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Conteo de votos durante la tercera ronda de votación en el parlamento italiano

Conteo de votos durante la tercera ronda de votación en el Parlamento italianoAlberto Pizzoli / AFP

Análisis

La papeleta en blanco, clave para la elección de un nuevo presidente en Italia

Este jueves se celebra un cuarto escrutinio en el que se vota si se queda Sergio Mattarella en la Presidencia o si tiene sucesor

«Bianca», «bianca», «bianca»... Es la palabra que más se repite en las primeras rondas electorales de la elección presidencial en Italia. El motivo, el artículo 83 de la Constitución transalpina fija en dos tercios el quorum necesario para elegir al nuevo Capo dello Stato en los tres primeros escrutinios. 

Hasta ahora, este umbral ha sido casi inalcanzable, máxime cuando la fragmentación parlamentaria es extrema y algunos aprovechan para intentar cobrarse sus «vendettas» políticas. Precisamente por eso, la mayoría del millar de grandes electores (diputados, senadores y representantes de las regiones) opta por dejar su papeleta en blanco.

Sin embargo, a partir de la cuarta votación, la cosa cambia y únicamente se precisa la mitad más uno de los votos para que haya «fumata bianca» en el cónclave de Montecitorio (sede de la Cámara de Diputados), una mayoría mucho más fácil de articular en la siempre cambiante geometría variable del parlamentarismo italiano.

Todo indica que este jueves se llegará a ese cuarto escrutinio en el que se podría conocer al sucesor del actual presidente, Sergio Mattarella, siempre que los líderes políticos lo permitan.

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Conteo de votos durante la tercera ronda de votación en el Parlamento italianoAlberto Pizzoli / AFP

El nombre que más fuerte ha sonado es el del «premier» Mario Draghi, el problema es que de ser elegido tendría que dejar el gobierno y eso, como dice el refranero, sería desvestir un santo para vestir a otro

Es decir, significaría descabezar un gobierno que no solo debe gestionar los fondos europeos para la recuperación de la crisis de la COVID-19, sino que aún tiene pendiente de realizar ciertas reformas de calado con las que resolver algunos de los problemas estructurales que tradicionalmente han venido lastrando al país.

En base a esta premisa, el abanico de candidatos se abre para dar lugar a un sinfín de nombres, muchos sin posibilidades reales.

Si los líderes políticos son incapaces de acordar un nombre antes del 3 de febrero, fecha en la que expira el mandato del presidente Mattarella, podría repetirse lo sucedido en 2013, cuando el entonces jefe de Estado, el casi nonagenario Giorgio Napolitano vio truncados sus planes de retirarse a descansar después de una carrera política de más de seis décadas. 

A regañadientes y con un buen tirón de orejas a la clase política por su incapacidad, Napolitano se vio obligado a aceptar su reelección, aunque dejando claro desde el principio, eso sí, que continuaría solo el tiempo mínimo indispensable.

Ahora, con la espada de Damocles en forma de convocatoria anticipada de elecciones pendiendo nuevamente sobre la cabeza de sus señorías, muchos de ellos temerosos de quedarse sin su pensión vitalicia y en la cuerda floja del paro, por la reducción del número de diputados y de senadores que entrará en vigor cuando se celebren los próximos comicios parlamentarios, hay quien se muestra partidario de convencer a Mattarella para que siga el ejemplo de su predecesor antes de alcanzar por fin su merecida jubilación. Siempre, con el permiso de «Bianca».

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