La carta con la que Riva Agüero intentó conseguir la independencia de Perú: «España ha conocido cuánto le conviene la paz»
El 3 de noviembre de 1823, envió una carta al virrey de España en Perú, José de la Serna, pidiendo el establecimiento del Reino de Perú, independiente de España, pero colocando en el trono a un príncipe español
El personaje más destacado de la independencia peruana fue José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete que, el 3 de noviembre de 1823, envió una carta al virrey de España en Perú, José de la Serna, pidiendo el establecimiento del Reino de Perú, independiente de España, pero colocando en el trono a un príncipe español.
Nacido en Lima el 3 de mayo de 1783, era hijo de la nobleza española. Su padre fue José Mariano de la Riva Agüero y Basso de la Rovere, caballero de la Orden de Carlos III, y de María Josefa Sánchez Boquete y Román de Aulestia, hija del marqués de Montealegre de Aulestia. Estudió leyes y estando en España, durante la guerra de la Independencia, se unió a una de las logias que trabajaban para la emancipación de América.
Empezó a tomar contacto con los movimientos que deseaban la independencia de Perú con la tutela española
En 1809 de Buenos aires se marchó a Perú. Allí su cuñado, Juan María Gálvez, lo colocó en el Tribunal Mayor de Cuentas. Desde allí empezó a tomar contacto con los movimientos que deseaban la independencia de Perú con la tutela española. Por aquella época se convirtió en agente secreto en Perú de las juntas separatistas de Buenos Aires y Chile. Dirigió la logia de Lima, con sede en su casa y, a veces, en la del conde de la Vega del Ren. Formó parte de la conjura de Quirós y Pardo de Zela, en la de Gómez y en la de 1819. Fue preso en 1820. Cuando desembarcó, San Martín organizó el pronunciamiento del batallón Numancia, y las guerrillas de las inmediaciones de la capital.
Riva Agüero pidió ayuda a Chile y solicitó a Simón Bolívar y al ejército colombiano que fueran a Perú para acabar con las tropas de La Serna, pues el ejército español era un peligro para la libertad de América. Su idea era liberar la región y el eje Colombia-Perú-Chile para conseguir el triunfo sobre España. Riva Agüero demostró su capacidad de estadista y su posición nacionalista para lograr la independencia y su preocupación constante e infatigable actividad por realizarla en apretada cooperación con Bolívar.
Le fue concedido un préstamo para financiar la campaña militar. Creó un ejército de 6.000 hombres, aunque la operación fracasó. El ejército del Centro no abrió campaña sobre Jauja y Huancayo en combinación con el de Santa Cruz por el Sur, porque Sucre, alterando el plan de operaciones primitivo, se dirigió a la costa de Arequipa con 3.000 hombres que eran lo mejor de los destinados al avance sobre Jauja y el Apurímac.
El llamado ejército del Centro, es decir, la división colombiana de Valdés y las restantes tropas acantonadas en el Callao y Lima, quedó muy enflaquecido, minado por las eternas e inevitables desavenencias entre los jefes colombianos de un lado, y de otro los argentinos y peruanos, y totalmente incapaz de atreverse por ´si solo a la ocupación de Jauja y Huamanga. Necesitaba para esto el concurso del ejército del Norte, bien haciéndolo transportar a Lima, bien haciéndolo avanzar por Huánuco y Pasco. Pero este ejército, que fue el núcleo de los cuerpos peruanos que más tarde cooperaron a las victorias de Junín y Ayacucho, no existía entonces, en julio de 1823.
El mes anterior el Congreso otorgó a Sucre el mando militar del ejército y el 23 de junio a Riva Agüero el cargo de presidente. Tomó posesión en Trujillo. Como sabía que parte del Congreso estaba en su contra, decidió disolver el Congreso por decreto el 19 de julio de 1823. Nombró 10 senadores que se encargaron de legislar en temas políticos y económicos. Aquellos que habían sido depuestos formaron el Congreso Constituyente. Primeros de septiembre llegó Simón Bolívar a Lima. Fue nombrado gobernante del Perú. Le pidió a Riva Agüero que depusiera su actitud y reconociera el gobierno encabezado por Torre Tagle como legítimo.
Riva Agüero no confiaba en Bolívar y se negó a aceptar sus requerimientos. Ante aquella postura se decretó apresarlo. Conocedor de lo que pasaría, decidió negociar con el virrey, teniendo como base la Convención de Buenos aires del 23 de julio de 1823, por la cual España acudía a firmar tratados con los nuevos Estados y reconocía la independencia. En la carta de noviembre de 1823 escribía:
«Ya España ha conocido cuanto le conviene la paz, y aun a costa de la independencia de América ha accedido a la celebración de tratados. Así lo manifiestan los papeles públicos de Europa y los discursos de las Cortes españolas. Desapareció, pues, el obstáculo que impedía a vuestra excelencia entrar en tratados con los independientes, teniendo a la vista el que tenemos el honor de acompañarle entre los comisionados de Su Majestad Católica y los del gobierno de Buenos Aires… Anticipemos los días venturosos que dentro de poco deben venir con la paz, preparemos el camino de esta, anunciando a los pueblos el armisticio; enjuguemos de una vez las lágrimas de una misma familia, que por tan dilatada época ha vivido sumida en la discordia y en los horrores… En la guerra en que estamos empeñados, un día puede no dejar a España la menor esperanza para sus negocios, los tratados que ahora se hagan asegurarán estos, cuando lleguen sus comisionados, los que habiéndolo ya realizado con el Estado de Buenos Aires, pasan a Chile y Perú con el mismo objetivo… Las circunstancias nos autorizan para poner remedio a esta plaga terrible que nos devora; volemos, pues, en auxilio de nuestros hermanos y anunciémosles que ya llegó el día feliz de nuestra reconciliación. A esto está dirigido mi anhelo, y con ello serán cumplidos mis deseos por la felicidad de los pueblos y de esta porción de valientes que tengo el honor de mandar».
El 25 de noviembre de 1823 fue depuesto como presidente, como consecuencia de una intervención militar dirigida por Antonio Gutiérrez de la Fuente. Preso en Trujillo los trasladaron a Guayaquil. Sin embargo, el vicealmirante Guise le pidió a Bolívar que le entregara al prisionero y a su familia. De esta manera fue salvado de ser ejecutado. No retornó a Perú hasta el año 1831.