Picotazos de historia
Los cuadros oficiales del rey Luis XIV de Francia o cuando el arte no imita la realidad
Luis XIV, el magnifico Rey Sol que muestran sus retratos, a los 42 años de edad era un ser físicamente destruido. Calvo, desdentado, sufría de migrañas, cólicos renales, gota, reumatismo y otras varias miserias de la condición humana
Para la mentalidad actual, para este loco tiempo que vivimos, –si fuéramos setenta años atrás la visión y mentalidad que tendríamos sería radicalmente diferente de la de ahora pero sin embargo más próxima, por ejemplo, a la del siglo XVI o la de la Edad Media– la muerte y la enfermedad son cosas terribles que no deberían suceder y a los que hay que combatir y temer.
Hace apenas un siglo ambas cosas nos acompañaban desde el mismo momento de nuestro nacimiento, cosas aceptadas del diario vivir. Para esos individuos de entonces la enfermedad, que en muchos casos antecedía a la muerte, se debía a la mala fortuna, la desdicha, el destino, la voluntad de Dios, etc., o a un descuido fatal. Los que tenemos cierta edad o los que se han criado lejos de las grandes urbes hemos visto la obsesión de los mayores, que más tarde comprendimos perfectamente, por evitar las corrientes de aire.
El cerrar las puertas no era un capricho de nuestros mayores si no la constatación de una realidad: la facilidad de contraer una enfermedad de carácter pulmonar que, debido a la carencia de conocimientos o medios, terminaba siendo fatal para quien la había contraído.
En un artículo anterior les hablé a ustedes de la fistula que aquejó al rey sol en la parte de su anatomía que siempre estaba en la umbría, pero muchos más males aquejaron al monarca a lo largo de su dilatada vida. Luis nació tras veintidós años de infructuosos intentos por parte de sus padres por tener descendencia. En este sentido está genéticamente confirmado que fue hijo de su padre y no del cardenal Mazarino como pregonaron las malas lenguas.
Como les estaba diciendo, Luis fue considerado un don, una bendición de las alturas y tras el título de Delfín, propio de los herederos a la corona, inmediatamente se le otorgó, por primera vez en la historia de Francia, el de Primer Hijo de Francia. Estas circunstancias y el hecho de ser el heredero de la corona hace que tuviera un control y seguimiento de su importante salud por parte de los médicos (y de los charlatanes acreditados como tales) de la corte. Gracias a estas anotaciones y controles tenemos una información muy exacta de la salud del rey Luis XIV a lo largo de su vida.
Así sabemos que a los cinco años de edad estuvo a punto de ahogarse en uno de los estanques de los jardines del Palacio Real de París. Lo salvaron de milagro.
Continúa la relación con la primera enfermedad seria y es que al poco de salvarse de morir ahogado contrajo lo que se pensó que era viruela. Afortunadamente para el chico resultó ser varicela, enfermedad que tenía un índice de defunciones sensiblemente inferior. Tras diez días de angustia el Delfín se recuperó «milagrosamente» (concepto muy profundamente enraizado en la psique de los individuos de entonces y despreciado por los médicos, ya que afectaba a su modo de vida).
A los quince le salió un tumor en el pecho del que fue intervenido sin problema alguno. Debió de tratarse de algún quiste más que de un tumor. A los diecisiete tenemos la prueba de que ya era ducho en las artes del amor, doctorándose en sus consecuencias: pilló una gonorrea que le pegó la baronesa de Beauvier, Catherine Henriette Bellier. Esta señora, bien conocida en sociedad y en la corte, estaba encargada de la delicada instrucción de un joven sin experiencia en las artes de Cupido.
A los veinte años Luis contrajo una enfermedad tifoidea –palúdicas y tifoideas eran comunes, periódicas y en algunas partes endémicas– que lo dejaron con una migrañas terribles de por vida y una pronunciada y precoz alopecia. Esto último se solucionó con pelucas, impulsando una moda ya existente en la corte francesa.
El rey siempre disfrutó de un excelente apetito que pareció aumentar a medida que se acercaba a la cuarentena. Resultó que estaba aquejado de Tenia o Solitaria. La forma de curarlo fue mantenerlo en ayuno absoluto durante varios días. Cuando ya lo tenían rabiando de hambre, lo tumbaron boca abajo y cerca de él pusieron una palangana llena de leche. De su boca salió una tenía de más de dos metros.
Luis XIV, el magnifico Rey Sol que muestran sus retratos, a los 42 años de edad era un ser físicamente destruido. Calvo, desdentado, sufría de migrañas, cólicos renales, gota –enfermedad elegantísima propia de grandes príncipes, Papas, emperadores...–, reumatismo y otras varias miserias de la condición humana. Su falta de autocontrol en la mesa le llevó al desarrollo de una diabetes. Esta enfermedad sería la causa de su muerte, ya que tuvo como consecuencia que le provocara una isquemia aguda (disminución del flujo sanguíneo) en un pie y un embolia que dio lugar a una arritmia cardiaca. Todo ello, acabaría produciendo una herida en el pie isquémico que se gangrenaría. Luis XIV, el gran Rey Sol , agonizaría durante días. Su final no fue agradable de ver.