Dinastías y poder
La historia detrás de las hijas de Pepe Botella
Tras el exilio y la derrota de Waterloo, Zenaida y Carlota, se quedaron en Europa bajo la protección de su tío, Bernadotte, proclamado Rey de Suecia
Fueron infantas españolas, pero jamás pisaron nuestro país. Cuando su padre fue proclamado Rey como José I Bonaparte, ellas permanecieron en París, junto a su madre Julia Clary. Tampoco pasaron mucho tiempo en Nápoles, donde sus padres habían reinado antes de ser designados por Napoleón para encargarse del trono vacante de España. Tras el exilio y la derrota de Waterloo, Zenaida y Carlota, se quedaron en Europa bajo la protección de su tío, Bernadotte, proclamado rey de Suecia, aunque visitaron regularmente a José I establecido en Estados Unidos.
José Bonaparte era el hermano mayor del gran Napoleón. Con él había viajado por primera vez a Francia y a él debía parte de sus éxitos como estadista. Junto a él, además, había encontrado el primer amor en unas de las hermanas Clary, las jóvenes marsellesas de familias de comerciantes del textil, llamadas a dejar una larga estirpe en Europa. El general Bonaparte abandonó a la bella Desireé por Josefina, pero José se casó con Julia y de esa unión nacerían Zenaida y Carlota.
José era un hombre ilustrado y buen diplomático. Su hermano confió en él para hacerse cargo de los reinos que se incorporaban al Imperio en el nuevo reparto de coronas. Primero Nápoles y después España, una vez que los Borbones cedieron el trono en las deplorables abdicaciones de Bayona.
Entre la primavera de 1808 y 1813, José trató de ganarse el favor de los españoles, pero nunca lo consiguió: lo de «Pepe Botella» o «rey plazuelas» fue lo más liviano que escuchó de un pueblo heroico que con el respaldo de Wellington, se convirtió en una úlcera para el Emperador.
Zenaida, la mayor de las hijas de José, debía haber ostentado el tratamiento de Princesa de Asturias, pero la legislación impuesta en la dinastía Bonaparte, que excluía a las mujeres de la sucesión, le impidió tal dignidad. Ella permanecía con su madre y hermana, en el castillo de Mortefontaine, cerca de París, mientras el Imperio tocaba fin. Zenaida y Carlota tenían catorce y quince años cuando su padre dejó de ser rey. Apenas se llevaban un año.
Tras la caída de Napoleón, José Bonaparte se exiló a Estados Unidos, a Nueva Jersey, donde compró una plantación en Point Brezee, cerca de Filadelfia. Sus hijas le visitaron en varias ocasiones, aunque se quedaron en Europa junto a su madre, entre Frankfurt y Bruselas, viviendo de la venta de parte de sus joyas y bajo la protección de su cuñado, el antiguo mariscal Bernadotte, convertido en Rey de Suecia.
La casa de José Bonaparte en América fue durante estos años un referente para los nostálgicos del Imperio que cruzaban el Atlántico. Algunos soñaron incluso con convertirle en Emperador de México, aún español. En estos años mantuvo varios romances, uno de ellos con una descendiente de la mismísima Pocahontas.
Ya en la madurez, regresó a Londres y cuando consiguió autorización por parte de las potencias europeas, a Florencia junto a la que seguía siendo su esposa. José y Julia vivieron en el renacentista palacio Serristori hasta su muerte. Él en 1844 tras una apoplejía, ella unos meses más tarde.
La primogénita de José I, Zenaida, se casó con su primo Carlos Luciano Bonaparte, hijo de Luciano Bonaparte, el más díscolo de los hermanos de Napoleón y quien menos se plegó a sus caprichos. Carlos Luciano heredó el título de Príncipe de Canino y fue un destacado naturalista y ornitólogo. De su unión nacieron varios hijos, entre ellos el cardenal Luciano Luigi Bonaparte, con una vida caracterizada por la caridad y el patrocinio de las artes. En su carroza, que se conserva en el Museo Vaticano, puede verse el escudo de armas con el águila imperial napoleónica.
La pequeña, Carlota Bonaparte, se casó también con un primo, Luis, hijo de Luis, Rey de Holanda y de Hortesia. Era, por tanto, hermano de quien llegaría a ser Napoleón III. Enviudó pronto y no llegaron a tener hijos. Lolotte, como la llamaban, se estableció con su madre en Florencia y animó un importante salón literario. Murió joven, en 1839, a causa de las hemorragias provocadas por un aborto. El bebé era fruto de un idilio con el conde Jaroslav Potocki.