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10 de septiembre de 2024

Eloy Gonzalo

Grandes gestas de la Historia

La gesta de Eloy Gonzalo, héroe del Cascorro y su olvidado capitán Neila

Lea y escuche el nuevo episodio de esta serie de históricos acontecimientos

El Rastro de Madrid debe su nombre al hecho de que por allí pasaban los animales sacrificados en los mataderos de la zona, dejando un rastro de sangre en el suelo. En el corazón del Rastro está la Plaza de Cascorro, llamada así por albergar la hermosísima estatua de Eloy Gonzalo, conocido como el héroe de Cascorro.

La infancia

Eloy Gonzalo nació en 1868, año de la Revolución que expulsó a la reina Isabel II. Recién nacido, Eloy fue depositado en el torno de una inclusa de las Hermanas de la Caridad de la calle Mesón de Paredes, en el barrio de Lavapiés. Cual personaje de novela, el niño fue entregado con una nota entre sus ropas «Está sin bautizar. Rogamos que le pongan por nombre Eloy Gonzalo García, hijo legítimo de Luisa García, soltera, natural de Peñafiel».

Las monjas le buscaron un hogar y dieron con un matrimonio que acababa de perder un hijo –por lo que le podía amamantar– y que acreditaron como era perceptivo su condición moral para acogerlo. La pareja recibiría una asignación por ello. El niño se crió en cuarteles de la Guardia Civil, profesión de su padre adoptivo, y tuvo una primera infancia feliz en varias localidades entre ellas la madrileña Chapinería, que consideró siempre su pueblo.

A los 12 años moría Braulia, su madre, y su padre angustiado ante la situación de viudedad y la carga de seis hijos biológicos, al retirarse la paga que le daban por él, decide abandonarlo, quedándose huérfano de nuevo. Eloy vuelve a quedarse solo. Tenía solo 12 años, pero ya demostrando un carácter arrojado, rechazó ser ayudado por la caridad y decidió volver a Chapinería viajando con poca ropa, mal calzado y atravesando un puerto lleno de víboras y lobos. Allí, donde lo conocían le fueron dando trabajo a cambio de cobijo y sustento, como pastor de ovejas, labrador, peón de albañil, labrador, aprendiz de barbero y carpintero.

La vida militar

En 1889 fue declarado soldado sorteable llamado a filas y fue destinado como quinto al Regimiento de Dragones de Lusitania, 12.º de Caballería. Eran fuerzas de choque destinadas a romper las defensas del enemigo en las que fue ascendido a cabo.

Y al acabar el servicio militar, comprendió que en el ejército había encontrado el sostén económico y emocional de su vida. Pidió el reenganche accediendo al nuevo cuerpo de Carabineros del Reino que entonces hacía labores aduaneras donde pensó que tendría más porvenir y fue destinado a la Comandancia de Algeciras.

Era un joven muy bien parecido, con ojos celestes y alto para su época. Y en pocos meses, pedía permiso a la superioridad militar para casarse con una muchacha.

Debía tener carácter pendenciero porque siendo carabinero se enfrentó a un teniente apuntándole con un arma, lo que conllevó su arresto por insubordinación militar. Los motivos no están claros ¿Fue la infidelidad de su prometida con el teniente o tal vez un abuso de poder? El hecho es que el oficial agredido elevó una queja que acabó en un tribunal militar. Fue arrestado, sometido a un Consejo de Guerra, y condenado a 12 años de prisión. Tenía 27 años y por su condición de soldado tuvo que ingresar en un duro penal militar de Valladolid en el que hubiera debido permanecer hasta los 42.

Cambia pena por guerra

El Grito de Baire, marcó el inicio de una nueva guerra en Cuba. El ejército necesitaba perentoriamente más efectivos, por lo que el gobierno tuvo que aprobar medidas extraordinarias. Entre ellas, una recluta urgente que concedía amnistía a militares encarcelados que no tuvieran delitos de sangre. A cambio, debían solicitar como destino Cuba. Eloy tuvo mucha suerte. Solo habían pasado dos meses de su condena y se raudo se ofrecía voluntario para acogerse a la disposición y –como expuso en su petición al Ministro de la Guerra– lo hizo «para limpiar su honra derramando la sangre por la patria». Lavaría su delito vertiendo su sangre por la nación en los campos de Cuba, y así lo juró.

Se alistó en el primer reemplazo en Noviembre de 1895, y documento de rigor en mano embarcaba en el barco Leon XIII que salía con un contingente militar desde La Coruña con destino a Cuba. En diciembre llegará a Puerto Príncipe (Camagüey), donde se incorporará al Regimiento de Infantería María Cristina nº 63. Después iría destinado a una guarnición en Cascorro, en la misma provincia.

La situación en Cuba

La situación en Cuba era muy difícil. Las medidas de Martínez Campos fueron infructuosas y fue remplazado por el general Valeriano Weyler que, dadas las circunstancias, aplicó una nueva estrategia que conseguiría someter a los mambises que es como se denominaban los guerrilleros independentistas cubanos.

general Valeriano Weyler

General Valeriano Weyler

Weyler para evitar el aprovisionamiento y el traslado de tropas enemigas decidió partir la isla en trochas: sectores, controlados con fortificaciones dotados de artillería y guarniciones de infantería. La maniobra resultó muy eficaz pero su dureza fue hábilmente utilizada por los Estados Unidos para el uso por primera vez en la historia un arma que para España sería letal: la prensa amarilla.

Ataque y asedio

Una de las más violentas operaciones de la guerra tuvo como destino precisamente la guarnición de Cascorro donde estaba destinado Eloy. La guarnición era escasa, apenas 170 hombres mal armados y defendidos por una línea de trincheras que se llenaban de barro con las pertinaces lluvias haciéndose intransitables. El cuartel más cercano estaba en Camagüey, a más de 60 kilómetros. Circunstancias que la hicieron blanco fácil de los mambises.

La madrugada del 22 de septiembre de 1896, cerca de tres mil insurrectos a las órdenes de Calixto García y el veterano Máximo Gómez rodeaban Cascorro bien armados y con tres cañones de 70 milímetros cedidos por Estados Unidos bajo la dirección del artillero Funston.

En Cascorro todos los edificios eran de paja salvo algunas construcciones de piedra y teja, que con muy pocos recursos consiguieron habilitar para la defensa con eficacia. La más sólida era el cuartel. La iglesia se convirtió en hospital y se fortificó la taberna de un español apellidado García. Al mando de las tropas estaba el capitán extremeño de Santa Marta de los Barros Francisco Neila, y sin artillería para responder a la ofensiva, su única salida fue pedir socorro al cuartel general y preparar a sus hombres para resistir hasta que ésta llegara.

Pero la espera no fue tarea fácil. La disentería, el tifus, la sarna, la malaria, la fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales comenzaron a debilitarles. Se agotaron los víveres y la munición era insuficiente para seguir combatiendo mientras los independendistas los asediaban con dureza. Hasta 195 granadas cayeron sobre ellos.

El cerco duraría trece días, durante los ofreció varias veces la rendición a los españoles, que no aceptaron. En uno de los mensajes instaban a Neila a rendirse argumentando que aunque respetaba su «valor y resistencia», no era necesario hacer «mayores sacrificios». Neila respondió con el honor de un oficial de su tiempo: «He admitido al parlamentario que me envía usted porque creí que, habiéndose desvanecido todas vuestras ilusiones de triunfar, y aprovechando la bondad de España, veníais a acogeros al indulto. Nosotros no nos rendiremos nunca, y no me envíen más recado, o haré fuego sobre el emisario».

Caballería en Cuba. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau

Caballería en Cuba. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau

La posición española aguantó trece días al límite poniendo todas sus esperanzas en la ayuda exterior que parecía no llegar nunca.

A pesar de la irrelevancia estratégica de Cascorro, el ejército en ningún caso había decidido abandonarlos. Ante el primer mensaje salieron con rapidez a auxiliarlos, pero los fusileros y la caballería enviada por el general Jiménez Castellanos se habían quedado varados por las lluvias torrenciales, el barro atascaba los caminos y sufrían ataques intermitentes de los rebeldes, lo que fue ralentizando la marcha.

A pesar de la gran puntería de los soldados españoles con sus modernos fusiles mauser, centenares de obuses cubanos seguían cayendo sin cesar sobre las tres pequeñas defensas de Cascorro. Además pasada una semana, los insurrectos habían ocupado una casa que convirtieron en cuartel general a 50 metros del fuerte principal y aunque usaban rifles Remington y Winchester más antiguos que el Mauser, estaban tan cerca que daban en todas las dianas que se proponían. Habían matado y herido a 21 soldados.

La gesta

El capitán Neila había afrontado una gran defensa con sus hombres pero sabía que la situación era insostenible. Pero también tenía claro que la infantería española no se rendía jamás y meditó una solución que sería la clave. El 30 de septiembre reunía a sus hombres y les explicaba que la situación era desesperada, y por ello solo había una solución también desesperada. El único medio de romper el asedio sería infiltrar a un hombre en el campo enemigo, que debería estar dispuesto a morir. El objetivo era provocar un incendio para desalojar de la edificación cercana a los insurrectos. el soldado español en cuestión debería camuflarse y arrastrarse sorteando las balas enemigas. Correría el máximo riesgo no solo de perecer, que era lo esperado, sino de fracasar siendo la única esperanza de salvación.

Acto seguido, Neila pedía un voluntario y Eloy Gonzalo levantaba la mano. Rehabilitado a su antiguo rango de cabo era buen tirador. Tenía experiencia en combate y dominio de las armas por su pasado en los Dragones y Carabineros. Él sería ese voluntario aún sabiendo que el peligro de la misión le llevaría a la muerte, pero con la losa de ser un exconvicto, el acto le redimiría. Además era huérfano, nadie le esperaba en España y cuentan que dijo: «no tengo a nadie que me llore o me necesite». Sabía también que si sobrevivía, podría reiniciar su carrera militar.

Plano de Cascorro

Plano de Cascorro

Eloy puso una única condición: tenían que atarle con una soga larga para que, cuando le mataran, su cuerpo sin vida pudiera ser traído de vuelta a las líneas españolas. Así, atado a una cuerda salía al anochecer protegido por la oscuridad pertrechado de un máuser, una mecha y una lata de petróleo. Al deslizarse hasta las líneas enemigas cuentan que todos defensores estuvieron pendientes de la cuerda como si fueran uno, soga que se tensaba y aflojaba hasta que empezaron a ver la luz del fuego que comenzaba a devorar el edificio. La casa cuartel general de los rebeldes, era pasto de las llamas. Lo había conseguido: había prendido el fuego y cumplió su cometido.

Aprovechando el incendio, los españoles realizaron un valiente ataque contra los insurrectos en el que también participó Gonzalo. La hazaña supuso que la guarnición de Cascorrro pudiera salvarse protagonizando uno de los episodios bélicos más trascendentes del conflicto.

La resistencia duraría unos días más, hasta que, el 6 de octubre, una columna de mil ochocientos soldados de infantería, 300 de caballería y dos piezas de artillería al mando del general Jiménez Castellanos liberaba la guarnición de Cascorro tras un duro combate de cinco horas.

Un héroe mediático

La noticia viajó en ferrocarril hasta La Habana, El diario El Imparcial daba a conocer la hazaña y de ahí saltó a Madrid. Pronto llegaron los reconocimientos: una medalla pensionada, felicitaciones, donativos y actos públicos. Eloy Gonzalo se convertiría en el único soldado español que alcanzó fama mediática los años de la guerra de Cuba convirtiéndose en el mítico Héroe de Cascorro. Tenía todos los ingredientes, inclusero, hecho a sí mismo, ex convicto y redimido por el sacrificio que daba su vida por la patria. Y se tornaría en uno de los símbolos más populares del desastre del 98 y del antimilitarismo porque era un hijo del pueblo y no uno de aquellos «ilustres varones que fueron a la guerra de Cuba con el pecho lleno de cruces y las mangas de la casaca cubiertas de entorchados».

La muerte

La guerra continuó y el héroe de Cascorro siguió combatiendo a los insurgentes. Hasta que un año después del asedio ingresaba en el Hospital Militar de Matanzas con diarrea, cólicos abdominales y fiebre. Había resistido al fuego enemigo pero no a lo más temido: las epidemias y fallecería de una infección intestinal que le produjo una enterocolitis ulcerosa gangrenosa. Sus pertenencias al morir eran su condecoración, un machete y su mauser, algunos retratos, una canana con 150 cartuchos y 3,80 pesos.

Reconocimientos

Por orden expresa de la reina María Cristina, su cadáver fue repatriado y enterrado en el mausoleo de la Almudena, dedicado a los caídos en Cuba y Filipinas.

Por su parte el capitán Neila, ya comandante, siguió nutriendo una brillante hoja de servicios: escoltando convoyes, reforzando guarniciones y librando hasta cincuenta combates. También tuvo una heroica actuación en el Rif con las primeras columnas de reconquista que las mandaban los generales Berenguer, Sanjurjo, Cabanellas y él mismo. Numerosos combates y operaciones destacadas sobre Atlaten, Ras-Medua, Zoco el Had, la ocupación del monte Gurugú o Casabona, donde la vanguardia de Neila –formada por unidades del Tercio de Extranjeros y de Regulares de Ceuta– abrió paso con terribles combates al convoy de suministros. En total Neila había ganado cinco recompensas, cruces y medallas por acciones de guerra. El Imparcial llegó a considerarle es digno descendiente de los Cortés, Pizarro y tantos otros valerosos extremeños...

El comandante Neila, con la Cruz de San Fernando, en Cuba en 1898

El comandante Neila, con la Cruz de San Fernando, en Cuba en 1898

Eloy Gonzalo fue condecorado con la Cruz de Plata al mérito militar con distintivo rojo y el extremeño Neila recibía la Laureada de San Fernando y es ascendido a comandante. Algunos historiadores actuales incluso parecen «echarle en cara» que fuera él y no Eloy el merecedor de la Laureada. Olvidan que la condición de ex convicto de Gonzalo, según los valores de entonces era incompatible con la condecoración y también relativizan la labor también heroica del entonces capitán. Lo cierto y probado es que Francisco Neila y Ciria, capitán de infantería organizó heroicamente la defensa de una posición de antemano sin esperanzas por la gran desigualdad numérica 170 frente a varios miles de enemigos. Lideró la dura resistencia, en el pequeño poblado cubano, durante dos semanas.

Su cuidadoso diseño de la precaria fortificación hizo que las bajas fueran mínimas apenas cuatro muertos y once heridos. También el extremeño de Santa Marta de los Barros ideó la hazaña de Gonzalo que impidió la victoria de los insurrectos. Y tras ello, iría jalonando una carrera de episodios de valor y compromiso con España.

¿Por qué se recuerda a Eloy Gonzalo y no a Nelia?

Hoy a Neila muy pocos lo recuerdan y Eloy Gonzalo, conocido como el Héroe del Cascorro ha pasado a la posteridad. El investigador Pando afirma que es el primer caso en la historia en el que el protagonista no da su nombre a la batalla, sino que, por el contrario, hace suyo el patronímico del lugar. Muy cierto, pero con matices porque hoy no ha tomado el nombre de la posición cubana sino el de la plaza madrileña con la escultura que lo representa: Cascorro. Y ¿por qué es así? Pues nada más y nada menos que por el valor pedagógico y divulgativo de la escultura pública. Y cuando como es el caso, es una pieza de calidad, que trasciende generaciones. Gracias a ella hoy recordamos al héroe en la céntrica plaza del rastro de Madrid.

Estatua de Eloy Gonzalo en Madrid

Estatua de Eloy Gonzalo en Madrid

La escultura

En 1897 el gobierno de la nación y el Ayuntamiento de Madrid decidía erigir en su memoria una escultura. Fue inaugurada en 1902 por un jovencísimo Alfonso XIII en un acto en el que Francisco Neila, con una modestia casi sin límites, evitó todo tipo de merecido protagonismo.

La pieza respondía a los principios eternos de la estatuaria clásica y fue ejecutada por el reputado artista Aniceto Marinas. Marinas aportó los elementos fundamentales de la narración de la gesta. Eloy Gonzalo, viste el uniforme de rayadillo que llevaban los soldados en Cuba. Lleva desabrochada la guerrera en la que luce una condecoración. Armado y en actitud de dirigirse hacia el enemigo, domina el espacio. Y con una acertada sensación de movimiento, porta en la mano derecha una antorcha encendida y en la izquierda la lata de combustible. Tampoco se olvida el artista de situar la soga identitaria, que ata su cuerpo.

El rey inaugurando la estatua de Eloy Gonzalo

El rey inaugurando la estatua de Eloy Gonzalo

La estatuaria juega un papel fundamental en la reafirmación simbólica e histórica de las naciones y la escultura se ha convertido en una perpetua lección de historia en bronce. Y qué mejor ejemplo contemplar cómo Eloy Gonzalo, el inclusero ex convicto, inmortalizado para la eternidad se dispone a repetir la hazaña en cada mirada del viandante. Con su lata de petróleo y su fusil al hombro, exhibe para la historia todos los valores que un día ostentaron los héroes de la Patria.

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