonio que «el odio, la disgregación, el olvido de todo vínculo de hermandad y de solidaridad entre los hombres».
En el mitin señaló que España había llegado a menos por una triple división: la engendrada por los partidos políticos, que mienten y pactan poniendo su interés por encima del bien común; por los separatismos locales, el narcisismo de las pequeñas diferencias y por la lucha de clases; todas siguen vigentes y evidentes en nuestra nación.
Una vez alzada la bandera, ahora quedaba defenderla alegre, poéticamente: «A los pueblos no les han movido nunca más que los poetas». Muchos asistentes están decepcionados porque lo que esperaban no era poesía. Además se negó a encuadrarse en la derecha o en la izquierda. «La derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertiría se arrastren muchas cosas buenas». José Antonio anunciaba en el mitin: «nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos».
Un discurso demasiado poético
El joven abogado lanzó varias ideas: el concepto del hombre, como portador de valores eternos como dignidad, libertad e integridad, extraídos del pensamiento católico. El nuevo sistema debe basarse en la persona, no en el panteísmo estatal ni en las mentiras liberales de derechos que no van a cumplirse nunca en casa de los famélicos. La consideración de España como unidad de destino en lo universal, bebiendo en Ortega y Gasset del proyecto sugestivo de vida en común de los españoles, y en el socialista austríaco Otto Bauer con su comunidad de destino.
Por otro lado, la exigencia de la justicia social, como base inexorable de la existencia colectiva. Una justicia conseguida por la implantación del sindicalismo nacional como sistema. De hecho, el nuevo líder había encargado las bases fundacionales del Sindicato Español Universitario. Más adelante, declararía al Diario de Noticias de Lisboa que concebía en lo económico, a España, «como un gigantesco sindicato de productores».
Reconociendo entre el público a un conocido que acababa de publicar una novela titulada La dialéctica de las pistolas; José Antonio lanza la única frase recordada por la izquierda: «cuando se ofende a la razón, la justicia o a la patria no hay más dialéctica admisible que la de los puños y las pistolas». Es la única cita que hace el periódico El Socialista del acto, acaso olvidando convenientemente lo que nadie recuerda, que El Manifiesto comunista de Karl Marx comienza afirmando que «la violencia es la única partera de la nueva sociedad». La paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.
El discurso fue transmitido por radio. El escritor navarro Rafael García Serrano lo escuchó desayunando en un bar y el héroe que será entiende que esa bandera que se alza hoy también le convoca y cobija a él.
Algunos asistentes se sintieron desilusionados porque no se ha llamado a la subversión abierta y a las armas contra el régimen. Demasiado poético para su gusto, ¿qué es eso de que lo del tal José Antonio es más una forma de ser? Otros, los jonsistas y su jefe Ramiro Ledesma, eran conscientes de que había nacido la competencia que les llevará a fusionarse en el primer trimestre de 1934. Tras la unidad, el golpe de Estado socialista y catalanista de 1934, la ilegalización y la persecución a partir de la victoria del Frente Popular, la cárcel y los asesinatos a manos gubernamentales. Después la guerra y la unificación de 1937; la lucha contra Stalin en Rusia, la reconstrucción y la Seguridad Social. La vida de Falange había sido corta pero intensa.
Poco después de ese primer acto, en mayo de 1935, el día 19 José Antonio valora, en su mitin sobre la revolución española, en el cine Madrid, el discurso fundacional: «El acto de la Comedia, del que se ha hablado aquí esta mañana varias veces, fue un preludio. Tenía el calor y todavía, si queréis, la irresponsabilidad de la infancia. Este de hoy es un acto cargado de gravísima responsabilidad; es el acto de rendición de cuentas de una larga jornada de año y medio, y principio de una nueva etapa».
En ese tiempo, hombres y mujeres jóvenes han sido asesinados en las filas falangistas por sus ideas, por vender sus periódicos, por defender sus creencias. Rafael Sánchez Mazas escribirá para ellos: «Víctimas del odio, los nuestros no cayeron por odio, sino por amor, y el último secreto de sus corazones era la alegría con que fueron a dar sus vidas por la Patria. Ni ellos ni nosotros hemos conseguido jamás entristecernos de rencor ni odiar al enemigo y tú sabes, Señor, que todos estos caídos mueren por libertar con su sacrificio generoso a los mismos que les asesinaron, para cimentar con su sangre joven las primeras piedras en la reedificación de una Patria libre, fuerte y entera».