Jueves Hispanófilos en Bruselas
La labor humanitaria del Marqués de Villalobar ante la barbarie de la Gran Guerra
Logró que mejoraran las condiciones de los prisioneros y evitó ejecuciones. El Gobierno belga le rindió un homenaje tras su muerte en 1926
El Debate se suma a la segunda edición de conferencias «Jueves Hispánofilos» promovida por la Asociación RAS y la Asociación Cultural Héroes de Cavite en Bruselas. El pasado jueves acudimos a la conferencia 'El Marqués de Villalobar, un español ante la barbarie de la Gran Guerra', impartida por su bisnieta, Isabel Saavedra Silvela, hija del actual marqués, y futura jefa de familia, así como experta en el personaje por su dedicación al estudio del Archivo Villalobar. Este archivo sólo ha sido consultado por otros dos investigadores y es prácticamente inédito. Fue una conferencia entrañable, por la cercanía de la ponente con el personaje, y excelentemente documentada. Acudieron cerca de 80 asistentes.
Deseamos destacar de esta historia su potencialidad reconciliadora con la mal llamada leyenda negra; la labor humanitaria que el marqués desarrolló desde su posición diplomática y su peculiar carácter como catalizador de ambas cuestiones.
La historia de su bisabuelo contribuye a lo que podría ser la «leyenda blanca» de España en Bruselas. El marqués de Villalobar fue un diplomático español que puso todas sus capacidades para realizar una ingente labor humanitaria, de mediación y de paz en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial.
Rodrigo Ramírez de Saavedra procede de antepasados gallegos aunque nació en Madrid en 1864 y murió en Bruselas, en 1926. Nacido con graves limitaciones físicas que afectaban su movilidad en casi la mitad de su cuerpo, éstas, lejos de humillarle o recluirle, contribuyeron a forjar un fuerte carácter y autoridad. Sus cartas muestran un hombre profundamente empático y generoso con los más desfavorecidos, que dispuso su vida en viajes y comunicaciones lejanas como parte inherente a su desempeño diplomático, sin parar en los sacrificios personales que eso suponía sobre todo en aquella época.
Se convirtió en diplomático en 1887. En 1909, fue nombrado ministro plenipotenciario de España en Washington y en 1910 en Lisboa, donde acompañó al rey Manuel II durante la revolución que derrocó la monarquía portuguesa. En 1913, fue designado representante plenipotenciario de España en Bruselas. Antes de la Primera Guerra Mundial, Villalobar había establecido contacto con la élite social e intelectual de Bruselas y gracias a esas relaciones pudo salvar de la muerte a dos profesores de la Universidad de Gante durante la ocupación alemana.
En la Primera Guerra Mundial, durante la ocupación alemana de Bélgica en 1914, los embajadores de España y Estados Unidos decidieron quedarse en Bruselas en vez de seguir al Gobierno belga en el exilio. Villalobar asumió la responsabilidad de los asuntos diplomáticos de varias potencias en conflicto, estableciendo vínculos con el gobierno alemán en territorio ocupado y actuando en favor de españoles, belgas y franceses para prevenir deportaciones, facilitar comunicación con sus familias, obteniendo ayuda material para evacuados, o mediar en nombre de algunos prisioneros. Ayudado por Alfonso XIII, Villalobar logró que se mejorasen las condiciones de prisión de los líderes de la resistencia belga y del cardenal primado Merciers, y varios condenados a muerte fueron salvados de la ejecución. Uno de sus actos más destacados fue intentar, aunque sin éxito, evitar la ejecución de Edith Cavell, una enfermera británica sentenciada a muerte por ayudar a prisioneros y pilotos aliados. Durante la guerra, Villalobar se esforzó para evitar que la población belga y del norte de Francia pasara hambre, colaborando con figuras como Herbert Hoover y otros empresarios belgas. Según los documentos su labor humanitaria logró amparar a unas 250.000 personas.
En su labor mediadora por la paz, trabajó con las autoridades locales para evitar el bombardeo de Bruselas y Amberes. Hacia el final de la guerra, representó a todos los estados en conflicto y supervisó la retirada de las tropas alemanas y el avance de las belgas. Después de la guerra, recibió varios reconocimientos en Bélgica: Ciudadano Honorario de varias Bruselas, Amberes, Gante, Brujas y Lieja, doctor honoris causa de las Universidades de Brujas y Lieja, y miembro correspondiente de la Académie Royale de l’Histoire en Bruselas. Falleció en 1926 como embajador en Bélgica debido a una peritonitis. El Gobierno belga le rindió homenaje con un funeral de Estado en Bruselas. Actualmente hay presencia del marqués de Villalobar en el Senado de Bélgica (un busto y un tapiz), y en Bruselas, su vivienda es hoy la embajada de España, además de tener una calle con su nombre.
La historia del marqués de Villalobar constituye una fuente de inspiración para nuestra memoria histórica y contrataca a la leyenda negra española en los Países Bajos. Su historia refleja el temple de muchos españoles de la generación anterior a la Guerra Civil, caracterizados por su patriotismo, sentido del deber, capacidad de sacrificio y solidaridad generosa con todos.