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Dos colgantes fabricados con ámbar original encontrados en dos yacimientos en Portugal

Dos colgantes fabricados con ámbar original encontrados en dos yacimientos en PortugalJose Ángel Garrido-Cordero / Carlos P. Odriozola

Durante la Edad del Bronce ya se falsificaba ámbar en la Península Ibérica

Un nuevo estudio ha identificado el uso de técnicas avanzadas para replicar un material que era escaso y muy valorado por las primeras élites sociales

Siempre ha existido una fascinación por el ámbar. Con ese color anaranjado característico muchos han pensado que poseía propiedades mágicas. Pero en realidad, el ámbar es una resina que producen los árboles para protegerse contra las enfermedades y las infestaciones de insectos.

Para obtener ese material suave, brillante y colorido, esta resina necesita al menos 40.000 años y condiciones ambientales muy particulares para perder sus compuestos volátiles y fosilizarse. Su proceso de producción dilatado en el tiempo y complejo hace de esta resina algo lujoso. Y así era considerado desde la Edad del Bronce, donde el ámbar fue un producto entre las clases más altas de la sociedad.

En la península ibérica esta valiosa resina escaseaba, por lo que, según ha podido descubrir un equipo de arqueólogos de la Universidad de Sevilla, los artesanos de la prehistoria ya recurrían al arte de la falsificación para replicar este material escaso.

El arte de la falsificación

Según el estudio, la primera imitación que se ha registrado data del 3.000 a.C., cuando ya se había elaborado, a través de la combinación de otros materiales, un producto similar al ámbar. Para ello, los artesanos utilizaron el núcleo central de una concha o de una piedra que luego recubrían con resina de pino, cera de abeja y aceite de linaza para simular el característico color anaranjado del ámbar.

Imagen de varias cuentas de ámbar falsificado a partir de conchas de molusco

Imagen de varias cuentas de ámbar falsificado a partir de conchas de moluscoJose Ángel Garrido-Cordero / Carlos P. Odriozola

La investigación publicada en el Journal of Archaeological Science apunta que el ámbar ha servido tradicionalmente a los expertos para determinar la riqueza de una región y saber con qué tipo de materiales se comerciaba. No obstante, el descubrimiento de más de 2.000 cuantas que simulan el ámbar en quince yacimientos peninsulares ha puesto en duda las teorías que hasta ahora se creían, obligando a los arqueólogos a reformular algunas cuestiones.

Para determinar la complejidad de las técnicas de imitación –bastante inéditas para el perído–, los investigadores han utilizado técnicas de análisis infrarrojo y microtomografías computarizadas que les ha permitido comprobar que «había un patrón que se repetía de una punta a otra de la Península y que se mantuvo a lo largo de un milenio». Lo que les llevó a pensar «que la falsificación debía de ser más común de lo que creíamos. Este claro esfuerzo por replicar las características del ámbar es la prueba del valor que tenía el material», ha explicado Carlos Odriozola, catedrático del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla y coautor del estudio, que además señala que las primeras imitaciones se han documentado en Andalucía y en Barcelona.

Métodos para elaborar las imitaciones

Así, los arqueólogo creen que en cualquier rincón del mundo en el que haya aparecido ámbar se ha podido llevar a cabo imitaciones, sobre todo, con la aparición de nuevas élites. «A falta de determinarlo, hay registros de 'recetas' de imitaciones de ámbar desde la época romana hasta la Edad Media. Ahora estamos trabajando en contextualizar este nuevo registro para ubicar su 'receta' en el tiempo y el espacio. La manera que tenemos de saber si le daban el mismo valor al ámbar original que a las imitaciones es analizando quiénes fueron los portadores de esos objetos», sostiene Odriozola.

Por otro lado, indican que es difícil saber a quiénes pertenecieron estas joyas, pues las cuentas de ámbar falsificado han aparecido dispersas en diferentes tumbas. Sobre este aspecto, Jose Ángel Garrido, otro de los autores del estudio, cree que se ha abierto una nueva línea de investigación: «la arqueología de las falsificaciones: todo aquello que imita o simula un material que hoy tiene mucho valor».

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