Fundado en 1910
La catedral vista desde el exterior

La catedral vista desde el exteriorWikimedia Commons

¿Por qué el panteón de los pretendientes carlistas al trono se encuentra en una catedral italiana?

El monasterio de San Lorenzo de El Escorial contiene el panteón de los reyes de España desde el siglo XVI, pero pocos conocen que existe otro en la ciudad italiana de Trieste donde reposan los restos de varios pretendientes carlistas al trono

La victoria de los isabelinos en la Primera Guerra Carlista (1833-1840) provocó la emigración de numerosos carlistas a Francia, donde también se refugió su pretendiente a la Corona, don Carlos María Isidro de Borbón y su familia. Primero residieron en Bourges y, más tarde, en el reino de Piamonte-Cerdeña. Los vientos revolucionarios de 1848 que surgieron por toda Europa provocaron su traslado a la ciudad de Trieste el 1 de abril de ese año, en territorio del Imperio Austriaco.

Los reyes carlistas vivieron modestamente en un ala del palacio de la duquesa de Berry, construido en estilo neoclásico, al final de la Vía del Lazzareto Vecchio. En un principio, fueron invitados a ocupar una parte del edificio, pero en 1852, al venderlo su propietaria, don Carlos tuvo que alquilar el piso principal. La residencia, situada al lado opuesto del muelle de San Carlo, con unas vistas maravillosas al mar Adriático, se convirtió en un punto de encuentro para los contrarrevolucionarios de numerosos países.

Carlos María Isidro de Borbón. Hermano de Fernando VII y pretendiente carlista al trono de España

Carlos María Isidro de Borbón. Hermano de Fernando VII y pretendiente carlista al trono de España

El apartamento real reunía veintitrés salas, de las que una se reservó para capilla y otras dos fueron asignadas al confesor y capellán. La capilla fue dedicada a Santiago de Compostela, de cual era particularmente devoto, donde se celebraron diariamente misa y vísperas los padres jesuitas. Allí se colocó la bandera de la Virgen de los Dolores, llamada «la Generalísima» que se había enarbolado durante la guerra.

En el otro ala del palacio vivieron el médico don Francisco Cardona con su familia, el ayudante de campo José Antonio Sacanell y la primera dama de la esposa de don Carlos, María Teresa de Braganza. El resto del séquito residió, por cuenta propia, en diferentes alojamientos de la vecindad. Pero las cuarenta personas que les acompañaron eran muchas para el escaso dinero que los monarcas carlistas tenían por lo que don Carlos animó a algunos de sus allegados a volver a España y reclamar sus propiedades incautadas.

Y es que no contaron con más recursos que la pensión que les habían señalado los emperadores de Austria y Rusia, junto a las rentas de unas pequeñas propiedades de su mujer. Sus actividades se concentraron en atender a su familia, vivir austeramente y realizar obras de caridad. Hacían poca vida social, veraneando en Baden, cerca de Viena. El cónsul español en Trieste enviaba puntuales informes a Madrid sobre la estancia del conde de Molina, y en su primer informe declaró abiertamente que si don Carlos como español, prófugo y desgraciado, necesitaba algún día de su ayuda jamás se la negaría, salvo en asuntos que pudieran comprometer al gobierno liberal de la reina Isabel II.

Sin embargo, no fue necesario, pues la vida de don Carlos y su familia transcurrió por senderos de sencillez y tranquilidad. En muy pocas ocasiones se vio paseando a los monarcas carlistas en coche, salvo cuando el gobernador austriaco de la ciudad se lo cedía. Por su estado de salud, delegaba en su hijo don Fernando alguna invitación a un acto público, el cual solía frecuentar el antiguo Casino, círculo nobiliario y conservador, centro de la vida social y cultural de Trieste.

Su vida reservada y la dificultad de entrar en el palacio, donde sólo eran admitidos las autoridades de la ciudad, hicieron crecer rumores sobre el lujo en que vivían los españoles. Si bien es cierto que la pequeña corte se animaba con la visita de fieles carlistas que traían noticias de España, era pura fantasía la creencia de que eran recibidos con trompetas por la servidumbre. Eso sí, la rígida etiqueta de la corte española era observada en la grandes ocasiones aunque no hubiera numerosos criados con librea y mayordomos de semana como en Madrid.

Tumba de Carlos María Isidro en la catedral de Trieste

Tumba de Carlos María Isidro en la catedral de Trieste

El 10 de marzo de 1855, don Carlos María Isidro falleció, siendo enterrado en la capilla de San Carlos Borromeo, en la catedral de la ciudad adriática que, con el paso del tiempo, acogería también los restos de sus descendientes, convirtiéndose en El Escorial carlista.

En el sepelio se le concedieron honores propios de un monarca por las autoridades austriacas. Los restos mortales de Carlos V fueron depositados al pie del altar de la capilla, bajo una lápida en mármol negro con inscripciones de bronce. Allí también serían enterradas sus esposas María Francisca –cuyos restos fueron trasladados desde Inglaterra– y María Teresa, sus hijos don Carlos Luis –y su esposa Carolina– don Fernando y don Juan, y, en 1975, el archiduque Francisco José Carlos.

En el cementerio municipal de la ciudad de Trieste se encuentra las tumbas de los leales, de aquellos 24 servidores y fieles de la familia real carlista que –como escribió Luis Hernando de Larramendi– reposan en paz después de preferir morir «lejos de España por permanecer próximos a su rey». Como algunos de ellos escribieron «a todos los intereses materiales prefirieron siempre la verdad y la justicia. En fe, católica, y en principios políticos, solo los capaces de hacer la felicidad de las naciones».

comentarios
tracking