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El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres

El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio GuterresEuropa Press

Comienza la COP26 con el cotejo de promesas y realidades para acabar con el calentamiento global

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que critica que el liderazgo necesario en esta materia es «inexistente»

La comunidad internacional se pondrá frente al espejo durante la XXVI Conferencia de las Partes de Cambio Climático de la ONU (COP26) que se celebrará desde este domingo 31 de octubre al 12 de noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow (Reino Unido), ya que los cerca de 200 países que firmaron el Acuerdo de París en 2015 deberán acabar con la diferencia entre las promesas formuladas y la realidad que reflejan sus anuncios para evitar los peores efectos del calentamiento global.

En el Acuerdo del Clima de París la comunidad internacional se compromete a lograr limitar el incremento de la temperatura global del planeta en 1,5 grados centígrados (ºC) de aquí a final de siglo y buena parte de los países han ido presentando en el último lustro compromisos en esa dirección.

Pero esta misma semana, el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas presentó su informe de brecha de emisiones 2021 que supone un jarro de agua fría al entusiasmo de la acción climática: la suma de los compromisos anunciados por todos los países, en caso de cumplirse, supondrán un aumento de la temperatura del planeta de 2,7ºC, es decir, 1,2ºC más del objetivo propuesto.

Aunque se trata de un avance respecto al cálculo de incremento de 4ºC al que se llegaría a final de siglo sin compromisos climáticos, no es suficiente, tal y como llevan avisando los científicos, las ONG, numerosos gobiernos y, con ellos, la voz del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que critica que el liderazgo necesario en esta materia es «inexistente» mientras el planeta Tierra se sigue «encaminando hacia la catástrofe climática». En su opinión, las promesas presentadas son «vagas, incoherentes y ambiguas».

Hasta el momento, medio centenar de países, además de la Unión Europea, han anunciado su voluntad de alcanzar una meta cero emisiones a mitad de siglo, y eso supone más de la mitad de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero, más de la mitad del PIB mundial y un tercio de la población mundial. No obstante, el PNUMA critica que muchas de las contribuciones determinadas a nivel nacional posponen su acción a 2030, por lo que advierte de que este aplazamiento podría conducir a un punto de no retorno que impedirá llevar a buen puerto el objetivo.

«El mundo tiene que despertar ante el peligro inminente al que nos enfrentamos como especie. Las naciones deben poner en marcha las políticas para cumplir con sus nuevos compromisos y comenzar a implementarlas en cuestión de meses», advierte la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, que reclama la puesta en marcha de políticas que «respalden esta gran ambición» así como su aplicación urgente.

Un año más de margen

La COP26 comenzará un año más tarde de lo previsto, a consecuencia de la irrupción de la pandemia del coronavirus. Cabe recordar que la COP25 que se celebró en Madrid terminó el 14 de diciembre, unos 15 días antes de que China notificara un «conglomerado de casos de neumonía» en la ciudad de Wuhan que dio posteriormente lugar a la propagación del SARS-COV-2, que derivó en la pandemia del coronavirus.

Precisamente en 2020 estaba prevista la entrada en vigor del Acuerdo del Clima de París y en esa fecha se esperaba que los países incrementaran su compromiso para atajar las emisiones contaminantes.

Las prolongadas negociaciones en Madrid no lograron cerrar dos de los artículos más importantes del acuerdo, el 4 (sobre el aumento de la ambición y la transparencia de su comunicación) y el 6, relativo a los mercados de carbono y la gobernanza de estos, entre otros asuntos, como el mecanismo de pérdidas y daños, fueron lo que llevó a Guterres a calificar la COP25 en su clausura como «una oportunidad perdida».

También estaba previsto que en 2020 los países desarrollados comprometieran 100.000 millones de euros anuales para financiar la descarbonización tanto la adaptación como la mitigación de los países menos desarrollados.

Ese es otro punto en el que los países no verán en el espejo la imagen que les gustaría reflejar, puesto que la distancia entre la promesa y la realidad supera los 20.000 millones de dólares. La ONU ha publicado hace escasos días un estudio que calcula que los países destinan unos 420.000 millones de dólares a subvencionar los combustibles fósiles. Es decir, que los países destinan cuatro veces más a subvencionar las energías que provocan el cambio climático que a facilitar la acción climática en los países que mayores dificultades presentan y que, al mismo tiempo, sin ser los principales contribuidores, son los que más sufrirán las consecuencias del calentamiento global.

Desde la sociedad civil han bautizado ya la COP26 como la Cumbre de «la ambición», porque eso es lo que consideran que hace falta: Más compromiso y más rápido. Para Amigos de la Tierra, los gobiernos del norte global ejercen una «enorme irresponsabilidad» frente a la emergencia climática, por lo que reclama mantener el objetivo de 1,5ºC, aumentar la financiación y garantizar la justicia climática.

Para Ecologistas en Acción la «COP26 debe responder a los principios de la justicia climática frente a los intereses de las empresas fósiles» y pide acabar con «la era» de los combustibles fósiles y que los países aumenten su ambición.

En la misma línea, Greenpeace cree que Glasgow será «el mayor momento político» para abordar la crisis climática desde la COP21 en París, ya que «el mundo se debe poner de acuerdo cómo conseguirlo». Para la directora ejecutiva de la ONG a nivel mundial, Jennifer Morgan, la cita en Glasgow requiere de un «compromiso real, una ambición real y una acción real» que han faltado hasta el momento. «No es demasiado tarde para que los líderes acuerden un plan de acción transformador y detallado», confía.

Para Tatiana Nuño, la responsable de la campaña de Cambio Climático e Greenpeace España, es preocupante «el poder de las empresas energéticas y cómo están hacen lavado verde a través de su publicidad y patrocinios para posicionar el gas, junto con otras falsas soluciones, como combustible para la transición energética».

Por otro lado, además de ambición, SEO/BirdLife pide a los países de la COP26 que den un mayor valor a la naturaleza por su capacidad de frenar el cambio climático. Su responsable de clima y energía, David Howell reivindica nuevos modelos de desarrollo urbano y de gestión de agua frente a los impactos del cambio climático.

En la misma línea, la responsable de cambio climático de WWF, Mar Asunción, ve urgente acelerar la descarbonización, dejar atrás los combustibles fósiles y actuar con soluciones basadas en la naturaleza para proteger y restaurar el equilibrio de los ecosistemas, claves para frenar la emergencia climática.

Buenas vibraciones

En este contexto de negociación, la directora de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui, que lleva varios años participando en las negociaciones de las sucesivas COP tiene más esperanza y confía en que en Glasgow se harán «anuncios claros, cuantificados» de países que todavía no han mandado sus determinaciones nacionales de reducción (NDC, en sus siglas en inglés) o bien de revisiones al alza por los países que sí lo han hecho.

Y eso es precisamente lo que quiere la UE, cuya presidenta, Ursula von der Leyen advirtió este jueves de la el punto de partida «no es bueno» por lo que insistió en la necesidad de compromisos más ambiciosos. «Es el momento de la verdad», apostilló.

El 1 de noviembre tendrá lugar el pistoletazo de salida de las negociaciones con la celebración del 'segmento de alto nivel' al que acudirán varios jefes de Estado o de Gobierno. Entre ellos, Pedro Sánchez, será el primer orador del plenario en el que los países deberán mostrar la realidad de su compromiso contra el cambio climático.

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