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22 de julio de 2024

El astronauta James A. Lovell Jr., comandante de la misión del Apolo 13, leyendo un reportaje de un periódico sobre su exitosa recuperación de una misión plagada de problemas

El astronauta James A. Lovell Jr., comandante de la misión del Apolo 13, leyendo un reportaje de un periódico sobre su exitosa recuperación de una misión plagada de problemas

Del inicial desinterés por la misión Apolo 13 al éxito mediático con su famoso «Houston, tenemos un problema»

El 11 de abril de 1970, desde el centro espacial Kennedy, en Florida, se produjo el lanzamiento. Este cohete debía ser el primero de los tres viajes a la Luna centrados íntegramente en el estudio geológico de su superficie

Tras el éxito norteamericano del cohete Apolo XI se había logrado popularizar la sensación de victoria tecnológica occidental frente a la Unión Soviética en la carrera lunar de la Guerra Fría. Por ello, el programa Apolo perdió su carácter prioritario, siendo el juguete más caro de la NASA. Ante esta situación, la agencia espacial tuvo que diseñar un plan de futuro que garantizase la integridad de la gran infraestructura creada para el programa lunar. Una lanzadera espacial, un posible viaje a Marte y la estación orbital Skylab fueron algunas piezas de ese plan, que debían superar al Apolo XI.

De esta manera, en noviembre de 1969, el Apolo XII se posó en el océano de las tempestades, a 183 metros del lugar donde descansaba la sonda automática Surveyor 3. Se trataba de una gran zona oscura en la parte oeste de la cara visible de la Luna. A continuación, se proyectó el lanzamiento del Apolo XIII, el cual debía ser el primero de los tres viajes a la Luna centrados íntegramente en el estudio geológico de su superficie. La tripulación se compuso del comandante James A. Lowell, del piloto del módulo de mando Thomas Mattingly y de Frederick Haise, que lo sería del módulo lunar.

Haise practicando para quitar la cápsula de combustible de su recipiente de transporte montado en el módulo lunar

Haise practicando para quitar la cápsula de combustible de su recipiente de transporte montado en el módulo lunar

El 11 de abril de 1970, desde el centro espacial Kennedy, en Florida, se produjo el lanzamiento. Los puntos del plan de vuelo se fueron cumpliendo con tanta precisión que la opinión pública comenzó a perder interés por la misión, como detectaron algunos periodistas. No había ninguna emoción por esta misión hasta que, a las cuatro de la mañana del 14 de abril, hora de Florida, los astronautas detectaron un sonido apagado. Lowell informó al control terrestre con una frase que se haría mítica: «Houston, tenemos un problema».

Se había producido una explosión en el módulo de servicio, donde se almacenaban los sistemas de propulsión, producción eléctrica y provisión de oxígeno. A continuación, hubo un aumento de la tensión eléctrica, seguido por el cese del funcionamiento de una de las células de combustible que producían electricidad. Los indicadores de presión del oxígeno y energía comenzaron a descender en la cabina del módulo de mando, de tal manera que sólo quedaban 15 minutos para alimentarla.

Sala de control de operaciones de la misión durante un programa de TV justo antes del accidente del Apolo 13

Sala de control de operaciones de la misión durante un programa de TV justo antes del accidente del Apolo 13

Como consecuencia, el módulo lunar se transformó en la balsa de salvamento de la tripulación, pero sólo con capacidad para 38 horas, menos de la mitad de tiempo necesario para volver a la tierra. Más tarde, se pensó que, si se reducía la temperatura al mínimo soportable y se desactivaban todos los sistemas prescindibles, esa cifra podría incrementarse hasta lograr el tiempo suficiente para volver a casa.

Desde Houston, se anuló el alunizaje siendo prioritario el regreso de los tres astronautas. Pero los problemas se sucedieron, pues sin la potencia necesaria para frenar y volver directamente a su punto de partida, el Apolo XIII debía rodear la Luna y emprender después el retorno, una maniobra que duraría cuatro días. Ese era el tiempo clave que debían sobrevivir. Se realizaron correcciones de su trayectoria los días 16 y 17 de abril, sin los cuales la nave hubiera perdido la necesaria alineación.

Los gases en expansión del módulo de servicio provocaron movimientos de rotación que dificultaron las comunicaciones con la base terrestre. Este módulo dañado fue separado del conjunto el 17 de abril, ocasión que los astronautas aprovecharon para fotografiar el estado en el que había permanecido la nave tras la explosión. Mientras tanto, la prensa divulgaba los hechos, aumentaba el interés social por el Apolo XIII y todos en Houston contenían la respiración.

Módulo de servicio del Apolo 13 dañado, fotografiado desde el módulo de mando después de la separación

Módulo de servicio del Apolo 13 dañado, fotografiado desde el módulo de mando después de la separación

Los tres hombres se trasladaron a una cápsula de retorno, bautizada como Odyssey, que inició la secuencia de retirada sobre la atmósfera del planeta azul. Se formó una nube de plasma alrededor de la cápsula como consecuencia de las altas temperaturas alcanzadas, por lo que se interrumpieron las comunicaciones con los astronautas durante unos minutos. Pero… ¿lograrían sobrevivir?

La televisión emitió la imagen de tres paracaídas extendidos del Odyssey que llegó a los salones de millones de norteamericanos, los cuales celebraron el final feliz de la aventura espacial. La cápsula amerizó a sólo 6 kilómetros del portaaviones USS Iwo Jima en el océano Pacífico, que envió varios helicópteros en su rescate. Los astronautas, cansados y deshidratados, fueron convertidos en héroes nacionales y llevados con sus familias.

Según versiones oficiales, el accidente se debió a que, previamente al lanzamiento, el tanque de oxígeno número 2 del módulo de servicio se recalentó y estalló, destruyendo el número 1. Se construyó un sistema de refrigeración y se sometió a pruebas, pero las mismas fueron tan fuertes que acabó con dos interruptores del sistema, que nunca lograron funcionar en órbita. Sin embargo, cabe destacar que la misma experimentación y la misma ciencia que llevaron al desastre fueron las que lograron la victoria final, afianzando la fe del ser humano en sus posibilidades.

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