Picotazos de historia
El misterio del cinturón de aluminio de Zhou Chu, el heroico general de la dinastía Jin
Zhou Chu fue uno de los invitados a servir al nuevo reino. Lo que hizo con dedicación, lealtad y brillantez. Aunque alcanzó puestos de importancia en el nuevo gobierno, también se ganó poderosos enemigos
Zhou Chu (236 – 297 d. C) es el nombre con el que es conocido un funcionario y general del reino de Wu durante el periodo conocido como «de los Tres Reinos» de la historia de China. El reino de Wu acabaría siendo absorbido por los reinos de Wei y Han, bajo la dinastía Jin en el año 280 d. C.
Zhou Chu provenía de una familia adinerada que le colmó de caprichos desde su infancia, volviéndole un joven caprichoso, violento, frívolo y disoluto. Una persona que evitaban los habitantes de la provincia de Jiangsu (capital Nankín) pues era garantía de problemas. Un día Zhou Chu, sabedor de la mala fama que se había ganado y deseando limpiar un poco su imagen pública, se presentó ante el concejo de ancianos de la ciudad de Yixing donde vivía. Los ancianos le explicaron que aunque el año había traído una cosecha abundante y la nación estaba en paz no podían alegrarse pues tres terribles plagas asolaban la provincia.
La primera de las plagas –le dijeron– era el tigre de frente blanca de Nanshan. Zhou Chu partió en busca de la alimaña. Tres días estuvo siguiendo su rastro hasta dar con su guarida y allí lo mató. Cuando volvió, los ancianos le explicaron que la segunda plaga era el dragón que habitaba al sur de la provincia. Zhou Chu se puso en marcha buscando al dragón.
Esta tarea fue mucho más laboriosa de lo esperando. Recorrió centenares de kilómetros y cuando lo encontró la lucha duró varios días hasta que consiguió terminar con el monstruo. Cuando regresó a Yixing le sorprendió ver lo felices que parecían todos y que no paraban de felicitarse de haberse librado de las tres plagas que les habían estado asolando hasta entonces. Zhou Chu se enteró de que, tras tantos días de búsqueda y conocedores de los violentos combates que había mantenido contra el dragón durante días, la gente pensaba que había muerto junto con el dragón. Por eso se alegraban tanto. Por que él era la tercera plaga que asolaba la provincia.
Zhou Chu tuvo un cambio radical y desde ese día dedicó su vida a servir al reino y a cuidar de sus padres. Hizo una honrosa carrera como gobernador de diferentes distritos. Cuando en el año 280 la dinastía Jin derrotó y absorbió el reino de Wu, Zhou Chu fue uno de los invitados a servir al nuevo reino. Algo que hizo con dedicación, lealtad y brillantez. Zhou Chu alcanzó puestos de importancia en el nuevo gobierno pero también se ganó poderosos enemigos que conspiraron buscando su perdición.
En el año 296, con motivo de una rebelión en la zona norte de la provincia de Gansu –al noroeste de la China actual–, los enemigos de Zhou Chu maquinaron para que se le diera el mando de la vanguardia del ejército. Así, cuando se encontró frente al enemigo, fue abandonado a su suerte por su comandante en jefe, quien era parte de los conspiradores que buscaban su final.
Zhou Chu murió heroicamente junto con los cinco mil soldados que le acompañaban y que con él fueron sacrificados. Terminada la rebelión, el emperador Jin reconoció la lealtad de Zhou Chu y que había sido víctima de una conspiración. Decretó que su familia fuera recompensada con un millón de monedas, cincuenta áreas de terreno en la capital, cinco hectáreas de tierras de cultivo de primera calidad y una hectárea de terreno para levantar su propio cementerio. Además, ordenó que la madre de Zhou Chu fuera atendida por los médicos imperiales y que sus medicinas se cargaran al tesoro imperial de por vida.
En 1952, mientras se realizaban unas excavaciones en la ciudad de Yixing, en una zona junto a un montículo conocido como «la tumba de Zhou Chu», se encontraron dos tumbas pertenecientes a la dinastía Wei – Jin. En la tumba número 1 se encontró un ladrillo cocido con una inscripción que anunciaba que aquella era la tumba del general Zhou Chu.
En la tumba encontraron también un gran número de incensarios de cobre y bronce pero lo más notable, aquello que desconcertó a los arqueólogos y expertos, fue un cinturón que llevaba el cadáver del general. Y es que este estaba compuesto en un 85 % de aluminio, elemento químico y metal no ferruginoso que no empezó a extraerse de las rocas hasta el siglo XIX. En estado natural es muy, muy raro.