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Ruinas del monte Gerizim c. 1880

Ruinas del monte Gerizim c. 1880

La historia del pueblo que nunca se fue: ¿quiénes eran los samaritanos?

En este artículo se tratará de explicar quiénes eran los samaritanos más allá de la célebre parábola del buen samaritano

Los samaritanos son una de las etnias semitas más desconocidas, pero famosos por la célebre parábola del buen samaritano, historia recogida en los evangelios. Tras finalizar la serie de las revueltas judías vamos a continuar buceando en el entramado de la historia de Oriente Próximo, en los siglos V y VI d.C. en las regiones del Imperio romano de Oriente para entender la verdadera situación por la que Roma quedó exhausta y fue tan fácil su derrota ante las invasiones árabes del siglo VII.

La zona oriental del Imperio siempre estuvo amenazada por los partos o los sasánidas pero también por alzamientos que lograron éxito e independencia, como el caso del Imperio de Palmira; la llegada de árabes y la consolidación de poderes regionales peligrosos como los nabateos o los ghassanidas, que por suerte para Roma cayeron en su esfera de influencia.

Los alzamientos judíos fueron una constante desde el siglo I hasta el siglo VII, esto horadó las bases del imperio en la región. Más allá de judíos, griegos, persas o armenios también había samaritanos, pero ¿Quiénes eran estos samaritanos?

El pueblo que nunca se fue

El término samaritano responde a varias categorías, una teológica y otra étnico-regional. Los samaritanos a nivel étnico y político son un grupo semita (que existe aún) que formó parte del conglomerado de pueblos hebreos, sobre el que tuvo preponderancia en la época del reino de Israel (el bíblico reino del norte) bajo las dinastías de Omrí y Jehú como la arqueología revela y que fueron conquistados por los asirios. Esto devino en la ruina del reino y el liderazgo sobre el mundo hebreo (samaritanos-israelítas, judíos, moabitas, amonitas, edomitas) cayó sobre los judíos de la dinastía davídica y el Templo.

Estos pueblos, unidos de forma tribal por lazos de parentesco étnico-lingüistico fueron desapareciendo hasta quedar los judíos. Los samaritanos, sin embargo, siguieron viviendo en el norte sometidos a diferentes poderes regionales, pero existiendo como nación diferenciada.

A nivel político las casas samaritanas rivalizaron con la dinastía davídica del reino de Judea hasta tal punto de que las esferas de poder político y cultural devinieron en desarrollos paralelos de la religión. Si para los judíos los escritos se basan en la Torá (la ley), el Neviim (los profetas) y los Jetuvim (los escritos sapienciales) con el templo de Jerusalén como eje central y ciudad santa bajo la protección de la sagrada dinastía davídica, para los samaritanos el escrito sagrado es exclusivamente la Torá samaritana (una versión diferente de la Torá judía o del Pentateuco que pueda tener cualquier biblia) aunque poseen una larga tradición en literatura religiosa de corte teológico y filosófico exclusivo como desarrollo de su teología y tradiciones.

Vista antigua de Naplusa y el monte Gerizim

Vista antigua de Naplusa y el monte Gerizim

Por otro lado, no consideran que Jerusalén ni el templo sea un lugar sacro. En su lugar, tienen el monte Guerizim, cerca de la antigua ciudad de Siquem (primera capital del reino de Israel), moderna Nablús en Palestina. Aparte de esto se distinguen en el hecho de que siguen poseyendo una clase sacerdotal (los cohanim), tienen a Moisés como el gran líder religioso y esperan la llegaba de un Mesías al que llaman «Taeb».

Tensiones entre judíos y samaritanos

Las tensiones históricas entre judíos y samaritanos fueron constantes y se ven claramente en los libros de la Biblia donde se critica fuertemente a los miembros de las dinastías de Omrí y Jehú así como a los samaritanos en general, considerados como herejes e impuros ya que en la propaganda de los centros de poder de Jerusalén se asentó la idea de que los samaritanos ya no formaban parte de las tribus sino que al mezclarse con los asirios su identidad ya no era netamente hebrea y además eran rebeldes al no aceptar el dominio de la dinastía de David.

Ni que decir tiene que a día de hoy existe cierta rivalidad entre ambos grupos. Es muy raro ver samaritanos en Jerusalén actualmente, estos siguen teniendo su lugar sagrado para ellos y realizando sus rituales como el sacrificio del cordero pascual, que los judíos no hacen al no haber templo. Poseen diferentes calendarios de fiestas. Los rabinos, aún hoy, poseen un estado especial para ellos ya que no son judíos ni gentiles, sino que están en una posición intermedia: para aquellas cosas que coinciden con los judíos deben ser considerados judíos, en las divergencias deben ser considerados como gentiles.

Samaritanos en el monte Gerizim, 2006

Samaritanos en el monte Gerizim, 2006

En las regiones samaritanas el Imperio romano estuvo más centrado en las guerras contra los judíos por lo que dejaron aparte a los samaritanos que vieron cómo estos pasaron de ser el grupo dominante en la región a ser prácticamente exterminados de Judea, quedando sólo como mayoritarios en Galilea y el Golán. Los samaritanos y cristianos fueron llenando ese hueco dando lugar a la era dorada de los samaritanos desde que perdieron el reino de Israel.

Durante estos siglos de expansión étnica y comercial se vivió el surgimiento de los samaritanos como ente poderoso y se configuró su identidad religiosa, la liturgia y muchos elementos culturales que les definen hasta hoy. En la periferia de estas regiones los nabateos y los ghasanidas se hacían fuertes pero los samaritanos no representaron un problema para los romanos por lo que estos estaban en paz, de hecho, reconstruyeron el templo del monte Guerizim.

Sin embargo, la cristianización de las altas esferas del imperio, el aumento de la población cristiana plebeya en la franja sirio-palestina y la cristianización de los ghassanidas provocó una serie de tensiones que se agravó con la crisis general del imperio del siglo III. Esta crisis provocó el fortalecimiento del poder local samaritano frente a la debilidad del poder imperial central.

En ese contexto será Baba Raba quién organizará Samaria de forma administrativa y reforzará a las familias aristocráticas samaritanas en una fase de relativa independencia. El poder de Baba Raba (hijo del sumo sacerdote samaritano Nethanel III), sus conexiones con Roma y su labor intelectual basada en la codificación y en dotar de identidad a los samaritanos vio el final con la vuelta del poder romano, siempre reticente a procesos políticos identitarios y localistas por lo que se produjo el fin de la semiautonomía samaritana, la captura de Baba Rabaa que fue llevado a Constantinopla donde murió.

Sin embargo, el aumento demográfico, la fuerte identidad adquirida y el periodo de independencia sentó las bases para que se repitiera el mismo guion que había enfrentado a judíos y romanos pero, esta vez, los romanos se tendrían que batir el cobre con los primos de estos últimos en la frontera más complicada del Imperio: Oriente, donde los persas y cada vez más los árabes estaban al acecho. Y esas revueltas las analizaremos en la próxima serie de artículos por venir.

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