Hernando de Soto, el conquistador español que cruzó el Misisipi
De segundón en Badajoz con una fortuna millonaria pasó a ser un explorador y un semidios para los indígenas norteamericanos
Un mosquito cambió la historia de la exploración española en Norteamérica. El 21 de mayo de 1542 murió por la malaria Hernando de Soto, en la zona de Ferriday, junto al río Misisipi. Su muerte acabó con los intentos de asentamiento en la región sur del río, pero su legado no terminó allí. Aunque es un explorador poco conocido, tanto su figura como su apellido están presentes desde hace años en varios lugares del este de Estados Unidos. De hecho, su apellido da nombre a un modelo de vehículo que comercializó Chrysler durante tres décadas, hasta 1961. ¿Cuál es su historia?
Hernando nació en Villanueva de Barcarrota, Badajoz, en torno al 1500, bajo el techo y la fortuna de una familia perteneciente a la baja nobleza. Sin embargo, fue el segundón de los hermanos, y tuvo que buscar fortuna en otros lugares, ya que la herencia familiar sería solo para el primogénito. Como tantos compañeros, su destino estaba ligado al Nuevo Mundo. En 1514, con apenas 14 años, cruzó el Atlántico por primera vez como paje de la familia de Pedrarias Dávila (Pedro Arias de Ávila), conquistador y fundador de la ciudad de Panamá.
Tras formarse en el manejo de las armas y ganarse una reputación, se unió en 1523 a la empresa de Francisco Fernández de Córdoba en los territorios de la actual Nicaragua, donde empeñó el cargo de alcalde mayor en Nueva León. Después participó en la conquista del Imperio Inca junto a Francisco Pizarro. Según explica el historiador Borja Cardelús en un informe de The Hispanic Council, aunque algunas de sus hazañas cabalgan entre el misterio y la realidad, De Soto jugó un papel esencial en la rendición del emperador inca Atahualpa. Acudió al encuentro del inca junto a cinco españoles para entregarle un mensaje de Pizarro, y viendo el interés del emperador por los caballos que montaban los españoles, Hernando realizó una demostración de corcoveos que impresionó al líder de los incas.
Cruzando el Misisipi
Impulsado por su espíritu intrépido De Soto obtuvo el permiso del Rey Carlos I de España para explorar y conquistar La Pascua Florida, como la llamó Ponce de León. En 1539, partió desde La Habana con una flota de nueve barcos y unos 600 hombres. Su objetivo era buscar lugares de asentamiento para crear pueblos y expandir la presencia española en los territorios norteamericanos. Aunque desde el principio se enfrentó a la hostilidad de los pueblos indígenas de la zona, en su aventura hacia lo desconocido recorrió unos 9.000 kilómetros, desde Florida, atravesando los actuales estados de Georgia, Carolina del Sur, Alabama, Arkansas, Texas hasta que llegó al inmenso río al que los españoles llamaron Río del Espíritu Santo, es decir, el Misisipi.
De hecho, la expedición de De Soto fue la primera en avistar y cruzar el caudaloso río. Por este hecho, entre otros, los indios de la zona lo empezaron a ver como un semidios y las relaciones empezaron a mejorar entre ambos.
A pesar de todo el camino recorrido y las penurias que padecieron, la expedición de Hernando de Soto no encontró riquezas, ni tierras fértiles que pudieran albergar un nuevo asentamiento. Los expedicionarios pidieron a De Soto regresar, pero el extremeño no quiso abandonar, y solo la enfermedad y su muerte pudo acabar con la empresa que tantos esfuerzos se había cobrado. Hernando de Soto murió y sus hombres lo enterraron. Con su muerte las relaciones con los indios peligraban. Los españoles intentaron ocultarlo, e incluso desenterraron el cuerpo del extremeño, lo ataron a un tronco con piedras y lo depositaron en las aguas del Misisipi. Poco después, los expedicionarios abandonaron la zona hasta que llegaron a la desembocadura del río, mientras los indios los perseguían.
Hernando de Soto llegó a lugares inexplorados, fue el primero en entablar relaciones con varios pueblos nativos norteamericanos y puso la semilla en la exploración del río Misisipi, un accidente natural que sería clave en la expansión del imperio español, y la construcción del futuro Estados Unidos, donde siglos después se recuerda el coraje del explorador español con estatuas, placas y parques, e incluso modelos de coches.