Picotazos de historia
Los tumbos del hijo ilegítimo de Enrique VIII que fue corsario de Isabel I y estuvo en la corte de Felipe II
Se decía que su madre –Jane Pollard– le había concebido después de un breve, pero intenso encuentro con el rey Enrique VIII
La vida nos presenta a ciertos individuos cuya vida y acciones parecen sobrepasar al del resto de sus contemporáneos. Es como si estas personas tuvieran el don de liberar o desencadenar acontecimientos que van más allá de su entorno inmediato.
Thomas Stucley (1525-1578) o Stukeley fue hijo de una familia prominente dentro de la pequeña nobleza rural del condado de Devon. Se decía que su madre –Jane Pollard– le había concebido después de un breve, pero intenso encuentro con el rey Enrique VIII. Es muy posible ya que es notoria la proclividad que tenía este rey a este tipo de «encuentros».
El aventurero hijo de Enrique VIII
A los veinte años entró al servicio del duque de Suffolk participando en el sitio y toma de Boulogne. Años después estando en el séquito del duque de Somerset, el poderoso Eduardo Seymour, estuvo presente en su caída en desgracia y arresto, lo que le motivó a viajar a Francia buscando climas más saludables. Se movió bien en la corte francesa y pronto contó con influyentes patronos. Fue designado por el propio rey de Francia para llevar a cabo una comunicación diplomática con su primo Eduardo VI. Una vez en Londres, delante del monarca inglés, le confeso a éste la existencia de un plan francés para capturar la ciudad de Calais.
El nuevo primer ministro de Eduardo VI –el conde de Warwick, que había sido elevado a duque de Northumberland tras la ejecución del duque de Somerset– ordenó encerrar a Stucley en al torre de Londres. De esta manera se ahorraba recompensarle y jugaba a no creer la historia para congraciándose con el rey de Francia, lo que le interesaba para su política con ese país.
Liberado en octubre de 1553 tuvo que abandonar Inglaterra por deudas aunque regresaría, al año siguiente, como parte del séquito del duque de Saboya. Aprovechando la protección que le da su nuevo señor aprovecha para contraer matrimonio con Anne Curtis, heredera de una apetitosa fortuna. Poco le dura la suerte ya que tiene que volver a abandonar el país y en 1557 lo encontramos peleando junto a los españoles en la batalla de San Quintín. Volverá a Inglaterra al tener noticias de la muerte de su suegro y para hacerse cargo de la herencia de su mujer.
Corsario de Isabel I
Durante unos años consigue estar, aparentemente, tranquilo pero en 1563 consigue convencer a la reina Isabel I para que arme y apareje cinco barcos con el objeto de llevar la guerra de corso a los españoles en la zona de Florida. Al estar Florida muy lejos, Thomas Stucley cambia de opinión y en vez de actuar como corsario contra los intereses españoles en Florida se dedicó a ejercer de corsario contra todo el mundo en las costas irlandesas. La reina Isabel I, ligeramente irritada por lo que consideró una tomadura de pelo, le hizo una oferta que no pudo rechazar: abandonar toda actividad y ocupar un puesto en la administración de Irlanda o ser ahorcado inmediatamente.
Estaba claro que Thomas Stucley no tiene el mejor de los caracteres y este le vuelve a meter en problemas ya que en 1569 es sentenciado a 18 semanas de confinamiento en el castillo de Dublín «por referirse a S.M. de modo inapropiado y apoyar a ciertos rebeldes».
Liberado en octubre de 1569 le faltó tiempo para embarcar con destino a Lisboa y de allí a Madrid. En la corte española y con el apoyo del duque de Feria, presenta un proyecto de invasión de Irlanda que no acabaría de fraguar. Cansado de la lentitud de la corte de Felipe II viajó a Roma. Allí el Papa Pio V le pondrá al mando de tres galeras que se lucirán en la batalla de Lepanto (1571).
En la corte de Felipe II
Aureolado por su actuación en dicha jornada regresa a España, viviendo entre Sevilla y Madrid (1573-7) pensionado por Felipe II y siempre buscando conseguir una flota para invadir Irlanda. En 1577 viaja a Roma para ofrecer al Papa Gregorio XIII la corona de Irlanda para su sobrino Giacomo Boncompagni. El Papa financió de su bolsillo la contrata de dos mil arcabuceros (soldadas, bastimentos y armamento) y le creó marqués de Leinster. Presentado el proyecto de invasión al rey Felipe II por el nuncio apostólico, este autorizó el tránsito por sus reinos de las tropas de Stucley, proveyéndolo de barcos para llegar a Lisboa.
Imagino que ya estarán ustedes mareados por los giros de la vida de Thomas Stucley. Ya falta poco. En Lisboa fue recibido por el rey Sebastián I que viendo las tropas que traía le propuso que le acompañara a una aventura más ambiciosa. Además le haría general y le daría el mando de la infantería. Thomas ni lo dudó. ¡A la porra el Papa, el sobrino del Papa y la verde Irlanda! Ligó su destino con la aventura africana del rey de Portugal. Pero eso es tema para el siguiente artículo.