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Putin arropado por sus partidarios en MoscúAFP

El mundo se adentra en una nueva edad de los imperios de la mano del expansionismo ruso

Son varios los países del mundo que, arrastrados por décadas de propaganda nacionalista y nostalgias imperialistas, se han embarcado en aventuras expansionistas en los últimos años

Rusia trata de expandirse por el Este de Europa y el Cáucaso. China intenta ampliar sus fronteras en el Indo-Pacífico. Turquía ha puesto su mirilla sobre el Mediterráneo oriental. Marruecos sueña con construir el Gran Sahara marroquí.

El mundo vive una oleada de expansionismo territorial que recuerda a la «era de los imperios» decimonónica, cuando naciones pujantes como Francia e Inglaterra se lanzaron a una guerra de conquistas por todo el mundo, principalmente en los continentes asiático y africano.

Sin embargo, como dijo Karl Marx, parafraseando a Hegel, en su obra «El 18 de brumario de Luis Bonaparte», la historia, cuando se repite, lo hace «como una miserable farsa».

La expresión le va como anillo al dedo a esta segunda «era de los imperios» en la que las ansias expansionistas parecen chocar con una realidad nada propicia para nuevas aventuras imperiales.

El proceso no ha surgido de la noche a la mañana. Viene precedida de décadas de propaganda nacionalista e intentos de control económico de países a los que se trata de convertir en Estados satélite.

El caso paradigmático es el de Rusia y China, cuya influencia sobre África, Asia y América Latina no ha dejado de crecer en los últimos años ocupando el espacio dejado por unas potencias occidentales en retroceso.

Rusia

Tras unos años 90 del siglo XX de crisis política y de identidad tras la desintegración de la Unión Soviética, la Federación Rusa cayó en manos de Vladimir Putin en el año 2000.

Con él, Rusia inició una carrera de renovación para reconstruir su identidad nacional, su músculo político y su poderío militar.

Para ello, Putin emprendió un proceso de transformación autoritaria del país y la imposición de una ideología nacionalista en la que se entremezclaban elementos del pasado imperial zarista, el pasado soviético y la espiritualidad ortodoxa.

El resultado fue un Estado nacionalista y de aspiración imperialista resumida en el concepto de «mundo ruso» que busca recuperar la gloria perdida y los límites territoriales de la Rusia de los zares y de la Unión Soviética.

La doctrina de Putin cabalgó entre las críticas y las alabanzas tanto al sistema zarista como al soviético y dos fueron las figuras que tomó como referencia: el zar Pedro el Grande y el dictador soviético Iósif Stalin.

Las ideas de Putin no se quedaron en mera retórica. Tras tomarse la revancha con los chechenos, invadió Georgia en 2008 y ocupó militarmente las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, ocupación que continúa en la actualidad.

La actual invasión de Ucrania no es más que el último episodio de un proceso de construcción de una Federación Eslava que aspira a unificar en un solo Estado a Rusia, Ucrania y Bielorrusia.

Si Bielorrusia es ya, de facto, un Estado títere del Kremlin gracias a la absoluta dependencia que su presidente, el dictador Aleksander Lukasenko, Ucrania escapó en 2014 de la órbita rusa en virtud de la revolución del Maidán.

Contrariado por esta circunstancia, en 2014 Rusia anexionó militarmente la península de Crimea y ocupó amplias áreas del Donbás.

La actual invasión de Ucrania, en curso desde el 24 de febrero, es la continuación de aquella guerra imperialista de la que Rusia pretende obtener amplios territorios ucranianos con los que extender las fronteras del «mundo ruso».

China

Las aspiraciones expansionistas de Pekín han sido una realidad desde la misma revolución de Mao Zedong. Sin embargo, China ha tenido dos piedras en el zapato: Hong Kong y Taiwán.

China recuperó la soberanía de Hong Kong en 1997, pero siempre vio con recelo la amplia autonomía de la ciudad que le permitió instaurar un sistema democrático liberal que sacaba los colores al totalitarismo comunista que rige en la China continental.

La oportunidad de China de acabar con esa «anomalía» llegó de la mano de la pandemia de coronavirus.

Las medidas para contener la COVID 19 fue la escusa perfecta para acabar con las libertades democráticas hongkonesas a las que dio el golpe de gracia con la Ley de Seguridad Nacional de junio de 2020.

De forma paralela a su expansionismo por el Indo-Pacífico, que le ha llevado a enemistarse con prácticamente todos sus vecinos (Japón, Filipinas, Vietnam, Australia…), China ha visto en el actual contexto global, con las consecuencias económicas y sociales de la pandemia y la guerra en Ucrania, su oportunidad para apretar las tuercas a Taiwán y avanzar hacia su objetivo: la anexión de la isla.

La reciente visita a Taiwán de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, a principios del mes de agosto, fue la escusa perfecta para que las fuerzas chinas iniciaran unas maniobras militares de cinco días que bloquearon Taiwán por mar y aire.

En cualquier caso, el gran éxito de la estrategia imperialista china en el mundo ha sido su expansión económica por Asia, África y América Latina.

La estrategia inversora china en faraónicas infraestructuras públicas ha encadenado a los intereses geoestratégicos chinos a una gran cantidad de naciones.

El proyecto comercial de la «Nueva Ruta de la Seda» es el gran instrumento de expansión neocolonial china en el mundo.

Turquía

La llegada al poder en Turquía del islamista Recep Tayyip Erdogán en 2014 supuso un giro radical en la historia reciente turca.

Turquía dejaba atrás su identidad de república laica, con tientes socialistas, para dar paso a un nacionalismo nostálgico del Imperio Otomano en el que el islam se convertía en la fuente principal de su ideología.

Erdogán concluyó su giro autoritario durante la represión del intento de golpe de Estado en 2016.

Desde entonces, Erdogán pisó el acelerador de su política neo otomana con una mayor implicación en escenarios donde ya estaba presente, Siria, Libia, implicación mediante la que pretende recuperar la influencia perdida tras la caída del califato otomano tras la Primera Guerra Mundial.

La expansión turca no se limita únicamente a Oriente Medio. Al mismo tiempo, Turquía mira al este con un acercamiento con Azerbaiyán, nación hermana, para ahogar a Armenia, país al que Turquía guarda un rencor histórico.

La otra espina clavada de Turquía es Grecia. La independencia griega en 1832 fue el pistoletazo de salida de la desintegración otomana, y la victoria turca en la guerra turco-griega tras la Primera Guerra Mundial se considera el acto fundacional de la Turquía moderna.

En las últimas semanas, Turquía ha puesto en entredicho la soberanía griega sobre las islas del egeo. Aunque el objetivo principal de Ankara es controlar las aguas del Egeo, cuyo subsuelo esconde ricas reservas de hidrocarburos, no hay que olvidar que Turquía ya emprendió en años recientes una aventura imperialista en aguas del Mediterráneo oriental cuando en 1974 invadió el norte de la isla.

Marruecos

En el otro extremo del Mediterráneo, Marruecos se encuentra inmerso también en una campaña nacionalista de tintes imperialistas.

La principal batalla territorial marroquí en este momento es la búsqueda de la legitimidad de su anexión del Sahara tras la ocupación de 1975 durante la Marcha Verde.

Las aspiraciones territoriales marroquíes no se limitan al Sahara, Marruecos nunca ha renunciado a anexionar las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y ha ejercer el control sobre las aguas españolas en las Islas Canarias.

Además, la radical retórica nacionalista marroquí ha cuajado en amplios sectores de la sociedad obsesionados con la idea del «Gran Marruecos».

En los últimos días, el clérigo Ahmed Raissouni, presidente de la Unión Internacional de Académicos Musulmanes, realizó unas polémicas declaraciones en las que reclamaba, además de la anexión de Ceuta, Melilla y Canarias, la ocupación de todo el territorio de Mauritania y amplias áreas desérticas de Argelia y Mali.

«La misma existencia de Mauritania es un error. Marruecos debe volver a sus fronteras antes de la colonización europea», llegó a declarar.

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