Picotazos de historia
El momento que hizo famoso al cañón 88 alemán durante la Segunda Guerra Mundial
Acababa de nacer la leyenda del cañón de 8,8 u 88 cuya letal efectividad y versatilidad le harían temido en todos los campos de batalla durante la Segunda Guerra Mundial
El cañón de 88 milímetros de calibre, destinado a alcanzar fama como la mejor arma de su tipo en la Segunda Guerra Mundial, surgió a finales del siglo XIX. Inicialmente el cañón de 88 milímetros se incorporó como parte del armamento secundario en cierta clase de cruceros de guerra y, a partir de 1917, Krupp desarrolló el modelo SK L/45 con el objetivo de ser usado como arma antiaérea, tanto en la Marina como en el Ejército. Debido a lo tardío de su producción solo se produjeron en escaso número.
A finales de la década de los veinte del siglo pasado, y con el fin de sortear las limitaciones en cuestión de armamento impuestas por el Tratado de Versalles, Krupp adquirió acciones de la fabrica de cañones sueca Bofors y desarrolló allí una nueva variante del modelo de 1917 al que llamó Flak 18 (de Flugabwehrkanone, cañón antiaéreo en alemán). El número de modelo tradicionalmente indicaba el año de diseño o de entrada en servicio, en este caso se puso para indicar que el diseño era anterior al Tratado de Versalles, aunque no era cierto.
El cañón tenía un freno hidráulico y se colocaba sobre un afuste en forma de cruz con el cañón sobre un pedestal, lo que le permitía un giro de 360º y una elevación que iba de -3º a 85º. Disparaba un proyectil de unos diez kilogramos de peso con una velocidad inicial de 820 metros por segundo. Podía mantener una cadencia de disparo de veinte proyectiles por minuto manejado por una dotación experta. El Flak 18 fue probado en combate durante la guerra civil española lo que daría lugar diferentes mejoras tanto en el arma como en la plataforma.
Ahora vamos a situarnos en el 21 de mayo de 1940. Las tropas alemanas habían invadido Francia y estaban empujando a los ejércitos inglés y francés sin darles tiempo a reaccionar. Era la Blitzkrieg, la guerra relámpago. Los alemanes habían perforado una brecha en el sector de Peronne – Cambrai y amenazaban con cortar las líneas de comunicación entre la Fuerza Expedicionaria Británica y el ejercito francés.
Para cerrar esa brecha se organizó un ataque al sur de la ciudad de Arrás. El ataque se realizaría en dos columnas formadas por dos batallones de infantería y dos regimientos de tanques. Los regimientos ingleses tenían tanques Matilda I y II. Los primero solo estaban armados con una ametralladora Vickers de 12,7 milímetros, los segundos portaban un cañón de 40 milímetros y una ametralladora coaxial de calibre 7,92. Pero la gran ventaja de los Matilda era su blindaje (de 28 a 78 milímetros de espesor) que les hacía prácticamente invulnerables a los cañones antitanque alemanes de 37 milímetros.
La columna más próxima a Arrás atacó y obtuvo un gran éxito hasta que encontró a la división SS Totenkoft, quien para entonces había conseguido apoyo aéreo. La otra columna, compuesta por la infantería ligera de Durham y el 4º regimiento de tanques junto con elementos del 7º regimiento de tanques, se hundió profundamente en el flanco de la 7ª división Panzer. Fue un clásico combate de encuentro en el que cada parte se vio sorprendida por la otra. Pero los ingleses tenían la ventaja del blindaje y de que estaban destrozando los camiones de suministros y la estructura de intendencia que daba apoyo a la división blindada alemana.
De hecho habían sorprendido al propio comandante de la división que se encontraba en esa parte del frente en el momento del ataque. El comandante se llamaba Erwin Rommel. Tras ser arrollada la línea de defensa formada por el 42º batallón anticarros y el 6º regimiento de infantería, Rommel dio la orden de que toda la artillería disponible, tanto de campaña como antiaérea, fuera utilizada para frenar el avance de los ingleses. «Lo único que me preocupaba era de detener a los carros enemigos con un intenso fuego», escribiría más tarde el futuro Mariscal de Campo.
Los cañones antiaéreos, favorecidos por su afuste que les permitía un amplio arco de angulación de disparo, se mostraron rápidos, precisos y mortales frente a los tanques enemigos. El soldado Peter Vaux del 4º regimiento del TRT (Royal Tank Regiment), temporalmente separado de su unidad para ser destinado como enlace con los franceses escribió: «En el fondo del valle había unos treinta tanques de los escuadrones A y B del 4º TRT. Reconocí el vehículo de mando y me acerque extrañado de que no se movieran ni disparasen y entonces descubrí sus cañones apuntando a todos los ángulos... Entonces me di cuenta, con un sobresalto, que todos esos tanques habían sido puestos fuera de combate».
Acababa de nacer la leyenda del cañón de 8,8 u 88 cuya letal efectividad y versatilidad le harían temido en todos los campos de batalla durante la Segunda Guerra Mundial.