Estados Unidos
Mar-a-Lago, la residencia de Donald Trump que obsesionaba a los espías
La casa del expresidente, donde el FBI encontró 15 cajas repletas de archivos confidenciales, obsesionaba a los servicios de inteligencia de Rusia, China, Irán, y Cuba
Mar-a-Lago es el nombre de la residencia de Donald Trump en Palm Beach. También es, según la inteligencia estadounidense, un imán para espías que acuden a indagar sobre secretos de Estado mal guardados.
Se trata de un inmenso resort en el que, según comprobó el FBI este mes, el expresidente guardó una docena de cajas repletas de documentos clasificados y pertenecientes al Gobierno estadounidense. Varios de ellos contenían información ultrasecreta sobre las capacidades nucleares de un país extranjero.
Cuando el FBI allanó Mar-a-Lago, encontró, además del documento con información nuclear, varios papeles marcados con las siglas SAP, que se refieren al programa de operaciones especiales de la inteligencia estadounidense.
Se toparon también con una sarta de archivos con las siglas HCS, es decir, Humint Control Systems. Contenían datos de inteligencia sobre agentes secretos en países enemigos. De propagarse esa información, y desvelarse sus identidades, las vidas de estos aliados estarían en grave peligro.
El hallazgo es muy preocupante para los servicios gubernamentales, que ya están llevando a cabo evaluaciones de seguridad y analizando los documentos. Según explicó al periódico The Guardian John Brennan, antiguo director de la CIA, se trata de un asunto muy preocupante.
«Sé que mis antiguos colegas están trastornados por el posible daño que puedan provocar estos documentos. Estoy seguro de que los servicios de inteligencia de Rusia, y de otros países enemigos, tenían Mar-a-Lago en su punto de mira todos estos meses. Podrían haber infiltrado a sus agentes en la casa, entrado a las habitaciones donde estaban los documentos y hecho copias», advirtió el antiguo jefe de inteligencia de Estados Unidos.
Entrada fácil para los espías
El mes pasado, y según denunció el Proyecto de Prevención del Crimen Organizado y la Corrupción, una inmigrante rusoparlante llegada de Ucrania logró codearse con la familia del expresidente en Mar-a-Lago. Se hizo pasar por Anna de Rothschild, supuesta heredera de la acaudalada dinastía.
Su verdadero nombre era Inna Yashchyshyn. De procedencia ucraniana e hija de un conductor de tractores, se inventó historias de una infancia entre lujos y viñedos, y llegó incluso a hacerse una foto con Trump en un campo de golf.
Yashchyshyn no fue la única infiltrada: en dos ocasiones, mujeres de procedencia china consiguieron entrar en las inmediaciones. Una de ellas, Yujing Zhang, llevaba encima cuatro teléfonos móviles, y una memoria externa.
«Cualquier servicio de inteligencia extranjero competente, ya sea chino, iraní, cubano o, por supuesto, ruso, estaba y está interesado en obtener acceso a Mar-a-Lago», afirmó Peter Strzok, exsubdirector adjunto de contrainteligencia en el FBI, al canal MSNBC.