Picotazos de historia
Cuando el odio hacia su nuera acabó matando a la Reina Carlota de Inglaterra
Cuando los recién casados llegaron a Londres la Reina se negó a recibirla en palacio o en parte alguna alegando que su comportamiento y virtud no alcanzaban los mínimos exigidos
Ernesto Augusto fue el quinto hijo del Rey Jorge III del Reino Unido y Hanover. Como el resto de sus hermanos fue enviado a estudiar a Centroeuropa, en su caso a la Universidad de Gottingen. En 1790 ingresó en el ejército de Hanover y empezó su entrenamiento militar bajo la supervisión del Mariscal de Campo Wilhem von Freytag.
Herido en combate
Ernesto sirvió en la campaña de la denominada Guerra de la Primera Coalición contra la Francia revolucionaria ( 1792-7). Durante una escaramuza en la que tomó parte el regimiento en el que estaba encuadrado, en la población valona de Tournai, recibió una herida de sable en el lado izquierdo de la cara que le dejó desfigurado. En mayo del año siguiente, durante la batalla de Turcoing, una bala de cañón le rozó el brazo izquierdo.
Uno de los efectos resultantes de la conmoción fue el agravamiento de las lesiones de la herida anterior y la pérdida de visión del ojo izquierdo. El agravamiento de su estado hizo necesaria su vuelta a Inglaterra para la convalecencia. Desde ese momento tanto su padre, conocido como el rey loco, como su hermano que ejercía de regente del reino durante las peores crisis de su padre, no permitieron que Ernesto, elevado a la dignidad de duque de Cumberland y de Teviotdale, volviera a tener un mando efectivo en el campo de batalla.
Algo oscuro en todo lo que hacía
El duque de Cumberland, al contrario que sus hermanos que tenían fama de ser unos sátiros enloquecidos, llevó una vida muy discreta y, aparentemente, moderada. Y ello resultó ser completamente contraproducente. Los cotillas de Londres y del Reino Unido se escandalizaban y disfrutaban a partes iguales contando las aventuras y amantes de los hijos del Rey Jorge III.
Con Ernesto se sintieron muy decepcionados por la falta de información sobre las locuras de esta rama del tronco real así que inventaron. Se creyó ver algo oscuro y sórdido en todo aquello que hacía. Cuando se hizo público que había adornado con espejos sus habitaciones en el palacio de Saint James, todos imaginaron los más degenerados y lascivos motivos para ello.
Cuando sufrió un atentado a manos de un criado fue interpretado que él (el duque) había seducido a la esposa del criado y que lo había llevado a la locura y al suicidio. Para 1814 el duque de Cumberland solo estaba ligeramente por debajo de Napoleón Bonaparte en el listado de personas más odiadas en el Reino Unido. Pero superó su marca al anunciar su compromiso con la princesa viuda de Solms-Braunfels.
La novia, de nombre Federica, era hija del duque Carlos II de Mecklemburgo-Stretilz –hermano de la madre del novio– y se había casado muy joven con Luis Carlos de Prusia con quien tuvo tres hijos. En 1796 enviudó y su familia la comprometió con el hermano pequeño del duque de Cumberland, el príncipe Adolfo duque de Cambridge, quien era muy popular entre los británicos.
La Reina se opone al matrimonio
Federica rompió el compromiso más que nada porque ya estaba embarazada del príncipe de Solms-Braufels quien no tenía fortuna ni medios pero si buena planta. La ruptura supuso una ofensa indescriptible para la familia real británica, especialmente para la Reina Carlota quien jamás perdonó el comportamiento díscolo de su sobrina.
Ahora esa oveja negra volvía aparecer de la mano de su otro hijo. Federica era quince años mayor que Ernesto –lo que en su momento no pareció importante cuando la comprometieron con el duque de Cambridge–, el matrimonio tiraba por la ventana la posibilidad de casar a su hijo con un partido adecuado, era dos veces viuda y traía un cargamento de siete hijos (tres con el primero y cuatro con el siguiente, la señora era fértil no cabe duda alguna). La Reina Carlota estaba que se tiraba del moño de la rabia.
Cuando los recién casados llegaron a Londres la reina se negó a recibirla en palacio o en parte alguna alegando que su comportamiento y virtud no alcanzaban los mínimos exigidos. El comentario se difundió con rapidez y llegó a la corte de Berlín lo que provocó que el Rey de Prusia Federico Guillermo III se agarrara un cabreo de no te menees. Inmediatamente envió una carta de indignada protesta a la Corte inglesa.
Federica era hermana de su esposa y su primer marido había sido el hermano pequeño del Federico Guillermo III. El comentario de Carlota insultaba a toda su familia. No hubo nada que hacer, la Reina de Inglaterra se mantuvo en sus trece durante toda su vida. Hasta tal punto llegó la inquina que tenía hacia su nuera que cuando se enteró que la princesa Augusta de Hesse-Cassel, recién llegada a Inglaterra para contraer matrimonio con el duque de Cambridge, había mantenido una conversación con ella en los jardines del palacio de Kew Gardens sufrió tal ataque de ira que le provocó un infarto.
Carlota nunca se recuperaría del todo y falleció el 17 de noviembre de 1818. Sus hijas, en devoto y cariñoso recuerdo hacia su madre, jamás dirigirán la palabra a su cuñada.
Ernesto de Cumberland falleció en 1857 siendo Rey de Hanover, diez años después que su esposa, de la que mantuvo el más afectuoso y devoto recuerdo en agradecimiento por 39 años de dicha matrimonial con la mujer que amaba.