La Guerra Civil, en primera persona: «Tiroteos inmensos, cañonazos sin cuento, el campo sembrado de cadáveres»
Las últimas cartas del requeté recoge la correspondencia de guerra entre Mateo Arbeloa, soldado requeté, y su esposa, Josefina Muru, aportando una perspectiva y dimensión más íntima a este periodo bélico
Navarra, 19 de julio de 1936. El Requeté de Mañeru, formado por 114 voluntarios de este pequeño pueblo navarro, se preparaba para desplazarse a la plaza del Castillo de la capital, punto neurálgico de la rebelión militar contra el Gobierno de la República. Entre ellos se encontraba Mateo Arbeloa, quien dejaba atrás a su esposa Josefina Muru y a su hijo, «Manolín», de tan solo seis meses.
Durante nueve meses se intercambiarían casi un centenar de cartas que ahora se recogen en Las últimas cartas del requeté (Almuzara) una obra ideada por su hijo Víctor Manuel Arbeloa y coeditada por el escritor y médico rural Pablo Larraz Andía y la arqueóloga Pilar Sáez de Albéniz Arregui.
«Es una colección epistolar cuya belleza, pureza de sentimientos y sinceridad es de una riqueza extraordinaria y de una intensidad que pensé que merecía la pena que viera la luz», confiesa Larraz en conversación con El Debate. Así, desde la perspectiva de Mateo veremos «las penurias y horrores de la guerra desde el frente», mientras que Josefina mostrará en las suyas el sufrimiento de «cómo seguir adelante desde la retaguardia», describe Larraz en su prólogo.
El hilo conductor entre ellas es el amor desbordante de un matrimonio joven, lleno de proyectos e ilusiones, que debe afrontar los trances y los debates internos que emergen ante los horrores de la contienda, las ausencias, los ideales y el sentido del deber: «Hago más falta que en otras ocasiones. Dios me detiene. No culpéis a nadie, ni hablar», escribiría Mateo.
La primera carta de Mateo a Josefina está fechada el 22 de julio en la que desde Pamplona daba noticias del ambiente en la capital navarra durante los primeros días de la sublevación: había optimismo y esperanza en un triunfo rápido y el pronto regreso a casa. Tres días después puso rumbo a Guipúzcoa integrado en la Columna Doñabeitia.
Las siguientes cartas irían precedidas de los ideales por los que había partido a la guerra. Frases como «Viva Cristo Rey», «Viva España católica y tradicional»; u otros más personales, como «Viva Mañeru y sus requetés», «Viva mi mujer y su nene», «Viva mi tierriña» o «Viva el abuelo», en referencia al anciano monarca Alfonso Carlos de Borbón, cabeza dinástica del carlismo en ese momento, según explica Larraz.
«Las cartas son producto de las personas que las escriben y las personas que las escriben formaban parte de ese sustrato sociológico de la Navarra carlista tradicional», explica Larraz a El Debate. Mateo y Josefina «provenían de un ámbito rural y profundamente religioso, donde la esencia de la vida se entiende desde la fe», subraya durante la entrevista. Por ello, como telón de fondo permanente, se encuentra la fe confiada de dos personas sensibles y profundamente creyentes: «Y aunque os silben las balas por todos lados, si Él no ha decretado tu muerte ahora, nada temas», alentaba Josefina a su marido desde la retaguardia de Mañeru.
Son muchas y diversas las realidades que se vivieron durante la Guerra Civil. Tal vez la de Mateo, Josefina y el pequeño Manolín no sea una historia excepcional, ni más trágica que otras de las que se vivieron entonces; pero lo que la convierte en única es este tesoro epistolar que nos permite reconstruir su historia al detalle al igual que revivirla en toda su densidad. «En tiempos de guerra, las cartas representaban mucho más. Eran también, y sobre todo, una vía de desahogo y de conexión afectiva con la retaguardia», comenta Larraz.
En Las últimas cartas del requeté «recogemos una realidad muy concreta: la que sucedió en Mañeru a aquella familia carlista», pero «en la guerra civil hubo infinidad de dramas y realidades muy diferentes. Abordar un periodo tan complejo desde todas las perspectivas y en su contexto, es una labor muy difícil para un historiador, y requiere serenidad y honestidad. Nosotros hemos tratado únicamente de recoger fielmente y con absoluto rigor una fuente primaria, y dejamos que sea el lector quien saque sus propias conclusiones», asegura.
Durante el mes de abril de 1937, Mateo expresó la crudeza de los combates y la magnitud de la destrucción. Así, el día 9 se dirige a Josefina para expresarle que si Dios lo permitía, le contaría todo lo vivido durante aquellos días: «Esto es la verdadera guerra: tiroteos inmensos, cañonazos sin cuento, aviación superior ametrallando sin cesar todos los montes y pueblos, el campo sembrado de cadáveres, dormir al raso en el monte y lloviendo...».
Finalmente, Mateo redactaba sus últimas líneas para su «queridica» el 19 de abril de 1937. Cumplía nueve meses en campaña y le contaba que «después de bajar el monte hasta el hombro de barro» no tenía «muchas ganas de fiesta»; sin embargo, para «hablar un ratico» y enviar sus «más tiernos cariños», lo hacía «con mucho gusto». Al día siguiente, en el asalto a las trincheras republicanas que defendían la cima del Tellamendi, el requeté, que había enviado ya su última carta, resultó herido por un balazo en el pecho y siete días después fallecía en el hospital de Vitoria donde fue trasladado.
Más de 80 años después, la historia de esta familia es recuperada en una cuidada edición, anotada e ilustrada con documentos y numerosas fotografías inéditas, en la que se nos ofrece una visión íntima y directa de la tragedia que trasciende más allá de lo bélico y nos traslada, a través de su historia, a las olvidadas formas de vivir, pensar, sentir, y también morir, en la España rural de la primera mitad del siglo XX.