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Fotografía de los supervivientes de Kudia Tahar publicada en el semanario ilustrado madrileño Nuevo Mundo

Fotografía de los supervivientes de Kudia Tahar publicada en el semanario ilustrado madrileño Nuevo Mundo

Kudia Tahar o la resistencia heroica para conservar el protectorado de Marruecos

Fueron combates sangrientos en los que veteranos rifeños llegaban a los muros y los españoles los defendían hasta la extenuación

Los españoles tenían en Marruecos la obligación política de dominar el territorio, someterlo al orden y la ley colonial (la del Majzen intervenido). Y eso implicaba gran dificultad en un territorio como el Rif sin ciudades, con una población escasa pero muy dispersa, sin caminos importantes y muy montañoso.

Los militares españoles conocían de sobra las maneras francesas en Argelia y manejaban los prontuarios de Yussuf o Frisch, pero no podían hacer la guerra a la manera de Bugeaud. La Argelia controlada por Abd el Kader, la Mitidja, era una amplia planicie donde maniobraban muy bien las columnas móviles y se producían batallas campales entre fuerzas similares, con uso masivo de la caballería. Además, los franceses practicaban la táctica de tierra quemada, destruyendo todo a su paso y obligando a las poblaciones civiles a someterse a los invasores o morir de hambre, cosa que los españoles no hicieron en sus campañas de toma del Rif.

Los franceses practicaban la táctica de tierra quemada, destruyendo todo a su paso y obligando a las poblaciones civiles a someterse a los invasores o morir de hambre

Por eso idearon un sistema de innumerables posiciones desperdigadas que mantuvieran el control del territorio, muchas de ellas en montes escarpados que dominaran un valle o un camino. Lo malo es que estaban mal comunicadas entre ellas, mal abastecidas y sin agua y sin una gran reserva para acudir a las ocasiones que lo requirieran.

Cuando se derrumbó todo el frente oriental, perdiéndose el territorio, Primo de Rivera ordenó también abandonar el territorio del Rif occidental y replegar todas las tropas hacia Tetuán y un anillo defensivo exterior que, en su honor, se llamó la línea Estella, hasta que se tuvieran fuerzas para acometer la ocupación definitiva.

Esta línea aseguraba la capital del Protectorado español y las comunicaciones entre esta y Tánger y Larache. Si una de las posiciones defensivas caía, el enemigo penetraría en el territorio salvo y Tetuán iba a quedar sin defensa frente a Abd el Krim. El líder rifeño sabía que se preparaba el desembarco en Alhucemas y quiso organizar una maniobra que rompiera la línea defensiva española para caer sobre el río Martín y amenazar directamente Tetuán.

Para ello confió en su hermano Mahmed y en El Jeriro, que era un hombre de gran prestigio entre los rebeldes, antiguo jefe de la caballería de Raisuni. Eligieron la posición española de Kudia Tahar, en el macizo del Gorgues a mil metros de altitud, en un saliente de la línea Estella y unos doce kilómetros distante de Tetuán. Estaba muy mal comunicada con la siguiente posición –Gorgues– y con el campamento de Ben Karrich. Contaba con otras posiciones defensivas secundarias pero ninguna de ellas construidas para soportar fuego de artillería. Por tanto, el lugar estaba perfectamente elegido.

Los marroquíes disponían de una buena artillería que emplazaron a unos mil quinientos metros. El 3 de septiembre de 1925, el Jeriro atacó la posición que repelió ese primer intento. Mientras tanto, las fuerzas españolas de Ceuta embarcaban hacia Alhucemas sin que el ataque lo impidiera. No cejaron los moros en su empeño y continuaron con un cerco que duró nueve días. Se luchó cada día, llegando al cuerpo a cuerpo. Fueron combates sangrientos en los que veteranos rifeños llegaban a los muros y los españoles los defendían hasta la extenuación.

El mismo día del ataque, una columna española trató de reforzar la posición pero no pudo llegar. Al día siguiente, otra columna lo volvió a intentar. Era una fuerza importante, tres mías de la Mehala, una compañía del regimiento de Cuenca y una batería de montaña. Tampoco consiguieron auxiliar a los sitiados. El teniente coronel jefe de la Mehala Hernández Francés murió a causa de las heridas. El 9 lo volvió a intentar el coronel Álvarez Arenas con la Mehala y los regulares de Ceuta por un lado y el coronel Prats con fuerzas del Toledo por otro. Tampoco tuvieron éxito.

Los sitiados resistieron pero ya con muchas bajas, faltos de provisiones y con la munición escasa. Las defensas de piedra se estaban desmoronando y se volvían vulnerables. Mantuvieron la moral, pero estaban fatigados. El 5 había muerto el capitán Gómez Zarazíbar, que mandaba la posición. No se iban a rendir a pesar de lo difícil de la situación. Eran conscientes de que el desembarco de Alhucemas dependía de que se mantuviera la línea Estella alrededor de Tetuán. Todos lo planes dependían de esa posición aislada.

Kudia Tahar no podía caer en manos rifeñas y, sin embargo, los intentos de socorrerla fueron inútiles. Era una situación desesperada. Hasta el 12 no llegaron los refuerzos españoles de los coroneles Fanjul y Perteguer y del teniente coronel Balmes que llegó con su batallón desde Alhucemas donde estaban embarcados, a contactar con los sitiados.

La posición resistió al límite de las fuerzas hasta que pudieron llegar tropas que rechazaron definitivamente al enemigo

El episodio está cargado de heroísmo. De auxilio de las posiciones secundarias a la principal, de combate a la bayoneta, de descubiertas y ataques sorpresa a las posiciones enemigas. De las primeras acciones efectivas de la aviación militar española. Con un reguero de muertos y heridos, hombres que combatían por obligación, por ese sentido grupal que lleva al sacrificio por los propios contra el enemigo, sin ningún interés material en la tierra que defendían. La posición resistió al límite de las fuerzas hasta que pudieron llegar tropas que rechazaron definitivamente al enemigo.

De la dureza del combate queda, como señal, las seis laureadas de San Fernando, la más importante condecoración militar española, que se concedieron por estas acciones. Al capitán Gómez Zarazíbar que mandaba la posición y al teniente Sevillano que lo sustituyó al morir, al teniente Fuentes Pila y el sargento Azcoz que consiguieron llevar un cañón desde una posición secundaria, al teniente aviador Antonio Nombela por bombardear al enemigo y aprovisionar desde el aire con grave riesgo y al capitán Rodrigo que contratacó en el bosque de Dar Gasi, donde los rifeños tenían su principal base de asedio.

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