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Soldados ucranianos ofensiva sur

Soldados ucranianos en el frente surAFP

Día 177 de guerra en Ucrania

La Guerra y el Tiempo: un largo y cálido verano en Ucrania

Desde que comenzó esta guerra, tanto Moscú como Washington han aumentado sus ambiciones de forma significativa y ambos están ahora profundamente comprometidos con ganar esta guerra y lograr mayores objetivos políticos

Cuando en el verano de 1914 jóvenes de toda Europa se movilizaban, henchidos de fervor patriótico, para acudir a los respectivos frentes, esperaban regresar a casa para Navidad. Pero la guerra se prolongó indefinidamente en un conflicto de desgaste que sacrificó a toda una generación de europeos.

Actualmente los responsables políticos occidentales parecen haber llegado a la aceptación de una guerra que se asentará de forma prolongada y, finalmente, esperan que una Rusia debilitada, aceptará un acuerdo de paz que favorezca a Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN, así como a Ucrania.

Sin embargo, una guerra prolongada multiplica no solo las víctimas sino también los riesgos. Obtener la ventaja del tiempo para evitar una derrota asume el peligro de acabar en una escalada catastrófica.

Pocos imaginan que las fuerzas estadounidenses se involucren directamente en los combates o que Rusia se atreva a utilizar armas nucleares, pero los analistas lo temen. Gestionar ese riesgo no es ni mucho menos seguro. La contingencia de las consecuencias de una escalada que involucre al resto de Europa e incluso la amenaza nuclear, tiene el tiempo a su favor.

Factor de fatalidad

Hay que tener en cuenta, lo vimos con la Primera gran Guerra, que los conflictos llevan aparejado un «factor de fatalidad», de imprevisibilidad, que solo la arrogancia de unos y de otros puede oscurecer. Tenemos buenas razones para una preocupación adicional.

Desde que comenzó esta guerra, tanto Moscú como Washington han aumentado sus ambiciones de forma significativa y ambos están ahora profundamente comprometidos con ganar esta guerra y lograr mayores objetivos políticos. En consecuencia, cada una de las partes tiene poderosos incentivos para prevalecer y, lo que es más importante, para evitar perder.

Estados Unidos podría unirse a la lucha si está lo suficientemente desesperado por ganar o por evitar que Ucrania pierda. Rusia podría hacer uso de armas nucleares si está lo bastante desesperada por ganar o se enfrenta a una derrota inminente, lo que sería probable si las fuerzas estadounidenses se vieran arrastradas a la lucha.

Sobrepasar ciertos límites no es difícil conforme transcurre el tiempo y la guerra. Thomas Mann, en La Montaña Mágica, supo situar dos tiempos distintos: el de «la montaña», un tiempo mágico, estancado e irreal donde nos podemos reconocer los espectadores occidentales que contemplamos aquello desde lejos. Hoy a través de las pantallas y las redes sociales. Aquí seguimos con nuestras vidas como si nada nos fuese a ocurrir.

Otro tiempo es el de abajo, el del «valle», donde los combatientes matan y mueren y se enfrentan a la fatalidad del día a día, en la «mortal tierra llana» donde «cada hora hiere y la última mata», como en el lema del reloj de la torre de Urrugne, que citaba Pío Baroja.

Rusia, debilitada

Cuando el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, afirmó en abril que querían «ver a Rusia debilitada hasta el punto de que no pueda hacer el tipo de cosas que ha hecho al invadir Ucrania» estaba anunciado la intención de eliminar a Rusia de entre las grandes potencias. Toda una declaración de guerra.

Algo que hace difícil imaginar que Washington se eche atrás si Rusia se impusiera. La hegemonía de Estados Unidos en el mundo sufriría un duro golpe, máxime cuando tiene tras de sí la fuerte presión de China en el Indo-Pacífico.

En el otro bando las ambiciones rusas se han engrandecido. En contra de la opinión generalizada en la prensa occidental de que Moscú invadió Ucrania para convertirla en parte de sí misma, hemos comprobado que no, que su principal objetivo era evitar a toda costa que Ucrania se convirtiera en un baluarte occidental en la frontera rusa.

La clave de todo es la garantía de que la OTAN no se expandirá hacia el esteSerguéi LavrovMinistro ruso de Exteriores

A Putin y sus asesores les preocupaba especialmente que Ucrania acabara entrando en la OTAN. Serguéi Lavrov lo dijo a mediados de enero: «La clave de todo es la garantía de que la OTAN no se expandirá hacia el este», lo que suponía «una amenaza directa para la seguridad rusa», que solo podría neutralizarse entrando en guerra y convirtiendo a Ucrania en un estado vasallo, eso sí, de la Gran Rusia.

Pero la amenaza para Rusia es hoy aún mayor que antes de la guerra, principalmente porque la administración Biden está decidida a hacer retroceder las ganancias territoriales de Rusia y a paralizar permanentemente su poder. Para empeorar aún más las cosas para Moscú, Finlandia y Suecia se están uniendo a la OTAN, y Ucrania está mejor armada y más aliada con Occidente.

La amenaza de la OTAN para Rusia es aún mayor ahora que antes de la guerra.

Hoy existe, además, la posibilidad de que los combates en el sur de Ucrania dañen la central nuclear de Zaporiyia, controlada por Rusia, la más grande de Europa, hasta el punto de que expanda radiación por toda la región, lo que llevaría a Rusia a responder del mismo modo.

Si el paso del tiempo nos hace descender desde «la montaña» hasta «el valle» podría ser algo catastrófico. Confiemos en que el tiempo no se prolongue mucho más y se dé una oportunidad a la paz.

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