Fundado en 1910
Caricatura de la práctica de "venta de la esposa". Dibujo de Thomas Rowlandson

Caricatura de la práctica de «venta de la esposa». Dibujo de Thomas Rowlandson

Picotazos de historia

La 'venta de la esposa' en Inglaterra o su alternativa para al divorcio a finales del siglo XVII

Esta costumbre se exportó a Canadá, a los Estados Unidos de Norteamérica, Australia, Nueva Zelanda, etc., desapareciendo bien entrado el siglo XX

En todo el mundo, a lo largo de la historia, se han practicado y se siguen haciendo todo tipo de ritos y costumbres asociados al matrimonio. Los más comunes son: el rapto fingido o simbólico de la novia por parte del novio y/o su familia; la dote o riqueza en forma de dinero, propiedades o ambos, que la familia de la novia entrega al novio como patrimonio personal y aparte de la llamada hijuela (lote de herencia de los bienes libres –ajenos a vinculación legal como un mayorazgo– que toca a cada hijo) y el precio o pago de la novia.

Según el antropólogo Malinowsky se trata de una indemnización que el novio paga al padre de la novia por la pérdida que éste sufre de una unidad de trabajo. Estas costumbres se han refinado o adaptado a los diferentes tiempos y legislaciones siendo más aceptadas.

Los ingleses, que siempre han sido muy suyos, ante el problema de los altos costes que podía generar un proceso de divorcio desarrollaron, en le segunda mitad del siglo XVII, la venta de la esposa en pública subasta. Piensen ustedes que, hasta el Acta de Matrimonio de 1753, no había exigencia legal de ceremonia o contrato alguno para unirse en matrimonio. La inmensa mayoría de ellos no tenían registro ni documento alguno que probara la unión.

Era un hecho aceptado y ya está. Al contraer matrimonio la esposa pasaba a integrar la familia del marido, perdiendo su apellido de soltera para adoptar el de la familia en la que se integraba, quedando en situación legal de dependencia del marido sin poder poseer nada: pues cuanto ella tuviera era en realidad propiedad del marido, quien podía disponer de ello a voluntad. Y es agarrándose a este punto que desarrollaron una formula para dar fin a una relación insatisfactoria –cuando no directamente desagradable– para ambos cónyuges.

Grabado francés contemporáneo de una caricatura inglesa de 1820 sobre la venta de una esposa

Grabado francés contemporáneo de una caricatura inglesa de 1820 sobre la venta de una esposa

El marido conducía a su esposa, por medio de una cuerda alrededor del cuello o de la cintura de la señora, al mercado local. Previamente había anunciado públicamente, bien por medio de pasquines o de pregones, la actuación por lo que la gente estaba bien avisada de lo que iba a suceder. El marido, una vez captada la atención del respetable, enunciaba las virtudes, defectos y características de su esposa e iniciaba la subasta. Por lo general ya se había acordado de antemano la venta a un persona del agrado de la señora, motivo por el que estas no solían mostrar demasiada reticencia y, a veces, si un excesivo entusiasmo en el cambio.

En enero de 1815, el propietario John Osborne vendió en el mercado de Maidstone, a su esposa e hijo por una libra a un individuo llamado William Sarjeant. En julio de ese año, en la población de Smithfield una señora fue vendida por la fabulosa cifra de cincuenta guineas (una guinea equivalía a una libra y un chelín) y un caballo. En septiembre en Staines fue adquirida una mujer por el más «módico precio» de tres chelines y cuatro peniques. El adquiriente proclamó conocer muy bien las virtudes y atributos de la dama, desde hacía tiempo.

A lo largo del siglo XIX los precios variaron mucho –desde una pinta de cerveza a un centenar de libras– pero mucho más triste y alarmante era la venta del hijo, como hemos visto en el primer caso, aunque acompañando a la madre y no rompiendo el vínculo. La legislación inglesa se vio incapaz de impedir la venta de esposa, e incluso legisló a favor de ello, como ocurrió con las llamadas Comisiones de Ley para Pobres las cuales obligaban al marido a vender a sus esposa e hijos antes que obligarlos a vivir en al calle.

Esta costumbre se exportó a Canadá, a los Estados Unidos de Norteamérica, Australia, Nueva Zelanda, etc., desapareciendo bien entrado el siglo XX y por la introducción de nuevas legislaciones, algunas de ellas consecuencia de la meritoria actuación de las mujeres a lo largo de la Primera Guerra Mundial y que sería el catalizador para que se las concediera el derecho al voto.

comentarios
tracking