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Interior de Santa Sofía (1852)

Interior de Santa Sofía (1852)

Picotazos de historia

El curioso origen de la basílica de Santa Sofía de Constantinopla, una de las maravillas de la arquitectura

Una de las víctimas de la revuelta fue la iglesia de Hagia Sofía. El Emperador Justiniano inauguraría las obras de construcción de la nueva iglesia; una que asombrará al mundo

En el Imperio bizantino las carreras de carros eran enormemente populares, hasta el punto de que en torno a ellas se crearon asociaciones perfectamente estructuradas que se denominaban demos. Originariamente había cuatro equipos: Los Verdes, los Azules, los Blancos y los Rojos, pero a medida que ganaban en popularidad e importancia se convirtieron en foco de diversas cuestiones sociales, políticas, religiosas y económicas.

Cuando esto empezó a suceder la tendencia fue simplificar, reducir las opciones, lo que polariza todavía más las posiciones y, por supuesto, a la sociedad. Los equipos de carros quedaron reducidos a dos: los Azules y los Verdes y sus asociaciones o demos se habían convertido en fuerzas sociales con las que había que contar para mantener el orden en Constantinopla.

A finales del año 531 varios miembros de los Azules y los Verdes fueron detenidos en relación a unos disturbios que se produjeron durante la celebración de unas carreras. En estos incidentes hubo una decena de muertos y heridos. Los detenidos fueron juzgados, condenados y su ejecución se llevó a cabo el día 10 de enero del año 532.

Sublevación contra el Emperador Justiniano

Por un milagro, ineptitud o soborno dos de los condenados sobrevivieron a la ejecución. Una multitud de simpatizantes los rescató del lugar del suplicio y los condujo al refugio de una iglesia. Ese era un momento delicado. El Emperador Justiniano estaba en plenas negociaciones con los persas por lo que no podía permitirse una revuelta en su capital, así que conmutó la pena de muerte por otra de prisión y organizó otra sesión de carreras de carros para contentar al personal.

El 13 de enero, durante la celebración de las carreras y en una actuación sin precedentes, ambas facciones se unieron para pedir al emperador clemencia y que indultara a los condenados. Justiniano se negó a ello y los ánimos se fueron caldeando hasta que estalló una revuelta encabezada por ambas facciones bajo la consigna de Nike (vencer, conquistar en griego)

Los rebeldes pusieron sitio al palacio imperial, saquearon propiedades privadas y provocaron incendios que destruyeron buena parte de la ciudad, entre ellas la gran iglesia Hagia Sofía (santa sabiduría en griego), la más importante de Constantinopla. Justiniano, tratando de apaciguar los ánimos, ofreció organizar más carreras de carros y el indulto, pero para entonces los sublevados se habían crecido y junto con un grupo de políticos y senadores exigían destituciones y reformas. Para empeorar las cosas habían sacado a un primo de Justiniano, de nombre Hipacio, de su cómodo retiro y le habían nombrado emperador.

La fachada principal (oeste) de Hagia Sophia vista desde el patio de la madrasa de Mahmud I

La fachada principal (oeste) de Hagia Sophia vista desde el patio de la madrasa de Mahmud I

Con la crisis en su apogeo y un proyecto de nuevo emperador, Justiniano perdió los nervios y dio ordenes de aparejar unos barcos para huir. Teodora, la esposa de Justiniano, de humilde origen y difamada por el historiador Procopio en su Historia secreta, tomó el mando de a situación. Se negó a abandonar la ciudad afirmando que prefería morir en al ciudad que la había saludado como emperatriz que en un ignominioso destierro.

Procopio nos dejó un detallado relato de los sucesos. El eunuco Narses sembró la disensión entre los sublevados mientras los generales Belisario y Mundo reunían las escasas fuerzas profesionales en al ciudad había e irrumpían en el hipódromo cuando cuando estaban coronando Emperador a Hipacio. La escabechina se calculó en unas treinta mil personas pero el peligro fue abortado.

Como les mencioné, una de las victimas de la revuelta fue la iglesia de Hagia Sofía que había ordenado su construcción e inauguró el 10 de octubre del año 415 el Emperador Teodosio II. El 23 de febrero de 532, Justiniano inauguraría las obras de construcción de la nueva iglesia. Una que asombrará al mundo. Nombró al matemático Antemio de Trales y al ingeniero Isidoro de Mileto como responsables de las obras y no reparó en gastos. El resultado es una de las maravillas de la humanidad. Una obra que sobrecoge y admira más de mil años después. Una prueba más de esa chispa de divinidad que anida en el alma humana y le hace ser capaz de transcender.

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