Picotazos de historia
Walther von Seydlitz, el general alemán más despreciado de la Segunda Guerra Mundial
Hasta el final de sus días Seydlitz vivió absolutamente marginado y despreciado, tanto por sus antiguos compañeros de armas como por sus enemigos. Falleció en la ciudad de Bremen el 28 de abril de 1976
La guerra pone al ser humano en límites absolutos y hacen aflorar lo mejor y lo peor del individuo. Jesse Glen Gray (1913 – 1977), filósofo y escritor, escribió sus impresiones como oficial de contrainteligencia en una unidad de infantería del Ejército norteamericano –el autor recibió el mismo día su doctorado y su notificación de movilización para ir a la guerra–, analizando los cambios que la guerra provoca en los individuos y cómo estos desarrollan rutinas y comportamientos como medio para mantener la cordura.
El libro fue tan bueno que Hanna Arendt se ofreció para escribir el prólogo para la segunda edición. Gray explicaba el difícil atractivo de la guerra y lo comparó con un gran incendio cuyo espectáculo atrae y fascina al tiempo que espanta. Y de cómo el ser humano no está preparado para soportar la tensión que genera y que se acumula sobre el individuo hasta que este se rompe. A veces para siempre.
Rudolf Vrba y Alfred Wetzler
La increíble fuga de dos presos de Auschwitz que reveló al mundo horrores que nadie quiso creer
Ahora me gustaría hablarles de alguien que estaba preparado para todo menos para la derrota y que terminó siendo la persona más despreciada de toda la República Federal de Alemania.
Walther Kurt von Seydlitz-Kurzbach (1888 – 1976) nació en el seno de una antigua e ilustre familia que se remontaba al siglo XIII y cuyos integrantes habían destacado, a lo largo de los siglos, en el servicio de las armas. Fueron señores, barones y condes de Seydlitz y el destino de Walther no podía ser otro que el servir en el ejército. Tras graduarse en el instituto ingresó en el ejército en 1908, terminando sus estudios y recibiendo el despacho de teniente en 1910.
Participó y sobrevivió a la Primera Guerra Mundial acreditando valor e iniciativa, tanto en el frente oriental como en el occidental. Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial en Europa, Seydlitz estaba al mando de un regimiento de artillería. Durante la campaña de Francia consigue los broches para las cruces de hierro de 2ª y 1ª clase, la cruz de caballero de la misma y el ascenso a general de división. En 1941, durante la operación Barbarroja (invasión de la Unión Soviética), fue recompensado con las hojas de roble para su cruz de caballero y el ascenso a teniente general. Se le concedió el mando del LI Cuerpo de Ejército, integrado en el 6º Ejercito del general Paulus.
Durante los amargos días de la batalla de Stalingrado destacó por ser el más entusiasta defensor de la ruptura del cerco para escapar del Caldero, en contra de las ordenes especificas del führer. También intentó por todos los medios el ser evacuado mientras existió tal oportunidad. Prisionero desde el 31 de enero de 1943 parece que, como a otros muchos del 6º Ejército alemán, colapsaron todos sus valores y creencia. Lideró, en el campo de prisioneros, un movimiento para la cooperación con la Unión Soviética que daría lugar a la Asociación de Oficiales Alemanes (conocido por las siglas en alemán BDO) y que terminaría fusionándose con el Comité Nacional de la Alemania Libre, que era el órgano títere de Stalin para un futuro gobierno pro soviético en Alemania.
Seydlitz dirigió la asociación y trabajó activamente a favor de sus captores llegando a viajar al frente para hablar, por medio de megáfonos, con las tropas alemanas solicitándoles que sabotearan órdenes y material y se pasaran a los soviéticos. Incluso llegó a ofrecer el crear una unidad formada por 40.000 prisioneros alemanes para combatir «a las tropas de Hitler». Stalin no le prestó atención alguna.
Terminada la guerra y para sorpresa del teutón, se encontró siendo procesado por los soviéticos y acusado de «crímenes contra la Unión Soviética». Fue condenado a muerte –el 8 de julio de 1950– pero le conmutarían la pena por quince años de trabajos forzados. Seydlitz fue liberado en el último grupo de prisioneros que se envió a Alemania en 1955. Y esa es otra: los soviéticos tuvieron la mala leche de negarle el permiso para establecerse en la Alemania Democrática (la ocupada por ellos) y lo mandaron a la República Federal de Alemania donde no podían ni verle.
Por sentencia judicial quedó anulada la condena a muerte, dictada por los tribunales del Tercer Reich, que pendía sobre la cabeza de Seydlitz. También se declaró nulo el divorcio que forzaron las autoridades nazis a que solicitara su esposa. En 1956, también por sentencia judicial, se le restituyeron todas las condecoraciones, pero jamás el rango ni el derecho a pensión alguna. Hasta el final de sus días Seydlitz vivió absolutamente marginado y despreciado, tanto por sus antiguos compañeros de armas como por sus enemigos. Falleció en la ciudad de Bremen el 28 de abril de 1976.