Wojtek: el oso que ayudó a los Aliados a tomar Roma durante la Segunda Guerra Mundial
Muchas son las anécdotas extraordinarias que se producen en épocas de enfrentamiento bélico, pero ninguna como la historia de Wojtek, el oso pardo que acabó siendo miembro del cuerpo de artillería del Ejército polaco
Tal y como recoge el refranero español, existen múltiples expresiones para hacer referencia a la relación entre el hombre y el animal. La más habitual menciona al «mejor amigo del hombre», a quien nosotros identificamos siempre, por defecto, con el perro. Curiosamente, la respuesta de los miembros de la 22ª Compañía de Suministros de Artillería del Ejército polaco durante la Segunda Guerra Mundial sería radicalmente diferente. Para ellos, el mejor amigo del hombre sería, sin duda, un oso pardo.
El origen de dicha asociación se remonta a 1941 cuando, tras iniciarse la Operación Barbarroja, Rusia entra definitivamente en el conflicto a favor de los Aliados. Dada esta restauración de la antigua Triple Entente, la recién nacida potencia comunista es obligada a hacer algunas concesiones. Una de ellas, la liberación de todos los militares y civiles que habían sido internados en campos de trabajo tras el reparto de Polonia entre Alemania y Rusia a través del secreto pacto Molotov-Ribbentrop.
Como consecuencia de ello, los soldados polacos fueron liberados en Asia Central y acabaron uniéndose al Ejército británico en Irán, no queriendo luchar en compañía de sus antiguos invasores. En uno de sus desplazamientos a través de los montes Zagros, los polacos se cruzaron con un niño kurdo, cansado y hambriento, que se acercó a pedirles un poco de comida. La fortuna quiso que, en medio de ese intercambio entre desconocidos y desde el saco que el niño llevaba a su espalda, se asomara el pequeño hocico de un cachorro de oso pardo que rondaba las ocho semanas de edad.
Su historia era bastante sencilla: había sido descubierto en una cueva, abandonado, después de que su madre hubiera sido atrapada por unos cazadores. El niño lo había recogido y lo llevaba a su casa, pero el animal había atrapado ya la curiosidad de todos los soldados. Después de regatear con chocolatinas, caramelos y todo tipo de conservas, la cría fue entregada al ejército a cambio de una navaja suiza con bolígrafo incorporado.
En su travesía, los polacos se volcaron en el cuidado del animal, a quien alimentaron con leche de sus propias raciones, improvisando un biberón con una botella vacía de vodka; su dieta se complementaba con algunas piezas de fruta y miel, que le hicieron ganar peso rápidamente. Ante el creciente cariño y la sólida relación que se estableció entre el osezno y los soldados, se decidió bautizarle como «Wojtek», diminutivo del tradicional nombre polaco Wojciech, cuyo significado es «guerrero sonriente».
La mayoría de los mandos militares se opusieron a esta repentina adopción, pero el oficial responsable de las divisiones polacas del ejército quiso mantenerle entre los soldados al ver la moral y ánimo que transmitía, incluso dentro de las duras condiciones de vida que implicaba la guerra. Wojtek fue adiestrado para desfilar sobre dos patas, sentarse en los jeeps como si fuera un pasajero y adaptarse a los horarios propios de la vida militar. Aprendió también a comerse la pasta dentífrica, evolucionó del consumo de leche a la cerveza y, para refrescarse, acostumbraba a adentrarse en las duchas que compartían los militares, las cuales descubrió cómo abrir por sí mismo. Era considerado uno más de los soldados, y al igual que ellos, daba la bienvenida a los nuevos reclutas gastándoles una pequeña «novatada»: agarrándolos por los pies, los colocaba cabeza abajo, haciéndoles creer que se los iba a comer.
En 1944, cuando las tropas polacas tuvieron que cruzar para luchar en Italia en la batalla de Montecassino, los marines británicos le negaron el paso, puesto que «no se permitían mascotas a bordo». La respuesta de sus compañeros fue de lo más original: Wojtek fue alistado oficialmente con el rango de soldado raso en la 22ª Compañía de Suministros de Artillería, siendo dotado de documentación militar que le autorizaba a viajar.
Su participación en la contienda fue decisiva, ayudando a transportar cajas de municiones y colaborando con el resto de sus camaradas. Como reconocimiento, fue ascendido al rango de cabo; al terminar la guerra, se quedó como residente permanente en el Zoológico de Edimburgo, ya con el rango de sargento jubilado.
Allí era frecuentemente visitado por antiguos soldados, a quienes reconocía cuando le hablaban en polaco, hasta fallecer en diciembre de 1963 por causas naturales. Como recuerdo de su participación y de esta inusual relación, los miembros de la 22ª asumieron como emblema oficial la silueta de un oso cargando entre sus patas un proyectil, tal y como Wojtek había hecho durante sus años en el frente.