La invasión portuguesa a traición que pudo poner fin al Imperio español
Las coronas de España y Portugal habían tenido siempre choques por el control de la región fronteriza entre Brasil y el virreinato español del Río de la Plata, un territorio conocido entonces como la Banda Oriental, la actual Uruguay
Cuando en 1808 las tropas napoleónicas invadieron España y Portugal, la Familia Real portuguesa tomó una decisión histórica. Acompañados de toda su Corte, abandonaron el país y se trasladaron apresuradamente a Brasil para evitar caer en manos de los franceses.
Las consecuencias para la historia de Portugal y Brasil del traslado de la Corte a Rio de Janeiro fueron enormes. Por primera vez un soberano europeo pisaba suelo americano y rápidamente se produjo una americanización de la monarquía portuguesa. Juan VI de Portugal se sentía mucho más cómodo en la próspera y exótica Corte de Rio de Janeiro que en Lisboa. Si en Europa Portugal era un reino pequeño, pobre y constantemente amenazado por Potencias mayores, en Sudamérica, Brasil era el territorio más extenso, rico y poderoso, especialmente cuando los territorios españoles se sumieron el caos de las guerras de independencia.
El Portugal europeo quedó por lo tanto relegado en favor de su colonia, e incluso cuando en 1814 los franceses fueron definitivamente derrotados y la paz volvió a Europa, la Corte prefirió mantenerse en Brasil. En 1815, de hecho, la colonia fue elevada al rango de reino y la monarquía pasó a denominarse Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves.
Las coronas de España y Portugal habían tenido siempre choques por el control de la región fronteriza entre Brasil y el virreinato español del Río de la Plata, un territorio conocido entonces como la Banda Oriental y que corresponde al actual Uruguay. Aunque estaba en manos españolas, los brasileños siempre habían ambicionado anexionárselo para llevar su frontera sur hasta el mismo Río de la Plata. La guerra civil que se desató en el virreinato español al rebelarse Buenos Aires contra la metrópoli en 1810 dio la oportunidad perfecta a Juan VI para poder llevar a cabo este viejo objetivo.
Aunque estaba en manos españolas, los brasileños siempre habían ambicionado anexionárselo para llevar su frontera sur hasta el mismo Río de la Plata
La Banda Oriental había permanecido leal a España y los realistas se hicieron fuertes en Montevideo, su capital, desde donde podían hostigar a los rebeldes de Buenos Aires. En 1811 se produjo una primera invasión portuguesa pero como aliados de España, ayudando a los realistas de Montevideo, pero en 1814 el embajador británico en Rio, Lord Strangford, medió en un acuerdo entre la Corte de Brasil y los rebeldes de Buenos Aires por el que los portugueses se retiraron, abandonando a los realistas a su suerte. Sin apoyo, Montevideo se rindió a los rebeldes. Ello dejaba a España sin ningún puerto leal en el Rio de la Plata, haciendo casi imposible enviar expediciones a reconquistar Buenos Aires.
En 1815, España había aplastado la rebelión en casi toda América y solo Buenos Aires resistía como un foco revolucionario importante. Si caía, pensaba Fernando VII, se podía restablecer finalmente la paz en todo el imperio. Pero sin tropas ni puertos en la zona, la reconquista solo era viable si Brasil colaborara. Por eso, el rey español negoció un doble enlace matrimonial, casándose él y su hermano Carlos María Isidro con dos hijas de Juan VI. Se esperaba que a cambio de estas bodas, la Corte de Brasil apoyase a España en una expedición contra Buenos Aires.
Las intenciones de Juan VI, sin embargo, estaban muy lejos. Sin informar a Madrid, había decidido aprovechar la situación para anexionarse por completo la Banda Oriental. La excusa utilizada era que, tras la caída de Montevideo, España había perdido el control del territorio, que ahora era disputado en una guerra civil entre el gobierno de Buenos Aires y las tropas del líder insurgente Artigas. El 28 de agosto de 1816, pocos días antes de que las infantas portuguesas llegasen a Cádiz para las bodas, un ejército portugués de 12.000 hombres cruzó la frontera y se anexionó la Banda Oriental.
Se esperaba que a cambio de estas bodas, la Corte de Brasil apoyase a España en una expedición contra Buenos Aires
En España esta traición de Portugal cayó como un jarro de agua fría. Que el rey de Portugal, un supuesto aliado, invadiese en secreto un territorio español justo cuando se iba a celebrar la boda de sus hijas con la Familia Real española era increíble. Se habló incluso de utilizar a las princesas recién llegadas como rehenes o de suspender las bodas, pero Fernando VII y Carlos María Isidro lo consideraron indigno y celebraron los matrimonios igualmente. Como dijo el ministro español Ceballos: «Que con los matrimonios de los Soberanos se calmen guerras, se ha visto con frecuencia, pero que entre el estrépito de las armas se celebren matrimonios tal vez no ofrece ejemplo la historia».
Aunque España protestó enérgicamente contra esta invasión, al no tener tropas en la región no pudo hacer nada para evitarla. Apeló a las demás Potencias de Europa, que establecieron una mediación en París para intentar obligar a Portugal a devolver la Banda, pero las negociaciones se alargaron interminablemente y esta restitución nunca se produjo. Este conflicto impidió que España pudiese acometer la planeada reconquista de Buenos Aires, lo que a la larga hizo inevitable el colapso total del dominio español en América. La Banda Oriental quedaría en manos brasileñas hasta 1828, cuando proclamó su independencia bajo el nombre de Uruguay.